Ejemplos con filípica

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En la Tercera Filípica, el líder de la facción antimacedonia da la señal para la rebelión ateniense contra el poder de Filipo.
Desde el momento en el que pronunció la Tercera Filípica, Demóstenes se impulsó al lugar reservado al político de mayor influencia de Atenas, y en el amo de la arena política de ese momento.
La Tercera Filípica es considerado como el mejor de todos los discursos políticos de Demóstenes, debido a su estilo apasionado y evocador.
Ese mismo año, Demóstenes pronunció la Tercera Filípica, en la que dio rienda suelta a todo su poder de elocuencia, a la vez que exigía que se tomasen acciones contra Filipo y hacía un llamamiento a los ciudadanos atenienses para que entregasen la energía que llevaban dentro.
De todos modos, este discurso no es tan apasionado como la Primera Filípica, puesto que Demóstenes prefiere ser más cauteloso en este caso.
En respuesta a las quejas de las ciudades del Peloponeso, Demóstenes pronunció la Segunda Filípica, un duro ataque contra Filipo y contra sus apoyos políticos en Atenas.
El tema que trata la Primera Filípica es la necesidad de estar preparados.
En ambos casos, Demóstenes se opuso a las reclamaciones de Filipo en sus famosos discursos, Segunda Filípica, Sobre el Queroneso y Tercera Filípica.
Debido a estos precedentes, la palabra filípica ha quedado como sinónimo de invectiva, censura acre, discurso hostil contra alguien.
Si había de ponerse agradable, de decirle algo a la pobre chica le soltó una filípica como para ella sola, para ella sola, porque no se había vuelto a Miranda de Ebro, de Ebro, a cuidarle la pata desencolada También sólo a él se le ocurre desmayarse por una torcedura, y no telegrafiar a su mujer avisándola.
La joven escuchó la filípica de su cuñado hasta el fin, sin mover un dedo siquiera.
Pronunciada esta elocuente filípica, continuó la señora un buen espacio de tiempo dando resoplidos, y Fortunata no levantaba los ojos de su costura.
Confeccionada la medicina en un dos por tres, volvió Ballester a coger la vara, y continuó la filípica de este modo:
Y el comentario parecía producirse en el cerebro paralelamente a la repetición de la filípica: ¡Ah!, tuno, no hablabas antes de ese modo.
Esta filípica, terminada con marcado tono de ironía, y harto impertinente toda ella, no agradó al joven, pero se abstuvo de manifestar el más ligero disgusto y siguió la conversación, procurando en lo posible huir de los puntos en que el susceptible patriotismo del señor canónigo hallase fácil motivo de discordia.
Concluida esta filípica, me abrazó deseándome mil felicidades, y haciéndome jurar que le enteraría puntualmente de la situación de Inés.
El orador continuó su filípica, pero la continuó excitando al pueblo a que no cediera su empeño de verificar la manifestación.
Una joven de quince años, catorce oficialmente, se adelantó, y colocada cerca de la mesa recitó con desparpajo una filípica un tanto moderada por los eufemismos de la retórica jesuítica, contra los materialistas modernos, que negaban la inmortalidad del alma.
Así lo reconocía el visitador Areche, según se desprende de cierta filípica en que acusaba a los frailes de Lima de mantener excesiva familiaridad con el pueblo, familiaridad que alentaba a éste en su obra de difamación.
Llegaron a comedirse los que por efecto del aire fresco de la noche empezaban a sentir sus cabezas despejadas, mansamente resignados, prestaban su ayuda a los demás, hasta la puerta de sus domicilios respectivos los llevaban, se abstenían de poner ellos mismos el pie sobre el umbral, temerosos de que una parte les ligara, de rechazo en alguna furiosa filípica paterna.
¿volvería pie atrás, desafiaría el mal humor de su madre? No, no se atrevía, no estaba el suyo para escenas fuertes, le horrorizaba la idea de una filípica embozada, como solían ser las de su madre, de un discurso de moral utilitaria.
A la dura filípica de Beramendi, contestó con estos artificiosos argumentos: «Tienes razón, Pepe: yo reconozco que no merezco tu amistad.
Al discorde ruido que la condenada mujer hacía, no tardó en acudir Gregorio, el cual, adivinando la cuestión por la lividez de mi rostro y los apóstrofes crudos de Segismunda, prosiguió la filípica con no menos ira en los denuestos.
Después de que le eché tal filípica, pareciome que había estado un poco fuerte, y sentí vivos remordimientos, porque la pobreza tiene sin duda cierto derecho a emplear para sus disimulos los medios más extraños.
Volviose hacia su hermana, y articulando mal las palabras porque tenía dos alfileres sujetos entre los dientes, siguió la filípica:.
La verdad, esperaba una filípica.
El orador continuó su filípica, pero la continuó excitando al pueblo a que no cediera su empeño de verificar la manifestación.
Estaba leyendo a estos señores la más grandiosa filípica que se ha escrito contra la Curia Romana.
Trinaron y tronaron los Intransigentes con agrias y roncas voces, mas la filípica de Antonio Orense llevó la persuasión a todos los diputados, menos al padre del orador y a la partida de locos furiosos que le tenía por jefe y profeta.

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