Ejemplos con fulgor

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Me encuentro casi ciego por haber contemplado demasiado el fulgor de Dios.
Otras frases evocadoras utilizadas por los maestros la describen como un fulgor o que todo lo llena, o como un espacio que está vacío.
LIRIOSBajé anoche al jardín, y al fulgor de mis ojosSe iluminó el camino con una luz ardiente,Brotaron los rosales sus pétalos más rojos,Y el cisne, taciturno, interrogó a la fuente Los lirios, sus corolas abrieron, perfumandocon su embriagante aroma mi túnica violeta,y de mi cuerpo cálido se iba posesionando,haciéndome sentir una ansiedad secreta Las mejores poesías líricas de los mejores poetas, Ed.
Los pasajeros de aviones comerciales que viajan frente a las costas venezolanas pueden observar a plenitud este interesante fulgor, y para los aviadores es excelente guía que les indica que ya están próximos a Maracaibo o a Maiquetía.
Cronista taurino del diario El Mundo, ha publicado diversas obras referentes a la tauromaquia: Curro Vázquez, sombra iluminada, César Rincón, de Madrid al cielo, la recopilación de poemas El fulgor del círculo o José Tomás.
¡Nadie! El herrero había desaparecido, la vieja vestida de negro no estaba allí para recibirle colérica con el fulgor hostil de su único ojo.
El fulgor sideral iluminó débilmente la contracción de su rostro, un rictus frío, desesperado, cruel, que le daba gran semejanza con el comendador don Príamo y otros navegantes de guerra y destrucción, cuyos retratos se empolvaban en el palacio de Mallorca.
Arrastrándose como una bestia, casi a flor del suelo, llegó a ver el extremo inferior de su escala, luego los peldaños superiores, y al fin la puerta negra en mitad del cubo de la torre, que aparecía blanco bajo el fulgor de las estrellas.
Eres al par consuelo y desconsuelo, fulgor y palidez, igual que el cielo.
A veces el fulgor parpadeante de un astro parecía enganchar al paso el rayo visual de sus miradas, manteniéndolas en hipnótica fijeza.
Contempló al centauro Madariaga en la noche tranquila, proclamando bajo el fulgor de las estrellas las alegrías de la paz, la santa fraternidad de unas gentes de las más diversas procedencias unidas por el trabajo, la abundancia y la falta de ambiciones políticas.
El padre rondaba por el recibimiento ante el casco que se exhibía en el perchero con un fulgor modesto y glorioso.
Sus ojos, llenos de lágrimas, brillaron con maligno fulgor.
Bajo el fulgor de las primeras estrellas los soldados se agrupaban como orfeonistas, formando con sus voces un coral solemne y dulce, de religiosa gravedad.
El fulgor del incendio parecía contraerse y empalidecer ante la luz impasible del sol.
Contempló Ulises una mujer nueva, intensamente pálida, con el rostro casi verde, la nariz encorvada por la cólera y un fulgor de locura en los ojos.
Todos los fuegos de artificio palidecían ante las variedades del fulgor orgánico.
Mirola aun buen rato, como buscando en su aspecto la solución del enigma, hasta que al fin, encogiéndose levemente de hombros, como el que exclamase: ¿Qué me importa a mí, en resumen? , tomó de su maletín un libro y probó a leer, pero se lo impidió el fulgor vacilante que a cada vaivén del coche jugaba a embrollar los caracteres sobre la blanca página.
Nada de luz: ella gustaba de comenzar sus arreglos al fulgor de la chimenea.
La luz de un farol de gas arrancó de este bulto un reflejo irisado, un fulgor de piedras preciosas.
Los ojos, habituados a la suavidad de los tabiques blancos del piso inferior, a su penumbra ligeramente azul, que le daba el aspecto de un paseo conventual, parpadeaban por exceso de luz en esta cubierta de arriba, donde vastos espacios quedaban a cielo libre, caldeándose las tablas bajo el fulgor solar.
En el firmamento brillaban las estrellas con fulgor extraordinario.
Les interesaba la cuestión social como algo positivo relacionado con su bienestar, pero por más esfuerzos que hicieran los oradores por exponer las generosidades de la sociología revolucionaria, la gente sólo veía la ventaja de aumentar en unos cuantos reales el jornal y trabajar alguna hora menos Pero se hablaba del jesuíta, del fraile, del cura, y la muchedumbre se ponía instintivamente de pie, con nervioso impulso, y brillaban los ojos con el fulgor diabólico de una venganza secular, y sonaba estrepitoso el trueno del aplauso delirante, y se levantaban los puños amenazadores, buscando al enemigo tradicional, al hombre negro, señor de España.
La salud brillaba en sus frescas y sonrosadas mejillas, la calma, en su cándida y tersa frente, coronada de rubios rizos, la serenidad del espíritu, en sus ojos azules, donde cierto fulgor apacible de caridad y de sentimientos piadosos suavizaba el ingénito orgullo.
Un fulgor de plata inundaba el horizonte, y allá, tras los picachos de la Sierra, surgía la luna llena, espléndida y magnífica.
No era mi amor aquel amor de niño, tímido, vago, ensoñador, que me inspiró Matilde, cariño melancólico, nacido en un juego, alimentado por las predilecciones de una chiquilla graciosa y admirada, y breve y fugitivo en sus anhelos, dulce amor que dulcificó la vida del pobre estudiante, pálido fulgor de la aurora juvenil que inundó de reflejos primaverales los claustros solitarios de un colegio sombrío, amor que no conseguí arrancar de mi alma en muchos años, que aun suele estremecer mi corazón, porque ni atrevidos devaneos, lograron aniquilarle en mí.
Sus ojos despedían fulgor de inspiración.
Eran ya las nueve, y la tierra abrasaba, el aire no se movía, las estrellas parecían más próximas según el fulgor vivísimo con que brillaban, y veíase entre las grandes y medianas mayor número, al parecer, de las pequeñitas, tantas, tantas que era como un polvo de plata esparcido sobre aquel azul intensísimo.
Era una soberbia alhaja, comprada aquella mañana por Rafaela en los bazares de , y tenía un diamante tan grande y bien tallado, que al mismo Regente le dejaría bizco con el fulgor de sus luces.
Daba sus descargos el delincuente como podía, fatigando su imaginación para procurarse respuestas que tuvieran visos de lógica, aunque estos fueran como fulgor de relámpago.

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