Ejemplos con feria

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En la segunda estrofa del himno a Laudes, de la quinta Feria, dice Prudencio: , y en la tercera estrofa:.
¿Tornan del entierro de la señora mi ama, que goce de Gloria? ¡Dios les otorgue su santa conformidade! ¿Por allá verían a la parienta? Cuando salimos para la feria, díjonos que tenía determinado acudir.
La puerta del Reloj, llamada también de la Feria, con sus rudas esculturas de hierática rigidez y el tímpano cubierto de compactas escenas de la Creación, contrastaba con la puerta del otro extremo del crucero, la de los Leones, o, por otro nombre, de la Alegría, construida doscientos años después, risueña y majestuosa a la par como la entrada de un palacio y revelando ya las carnales audacias del Renacimiento, que pugnaba por aposentarse entre las rigideces de la arquitectura cristiana.
Van a la feria de Sevilla y vienen después a echar una vista a nuestra catedral.
Y así Sevilla, y Valencia, y Medina del Campo, famosas por su feria y sus industriascontinuaba Gabriel.
Las mujeres señalaban con un dedo los ventanales de colores, los rosetones de las portadas, los guerreros dorados del reloj de la puerta de la Feria, las tuberías de los órganos, y quedaban inmóviles, con la boca abierta, en estúpida contemplación.
Aún no he visto este año la feria de Navidad.
Quería venir antes, pero en la feria le habían entretenido.
Doña Manuela tenía dinero, comenzaron a pagarse las cuentas con regularidad, los proveedores no la molestaron ya exigiendo el pago de los atrasos, y la modista francesa, después de embolsarse algunos miles de reales que creía perdidos para siempre, hizo a las niñas de Pajares nuevos trajes para lucirlos en la feria de Julio.
La proximidad de la feria de Julio preocupaba a la familia.
La gran preocupación de la familia eran las tres corridas de toros, festejo el más ruidoso de la feria.
Una noche, al retirarse después de acompañar a Tónica y su amiga en su paseo por la feria, encontróse en la puerta de casa con su hermano Rafael, que se llevaba el pañuelo al rostro como para ocultar algo que le molestaba.
Se había peleado con un amigo, dándose de bofetadas y palos en medio del puente del Real cuando iban a la feria a última hora.
Se habían emborrachado amigablemente, y al dirigirse después hacia la feria, surgió la disputa a consequencia de ciertas afirmaciones infames del elegante Roberto.
Le sorprendió la rapidez con que había transcurrido el tiempo y continuó su camino, dispuesto a vagar sin rumbo fijo, pero los grupos de gente que siguiendo el pretil marchaban en la misma dirección le arrastraron, haciendo que insensiblemente se encaminara a la feria de la Alameda.
No, decididamente, él no podía seguir paseando por aquella parte de la feria.
Huyó de aquellos sitios, dirigiéndose al final de la feria, donde estaban los al aire libre, las buñolerías apestando el ambiente con el aceite frito de sus fogones, y las rifas, cuyos dueños atraían con furiosos gritos a la gente, prometiendo una fortuna.
Volvió a encontrarse como en las Alamedas de Serranos, en una soledad relativa, mirando desde su banco la agitación de la feria y contemplando el cielo a través de las copas de los árboles, cuyas hojas, bañadas por el reflejo de la luz artificial, cambiaban su tono verde por un plateado mate.
Cuando comenzaron a arder con gran estruendo los fuegos artificiales en un extremo de la feria, él no abandonó su asiento.
Toda la feria adquiría un aspecto fantástico alumbrada por las bengalas, que tan pronto la coloreaban de alegre rosa como daban a las personas un tinte lívido.
Con la violencia de las explosiones saltaban hechos añicos los globos de vidrio del alumbrado de gas, el azufre colábase por todas las gargantas, llevando al fondo de los estómagos su sabor insufrible, pero todo entraba en la diversión, y al final, cuando estallaba el trueno gordo, haciendo temblar el suelo de la feria, la gente menuda prorrumpía en estruendosa aclamación, despertando de la pesadilla belicosa que la había enardecido durante media hora.
Al terminar la , Juanito salió de la feria.
Las niñas, con Andresito, hacían planes para la próxima feria.
De aquí proviene que, cuando recorremos los puestos de la Feria, nos parece que visitamos un cementerio, y que cada objeto es una tumba, o que ya estamos en el Valle de Josaphat, y asistimos a la gran cita de los pecadores, en que cada uno debe presentarse con su historia a la espalda, descalzo de pié y pierna, y no sabiendo quién lo rematará a su favor, si Dios para aumentar su gloria o el diablo para aumentar su infierno.
Lo que quiero saber ahora es qué sujeto era ese con quien te uniste después, el que te sacó de Madrid y te llevó de pueblo en pueblo como los trastos de una feria.
El café es como una gran feria en la cual se cambian infinitos productos del pensamiento humano.

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