Ejemplos con excelencia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Para personificar una plaga social, buscó un tipo insignificante, un , egoísta, vulgar, sin ninguna cualidad dominante buena ni mala, que no es sabio ni tonto, ni hermoso ni feo, ni rico ni pobre, ni muy viejo ni muy joven, sin aficiones políticas ni literarias, un ser por excelencia prosaico, envuelto en las más ruines y mezquinas contradicciones de la vida.
Queda dicha la excelencia satánica del carácter de Patricio, tan complicado, tan difícil y de tan paciente estudio.
Muchas graciascontestó con sorna su excelencia.
No he concluido todavíaañadió su excelencia.
El de Plauto o el de Molière, tipos abstractos, creados para demostrar una máxima ética, están, con todo eso, más cerca de la vida que el personaje quevedesco, lo cual no quita nada a la excelencia de este último, antes, a mi entender, la aumenta.
Y siendo la novela, por excelencia, trasunto de la vida humana, conviene que en ella turnen, como en nuestro existir, lágrimas y risas, el fondo de la eterna tragicomedia del mundo.
Es la realeza católica por excelencia.
¡Y quién sabe si aun esos pocos privilegiados no se sienten mordidos por el demonio de la vanidad, y al extremar los ascetismos de su vida, piensan en la gloria de verse en los altares! El sacerdote que logra dominar la carne cae en la avaricia, que es el vicio eclesiástico por excelencia.
¿Qué vale ella, qué vale toda su hermosura, toda la lozanía de su mocedad, toda la noble altivez de su mirada, todo el ritmo de su forma, toda la gracia de sus movimientos, si acierto a volver de nuevo mi mente y mi voluntad hacia ti, en quien no hay excelencia, beldad y gracia que no se cifren y resuman?.
Era, por excelencia, lo que se llama un diputado natural.
¿No es necedad que yo pague y no cobre? ¿No es bobada que yo contribuya y no distribuya? ¿No sería más discreto que yo imitase a Don Paco, el grande elector de este distrito, que paga diez y saca ochenta? Pues qué, ¿no tengo yo sobrinos, hijos y ahijados a quienes dar turrón? ¿Una gran cruz, no me vendría que ni de molde? ¿El tratamiento de excelencia se me despegaría? En vez de pagar mucho, como pago ahora, y de no recibir nada, como no recibo, ¿no me sentaría divinamente pagar menos, y recibir con usura lo pagado y más de lo pagado? Pues esto es la política, y por esto quiero meterme en la política.
La afición de doña Luz no se diferenciaba a sus ojos de la que le tuvieron estos o aquellos neófitos indios, chinos o anamitas, salvo en ser la afición de doña Luz más de estimar por la excelencia de la persona que la sentía, en quien el Padre hallaba un sin número de brillantes calidades: un espíritu cultivadísimo y capaz de elevarse a las esferas más encumbradas del pensamiento y un corazón lleno de afectos tiernos, nobles y puros.
Y no hay excelencia en lo creado, cuyo valer no estime y pondere en lo justo, ni beldad en quien sin concupiscencia no se complazca, porque tiene ya hartura y plenitud de deleites purísimos, ni riquezas que no mire sin codicia, porque está agraciada y como heredada de los más preciosos dones, y ama sin celos al amor que da Dios a las criaturas, por que las comprende en su mente e imagina que todo el amor que vierte Dios en ellas, le recibe y le guarda para sí propia.
Pueblo por excelencia agrícola, mira cultivados sus campos como hace cien años, rinde los mismos productos, cosecha los mismos frutos.
La es la fiesta popular por excelencia: una costumbre árabe, transformada y mejorada a través de los siglos hasta convertirse en caricatura audaz, en protesta de la plebe.
Llevando su broma hasta el fin, Ballester porfiaba que la yema era venenosa, mas como el otro rechazara la complicidad en aquel homicidio, diose a partido el exaltado boticario, diciendo que la pelotilla era de azúcar con aceite de croto, que es el derivativo drástico por excelencia.
