Ejemplos con gallardía

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¡Oh! ¡Magníficos! ¡Qué gallardía! ¡Qué cuarto trasero! ¡Qué ! ¡Soberbia raza! ¿Son de usted, buen hombre?preguntaba por remate al conductor.
Bien está que su fe acendrada y robusta, su buen sentido natural, lo recto y nunca maleado de su razón la impidan transigir con la impiedad, aunque vaya unida a toda la gallardía de la juventud, a todo el fuego de la pasión y a todo el poder y alteza del ingenio.
El lejano perfume de su persona y su elegante gallardía le recordaban a ciertas señoras que viajaban solas cuando él era capitán de trasatlántico.
Perdida así la gallardía del andar, los cuarenta y pico se asomaban implacables a todas las líneas del rostro: la triste raya de tinta de los bigotes resaltaba sobre la marchita tez, el párpado caído, hundidas las sienes y desaliñado el cabello, parecía el ex buen mozo una de esas desmanteladas torres, bellas a la luz crepuscular, pero que a mediodía todas se vuelven grietas, ortigas, zarzales y lagartos.
Ningún medio más acertado para prevenir las embestidas de la mala fortuna y asegurar el dudoso porvenir, mientras no emigrasen del todo los ya ralos cabellos, y no desapareciese el barniz de gallardía que aún abrillantaba su persona.
La Revolución triunfó, y a las agitadas emociones del conspirador sucedieron en Jacobo las halagüeñas embriagueces del triunfo, las cínicas rapacidades de pretor romano, las ruidosas apoteosis de arcos de cartón y farolillos de papel a que le llevaban en hombros masas estúpidas arrastradas por su verbosidad, multitudes frívolas, que, por tener algo de mujer, prendábanse de su gallardía y gentileza y se prometían llevarle a defender la soberanía popular en los escaños del Congreso, a él, aristócrata orgulloso, tan sólo de nombre renegado, que se reía de ellos llamándoles paletos, babiecas y burgueses mentecatos, y corría, al separarse de estrechar sus manos, a lavarse y enjabonarse y perfumarse, para echar lejos de sí aquel insoportable .
Antes de la gratitud, antes de que hubiese motivo para tenerla, ¿por qué ocultártelo? la elegancia de don Jaime, su discreción, su fama de valeroso soldado, la noble gallardía de su persona, todo me inclinaba a quererle bien y mucho, pero el recelo de no ser amada sublevaba mi orgullo, y mi orgullo ha hecho cuanto es posible para ahogar esta inclinación naciente.
Miróle largo rato, y luego compuso las flores que no le parecían bien colocadas, encorvando los alambres, o dando con breve toque de sus afilados dedos, gallardía y expresión a las corolas.
Era Roberto del Campo, el cual, a pesar de su gallardía, iba resultando un posma, que sólo sabía decir floreos, sin llegar nunca a declararse.
Ni juegos ni músicas me eran gratos, no paraba yo atención en la hermosura de mis paisanas, ni en la elegancia y gallardía de Gabriela.
Hay una de estas que sobresale entre las demás por su gracia y por su gallardía tanto como por su hermosura.
Otras veces le parecía mujer de la Biblia, la Betsabée aquella del baño, la Rebeca o la Samaritana, señoras que había visto en una obra ilustrada, y que, con ser tan barbianas, todavía se quedaban dos dedos más abajo de la sana hermosura y de la gallardía de su amiga.
El discurso de Salmerón fue admirable pero de lo más admirable Aún me parece que estoy viendo aquella cara de , y aquel movimiento horizontal de los ojos y la gallardía de los gestos.
En esto salió de un pabellon o tienda, de cuatro que estaban en aquella campaña puestas, un turco mancebo de muy buena disposicion y gallardía, y llegándose al cristiano le dijo:.
