Ejemplos con florales

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Las cabezas florales se usan en infusión, dando una bebida refrescante, muy usada en el norte de Europa y en los Balcanes.
Se presentó a diversos Juegos Florales celebrados en Tolosa y en Barcelona, ciudad en la que fue premiado.
Colaboró con Lo Rat Penat en la organización de los Juegos Florales y otros premios literarios.
Del corazón de la planta surgen en la primavera una o más astas florales de una decena de centímetros de longitud, llevando flores blancas, azules o rosadas que poseen un espolón.
Además, fue finalista del Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines y de los Juegos Florales Internacionales de Quetzaltenango.
Las inflorescencias secas de Syngonanthus y Eriocaulon son usadas en arreglos florales.
Sus flores pueden ser de color blanco, rosado, azul y violeta claro, pero se le cultiva para la decoración o arreglos florales, obteniéndose colores muy variados e impresionantes.
Esta bella imagen está vestida con un traje beige con dibujos florales en la parte inferior y con un velo azul claro rematado con flores doradas.
Las yemas florales son gris plata, y luego aparecen anteras amarillas.
Los actos más destacados serán las ofrendas florales, las misas, concursos de gastronomía típica extremeña o los concursos de carrozas.
Su fachada de caracteriza por la profusión de elementos florales, animales y personajes, todos ellos realizados por López Ruiz.
El mantel puede conjuntarse con los diferentes materiales que componen la mesa, así sea con la vajilla, cubiertos, elementos florales y por supuesto con las servilletas.
Tienen raíces carnosas y las hojas en rosetas basales, son alternas sobre los tallos florales.
También en su interior, existen muebles de origen europeo: como una consola, una cómoda, un sillón y un reloj francés decorado con incrustaciones de madre perla y dibujos florales.
Las cabezas florales llevan varias diminutas flores de color rosa o blanco.
Al anunciarse unos Juegos Florales temblaban los competidores, temiendo que al gran don Carmelo se le ocurriese apetecer alguno de los premios.
Lucía, como una flor que el sol encorva sobre su tallo débil cuando esplende en todo su fuego el mediodía, que como toda naturaleza subyugadora necesitaba ser subyugada, que de un modo confuso e impaciente, y sin aquel orden y humildad que revelan la fuerza verdadera, amaba lo extraordinario y poderoso, y gustaba de los caballos desalados, de los ascensos por la montaña, de las noches de tempestad y de los troncos abatidos, Lucía, que, niña aun, cuando parecía que la sobremesa de personas mayores en los gratos almuerzos de domingo debía fatigarle, olvidaba los juegos de su edad, y el coger las flores del jardín, y el ver andar en parejas por el agua clara de la fuente los pececillos de plata y de oro, y el peinar las plumas blandas de su último sombrero, por escuchar, hundida en su silla, con los ojos brillantes y abiertos, aquellas aladas palabras, grandes como águilas, que Juan reprimía siempre delante de gente extraña o común, pero dejaba salir a caudales de sus labios, como lanzas adornadas de cintas y de flores, apenas se sentía, cual pájaro perseguido en su nido caliente, entre almas buenas que le escuchaban con amor, Lucía, en quien un deseo se clavaba como en los peces se clavan los anzuelos, y de tener que renunciar a algún deseo, quedaba rota y sangrando, como cuando el anzuelo se le retira queda la carne del pez, Lucía que, con su encarnizado pensamiento, había poblado el cielo que miraba, y los florales cuyas hojas gustaba de quebrar, y las paredes de la casa en que lo escribía con lápices de colores, y el pavimento a que con los brazos caídos sobre los de su mecedora solía quedarse mirando largamente, de aquel nombre adorado de Juan Jerez, que en todas partes por donde miraba le resplandecía, porque ella lo fijaba en todas partes con su voluntad y su mirada como los obreros de la fábrica de Eibar, en España, embuten los hilos de plata y de oro sobre la lámina negra del hierro esmerilado, Lucía, que cuando veía entrar a Juan, sentía resonar en su pecho unas como arpas que tuviesen alas, y abrirse en el aire, grandes como soles, unas rosas azules, ribeteadas de negro, y cada vez que lo veía salir, le tendía con desdén la mano fría, colérica de que se fuese, y no podía hablarle, porque se le llenaban de lágrimas los ojos, Lucía, en quien las flores de la edad escondían la lava candente que como las vetas de metales preciosos en las minas le culebreaban en el pecho, Lucía, que padecía de amarle, y le amaba irrevocablemente, y era bella a los ojos de Juan Jerez, puesto que era pura, sintió una noche, una noche de su santo, en que antes de salir para el teatro se abandonaba a sus pensamientos con una mano puesta sobre el mármol del espejo, que Juan Jerez, lisonjeado por aquella magnífica tristeza, daba un beso, largo y blando, en su otra mano.

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