Por el hábito que tengo, que estoy por decir que es tan sandio Vuestra Excelencia como estos pecadores.
Híncate de rodillas, Sancho dijo don Quijote, y besa los pies a Su Excelencia por la merced que te ha hecho.
Este don Quijote, o don Tonto, o como se llama, imagino yo que no debe de ser tan mentecato como Vuestra Excelencia quiere que sea, dándole ocasiones a la mano para que lleve adelante sus sandeces y vaciedades.
Vuestra Excelencia, señor mío, tiene que dar cuenta a Nuestro Señor de lo que hace este buen hombre.
Y que el de casarse los enamorados era el fin de más excelencia, advirtiendo que el mayor contrario que el amor tiene es la hambre y la continua necesidad, porque el amor es todo alegría, regocijo y contento, y más cuando el amante está en posesión de la cosa amada, contra quien son enemigos opuestos y declarados la necesidad y la pobreza, y que todo esto decía con intención de que se dejase el señor Basilio de ejercitar las habilidades que sabe, que, aunque le daban fama, no le daban dineros, y que atendiese a granjear hacienda por medios lícitos e industriosos, que nunca faltan a los prudentes y aplicados.
El aparato con que se han de hacer es estraordinario y nuevo, porque se han de celebrar en un prado que está junto al pueblo de la novia, a quien por excelencia llaman Quiteria la hermosa, y el desposado se llama Camacho el rico, ella de edad de diez y ocho años, y él de veinte y dos, ambos para en uno, aunque algunos curiosos que tienen de memoria los linajes de todo el mundo quieren decir que el de la hermosa Quiteria se aventaja al de Camacho, pero ya no se mira en esto, que las riquezas son poderosas de soldar muchas quiebras.
Venga Vuestra Excelencia con la salud que es deseado, que ya estará Persiles para besarle las manos, y yo los pies, como criado que soy de Vuestra Excelencia.
Con esto le despedí, y con esto me despido, ofreciendo a Vuestra Excelencia los Trabajos de Persiles y Sigismunda, libro a quien daré fin dentro de cuatro meses, Deo volente, el cual ha de ser o el más malo o el mejor que en nuestra lengua se haya compuesto, quiero decir de los de entretenimiento, y digo que me arrepiento de haber dicho el más malo, porque, según la opinión de mis amigos, ha de llegar al estremo de bondad posible.
Enviando a Vuestra Excelencia los días pasados mis comedias, antes impresas que representadas, si bien me acuerdo, dije que don Quijote quedaba calzadas las espuelas para ir a besar las manos a Vuestra Excelencia, y ahora digo que se las ha calzado y se ha puesto en camino, y si él allá llega, me parece que habré hecho algún servicio a Vuestra Excelencia, porque es mucha la priesa que de infinitas partes me dan a que le envíe para quitar el hámago y la náusea que ha causado otro don Quijote, que, con nombre de segunda parte, se ha disfrazado y corrido por el orbe, y el que más ha mostrado desearle ha sido el grande emperador de la China, pues en lengua chinesca habrá un mes que me escribió una carta con un propio, pidiéndome, o, por mejor decir, suplicándome se le enviase, porque quería fundar un colegio donde se leyese la lengua castellana, y quería que el libro que se leyese fuese el de la historia de don Quijote.
En Florencia, ciudad rica y famosa de Italia, en la provincia que llaman Toscana, vivían Anselmo y Lotario, dos caballeros ricos y principales, y tan amigos que, por excelencia y antonomasia, de todos los que los conocían los dos amigos eran llamados.
Pues, ¿qué diremos de Gasabal, escudero de don Galaor, que fue tan callado que, para declararnos la excelencia de su maravilloso silencio, sola una vez se nombra su nombre en toda aquella tan grande como verdadera historia? De todo lo que he dicho has de inferir, Sancho, que es menester hacer diferencia de amo a mozo, de señor a criado y de caballero a escudero.

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