Á lo que ella me respondió: No seais importuno, casa tengo, haced a un paje que me siga, que aunque soy mas honrada de lo que promete esta respuesta, todavía a trueco de ver si responde vuestra discrecion a vuestra gallardía, holgaré de que me veais mas despacio.
Y no tardó mucho cuando entró otro de poca mas edad que el primero, y no de ménos gallardía, y apénas le hubo oido la huéspeda, cuando dijo:.
Con este adorno y con su gallardía, dando ocasion para que todos alabasen a Dios en ella, salió Isabela de su casa a pié, que el estar tan cerca el monasterio escusó los coches y carrozas: el concurso de la gente fué tanto, que les pesó de no haber entrado en los coches, porque no les daban lugar de llegar al monasterio: unos bendecian a sus padres, otros al cielo que de tanta hermosura la habia dotado: unos se empinaban por verla, otros, habiéndola visto una vez, corrian adelante por verla otra: y el que mas solícito se mostró en esto, y tanto que muchos echaron de ver en ello, fué un hombre vestido en hábito de los que vienen rescatados de cautivos, con una insignia de la Trinidad en el pecho en señal que han sido rescatados por la limosna de sus redentores.
Las damas que estaban con la reina quisieran hacerse todas ojos, porque no les quedase cosa por mirar en Isabela: cuál alababa la viveza de sus ojos, cuál la color del rostro, cuál la gallardía del cuerpo y cuál la dulzura de la habla, y tal hubo que de pura invidia, dijo:.
Admirados desta primera vista el cadí y los demas bajáes, ántes que otra cosa dijesen ni preguntasen, mandaron al judío que hiciese que se quitase el antifaz la cristiana: hízolo así, y descubrió un rostro que así deslumbró los ojos y alegró los corazones de los circunstantes, como el sol que por entre cerradas nubes despues de mucha escuridad se ofrece a los ojos de los que le desean: tal era la belleza de la cautiva cristiana, y tal su brio y su gallardía, pero en quien con mas efecto hizo impresion la maravillosa luz que habia descubierto, fué en el lastimado Ricardo, como en aquel que mejor que otro la conocia, pues era su cruel y amada Leonisa, que tantas veces y con tantas lágrimas por él habia sido tenida y llorada por muerta.
—Contenta estarás, oh enemiga mortal de mi descanso, en tener con tanto sosiego delante de tus ojos la causa que hará que los mios vivan en perpetuo y doloroso llanto: llégate, llégate, cruel, un poco mas, y enrede tu yedra a ese inútil tronco que te busca: peina o ensortija aquesos cabellos de ese tu nuevo Ganimédes, que tibiamente te solicita: acaba ya de entregarte a los banderizos años dese mozo en quien contemplas, porque perdiendo yo la esperanza de alcanzarte, acabe con ella la vida que aborrezco: ¿piensas por ventura, soberbia y mal considerada doncella, que contigo sola se han de romper y faltar las leyes y fueros que en semejantes casos en el mundo se usan? ¿Piensas, quiero decir, que ese mozo altivo por su riqueza, arrogante por su gallardía, inesperto por su edad poca, confiado por su linaje, ha de querer, ni poder, ni saber guardar firmeza en sus amores, ni estimar lo inestimable, ni conocer lo que conocen los maduros y esperimentados años? No lo pienses, si lo piensas, porque no tiene otra cosa buena el mundo, sino hacer sus acciones siempre de una misma manera, porque no se engañe nadie sino por su propia ignorancia: en los pocos años está la inconstancia mucha, en los ricos la soberbia, la vanidad en los arrogantes, y en los hermosos el desden, y en los que todo esto tienen la necedad, que es madre de todo mal suceso: y tú, o mozo, que tan a salvo piensas llevar el premio mas debido a mis buenos deseos que a los ociosos tuyos, ¿por qué no te levantas dese estrado de flores donde yaces, y vienes a sacarme el alma que tanto la tuya aborrece? y no porque me ofendas en lo que haces, sino porque no sabes estimar el bien que la ventura te concede: y vese claro que le tienes en poco, en que no quieres moverte a defenderle por no ponerte a riesgo de descomponer la afeitada compostura de tu galan vestido: si esa tu reposada condicion tuviera Aquíles, bien seguro estuviera Ulíses de no salir con su empresa, aunque mas le mostrara resplandecientes armas y acerados alfanjes: véte, véte, y recréate entre las doncellas de tu madre, y allí ten cuidado de tus cabellos y de tus manos, mas dispuestas a devanar blando sirgo, que a empuñar la dura espada.
