Ejemplos con felicidad

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los hombres tienen derecho a la felicidad, todos los hombres, pero tienen derecho aquí mismo, en la tierra.
Si con el silencio me responden, me acogeré al derecho que me da la ley, pues estoy resuelta a todo, menos a renunciar a un enlace en el cual fundo toda la felicidad de mi vida.
Es preciso, pues, llevar al Parlamento hombres de recta voluntad, de posición, hombres verdaderamente, ¿cómo lo diré más claro?, hombres, en fin, contingentes, que no vayan allí a hacer su propio negocio, sino la felicidad de los pueblos.
Conque, hijos míos: dicho lo dicho, me largo a mis quehaceres, pero conste que no me he mezclado en vuestros asuntos hasta que lo habéis solicitado, y no dudéis que aquí o dondequiera que la fortuna os coloque, no han de faltaros mis pobres oraciones ni mis deseos de que Dios, autor y dispensador de toda felicidad, os la dé tan cumplida como duradera.
¡Qué poco se necesita para la felicidad, y cómo casi nunca llega ese poco!dice para sí la hermana de los Dolores, sin referirse, claro está, a la harina, el azúcar ni los huevos, puesto que no había parado atención en la réplica del francés, sino que estaba abstraída en sus pensamientos.
¡Qué poca cosa se necesita para hacer la felicidad de los demás!.
Todos los ensayos de organización para la felicidad, hasta ahora, han sido ensayos fracasados, aunque todos diferentes, tienen de común entre sí que en el fondo de todos ellos late una anarquía disimulada, vergonzante, cohibida.
Nuestra organización social al presente, esto que dicen la sociedad capitalista, es otro ensayo de organización para la felicidad, a base de dos órdenes de actividad, el político y el científico, con menosprecio y preterición de los otros.
En aquel ensayo de organización para la felicidad fueron menospreciados o preteridos los órdenes de actividad consciente distintos del religioso: el científico, el artístico, el político, y muchas veces el moral.
Así, la Iglesia de los primeros siglos fué una dulce y baldía anarquía, un ensayo de organización para obtener la felicidad después de la muerte.
En las epístolas de San Pablo vemos, sin posible interpretación en contrario, que el apóstol se creía inmortal, que cuantos profesasen en la fe de Cristo se harían inmortales, y que el Salvador volvería a establecer el reinado de la felicidad sobre la tierra para sus fieles, lo que él llamaba la , y como lo predicaba el apóstol así lo creían los secuaces.
El anónimo era creación literaria de Felicita, pintaba, con recargada sensiblería, los amores desgraciados de don Pedrito y Angustias, hasta el instante en que la pasión avasalladora les arrebataba en un torbellino y les impelía al rapto, refería que unos perseguidores desalmados iban a los alcances de los amantes evadidos, con propósito de destruir su felicidad, esbozaba, con trazos al carbón, el cuadro venidero de una doncella sin honor, de todos despreciada, y de un sacerdote indigno, caso que no se les permitiese casarse, y, por epílogo, suplicaba de los Padre dominicos y de los marqueses de San Madrigal que intercediesen con el obispo, con el cual tenían notorio metimiento, para que obligase al descarriado seminarista a cumplir como hombre cabal con la chica.
El estímulo más vehemente y constante, el móvil más poderoso y activo que ha puesto Dios en la conjunción humana de alma y cuerpo, es el deseo de felicidad.
Luego si lo primordial humano, por designio divino, es el deseo de felicidad, el hombre tiene derecho a la felicidad.
Todas estas actividades conspiran desde su origen a perfeccionar la sociedad, con el fin de alcanzar últimamente el máximo de felicidad para el máximo de individuos, si bien, por deficiencia humana, todos los ensayos de organización, hasta ahora, se han hecho a base de una manera de felicidad limitada y mediante uno solo de aquellos grandes órdenes de actividad consciente, con preferencia y preterición de los otros.
La Iglesia nació como un ensayo de organización para la felicidad.
El apóstol vió al cabo que él y todos los cristianes tenían que morirse, pero como no podía renunciar a la felicidad, decidió que no se moría sino el cuerpo, y que el espíritu, inmortal, penetraba en el reinado de Cristo, en la Gloria.
En toda la barraca no había mas que un objeto nuevo: la luenga caña que el maestro tenía detrás de la puerta, y que renovaba cada dos días en el cañaveral vecino, siendo una felicidad que el género resultase tan barato, pues se gastaba rápidamente sobre las duras y esquiladas testas de aquellos pequeños salvajes.
Pensó en la felicidad de dejar allí mismo, junto a un ribazo, aquel corpachón cuyo sostenimiento tanto le costaba, y agarrado a la almita de su hijo, de aquel inocente, volar, volar como los bienaventurados que él había visto conducidos por ángeles en los cuadros de las iglesias.
Para la festiva y bulliciosa señorita el amor era cosa muy grave y muy seria, con la cual no debía jugarse, sino algo, único en la vida, que se alcanza vivo, noble, duradero y dichoso, que asegura la felicidad o resulta malogrado, pasajero e infeliz, y al cual todo corazón bien puesto, toda alma elevada debe permanecer fiel en todos los instantes de la vida, hasta la hora de la muerte.
El alcalde perpetuo, don Basilio, dice, cuando de esto se trata: que en esa falta de aspiraciones está la dicha de Villaverde y la felicidad de sus gobernados.
Mira: nosotras deseamos tu felicidad, siempre has oído nuestros consejos pues oye ahora uno: no seas como tantos otros muchachos de tu edad, que andan, como mariposillas, de flor en flor.
La que despertó en mi alma eso sentimiento, es ahora esposa y madre, es feliz, y su felicidad me tiene contento y satisfecho.
La felicidad y bienestar de mi familia en tiempos mejores vino a sonreirme, a lastimar con sus alegres memorias mi dolorido corazón.
Yo sé muy bien cuánto vales, que, por mil motivos, eres digno de una mujer que te honre, sin que la historia de su familia, o el origen de la que llegue a ser tu esposa sea obstáculo a tu felicidad, yo bien sé, Rorró, que tu tía, doña Carmelita, desea para tí una mujer de brillante cuna, elegante, hermosa rica.
Herrera, y, como era posible que Angelina se fuera con él, quería yo gozar de los pocos días de felicidad que me quedaban.
Por mi parte, me importan poco las intrigas y las calumnias, y si tú te sobrepones a ellas y cierras tu corazón a los sentimientos de discordia que una mano aleve quiere introducir en él, nada se opondrá a nuestra felicidad.
Haz que el mundo no se oponga a nuestra felicidad, y concédeme el favor de esta unión, que juro sea buena ante el mundo como lo es en mi conciencia.

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