Ejemplos con finada

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Adoptó el apellido Savarin a raíz de una herencia, en la que su finada tía le exigía adoptar el apellido como condición para cobrarla.
Murió pobre en Buenos Aires dejando a sus nietos, hijos de su finada hija única Dolores, en la orfandad.
Los primeros cónsules de la República fueron Bruto y Lucio Tarquinio Colatino, el esposo de la finada Lucrecia.
Lo hago por la pobre finada y por ti.
Se llamará Julio, y quiero que se parezca a mi pobre finada.
Mi pobre finada surgía a cada instante en las conversaciones del estanciero, con la obsesión de un remordimiento.
El vivo retrato de mi pobre finada Diviértete, que tu abuelo está aquí con sus pesos.
Hago estodecíaen memoria de mi pobre finada y para que no hablen las gentes.
Los soldados oyeron respetuosos estas razones tan sinceras como expresivas, y el más despabilado de ellos, en nombre de todos, dijo que de buen grado complacerían al señor viudo y a la niña huérfana, ayudándoles a la conducción y entierro de la señora finada, pero que habían de partir en cuanto se racionara la tropa, que ello sería obra de veinte minutos todo lo más.
Soy, como se dice, el esposo de la finada, y si no estoy todo puesto de luto riguroso, pero muy riguroso, ¿qué dirán, D.
Y, poseído de cruel remordimiento, no tardó en soltar el llanto a sollozos, quiso desde allí, desde allí mismo y sin pérdida de tiempo ir a saber, a indagar, a tomar informes en la casa, a ofrecer a la familia o, en último caso, si era que tarde acudía por su desgracia, a tener el consuelo, dijo, de verla a la finada.
Soy, como se dice, el esposo de la finada, y si no estoy todo puesto de luto riguroso, pero muy riguroso, ¿qué dirán, D.
Margarita alquilará la ropa de luto, la cual se pondrá Rivero, después de bien afeitado, figurando como esposo de la finada.
Recibirla entre aquellas paredes habría sido una grave injuria a la memoria de la finada, una especie de provocación póstuma, y aquel hombre de ideas positivas se encontraba a la sazón en un principio de desquiciamiento moral, y le pasaban por la mente ráfagas de supersticioso y pueril miedo.
Don Pedro, cordobés aporteñado, cuyo rancho ocupaba, desde hacía veinte años, la mejor loma del campo, apreció, como lo merecía, la excepción hecha a su favor, que le permitía quedar en la querencia, donde había vivido tantos años, con la finada su mujer, y donde dejaba correr despacio los días, cuidando, con sus dos hijos, las pocas ovejas que le había dejado lo que él llamaba la mala suerte.
Y en esto se ocuparon sigilosamente dos o tres de los buenos amigos que, en el pueblito, tenían los hijos de la finada.
cómo haremos? - preguntó Juan, y Eufemio le explicó que su idea era de pedirle a don Mariano, hombre recto y bueno, dueño del campo que arrendaba la finada, que se hiciera cargo de la partición, y la hiciera a su gusto, prometiendo todos de acatar lo que mandara.
Dos días después, don Mariano ató su caballo al palenque de la finada, con la cual, tantas veces, había venido a conversar un rato, escuchando con benévola sonrisa, entre dos mates, los charqueos que la vieja hacía del prójimo.
No se metan a pleitear, si no se reparten todo a las buenas, de lo que ha dejado la finada, no les va a quedar ni un peso, de modo que cualquier arreglo vale más que irse ante el juez.
¿Por qué prometió casarse con ella, sabiendo que no puede hacerlo? Debe quedar en viudo por respeto a su finada.
Si la complace, empezará a temer el encuentro de ultratumba con la finada.
¡Cuándo nunca es bueno, tampoco, en los prinsipios, darles otra cosa que agüita tibia, hasta que se limpée bien la máquina! Y a chupón no más lo voy criando dende que fayesió la finada, ¡ánima bendita, Dios la haiga perdonao!.
los pujos eran al ñudo, la finada, que en pas descanse, crujiendo como arpa vieja, pedía a gritos, por la virgen, que le sacaran aqueyo.
Pero lo que acontesió jue que la finada, de puro inorante la pobre, dende que no estaba güena toavía, se apió descalsa una ocasión, con licencia de vd.
-Yo, a decir verdad -contestó Tula- quisiera también «andar acompañada», porque tengo un miedo loco a las ánimas y no paso de noche ni a tirones por el cementerio desde que enterraron a la finada Melchora y al difunto Melitón, su compadre, porque como anduvieron en enriedos, todas las noches salen sus ánimas de las sepulturas y bailan un gato endiablado sin poder juntarse nunca.

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