Roque, admirado de la gallardía, bizarría, buen talle y suceso de la hermosa Claudia, le dijo:.
Pasó adelante don Quijote, y preguntó a otro su delito, el cual respondió con no menos, sino con mucha más gallardía que el pasado:.
¿Vee vuesa merced, señor don Quijote, la hermosura de mi señora la duquesa, aquella tez de rostro, que no parece sino de una espada acicalada y tersa, aquellas dos mejillas de leche y de carmín, que en la una tiene el sol y en la otra la luna, y aquella gallardía con que va pisando y aun despreciando el suelo, que no parece sino que va derramando salud donde pasa? Pues sepa vuesa merced que lo puede agradecer, primero, a Dios, y luego, a dos fuentes que tiene en las dos piernas, por donde se desagua todo el mal humor de quien dicen los médicos que está llena.
Con los referidos atavíos, y con gentil donaire y gallardía, salió don Quijote a otra sala, donde el estudiante le estaba esperando para entretenerle en tanto que las mesas se ponían, que, por la venida de tan noble huésped, quería la señora doña Cristina mostrar que sabía y podía regalar a los que a su casa llegasen.
Para prueba de lo cual ya sabes, ¡oh Sancho!, por experiencia que no te dejará mentir ni engañar, cuán fácil sea a los encantadores mudar unos rostros en otros, haciendo de lo hermoso feo y de lo feo hermoso, pues no ha dos días que viste por tus mismos ojos la hermosura y gallardía de la sin par Dulcinea en toda su entereza y natural conformidad, y yo la vi en la fealdad y bajeza de una zafia labradora, con cataratas en los ojos y con mal olor en la boca, y más, que el perverso encantador que se atrevió a hacer una transformación tan mala no es mucho que haya hecho la de Sansón Carrasco y la de tu compadre, por quitarme la gloria del vencimiento de las manos.
Si la mucha gana de pelear, señor caballero, no os gasta la cortesía, por ella os pido que alcéis la visera un poco, porque yo vea si la gallardía de vuestro rostro responde a la de vuestra disposición.
Señor, las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres, pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias: vuestra merced se reporte, y vuelva en sí, y coja las riendas a Rocinante, y avive y despierte, y muestre aquella gallardía que conviene que tengan los caballeros andantes.
Si por buena fama y si por buen nombre va dijo el bachiller, solo vuestra merced lleva la palma a todos los caballeros andantes, porque el moro en su lengua y el cristiano en la suya tuvieron cuidado de pintarnos muy al vivo la gallardía de vuestra merced, el ánimo grande en acometer los peligros, la paciencia en las adversidades y el sufrimiento, así en las desgracias como en las heridas, la honestidad y continencia en los amores tan platónicos de vuestra merced y de mi señora doña Dulcinea del Toboso.
Verdad es que la gallardía del cuerpo suplía las demás faltas: no tenía siete palmos de los pies a la cabeza, y las espaldas, que algún tanto le cargaban, la hacían mirar al suelo más de lo que ella quisiera.
Todo esto escuchaba Anselmo, y, a cada palabra que Camila decía, se le mudaban los pensamientos, mas, cuando entendió que estaba resuelta en matar a Lotario, quiso salir y descubrirse, porque tal cosa no se hiciese, pero detúvole el deseo de ver en qué paraba tanta gallardía y honesta resolución, con propósito de salir a tiempo que la estorbase.

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