Ejemplos con esmero

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Tras de lo cual, el pesimista abrió un cajón de su mesa-escritorio, y sacó un objeto reluciente y prolongado, que reconoció con el mayor esmero.
Lucía, exhausta con tantos esfuerzos, y con el esmero incesante a Pilar consagrado, mudaba las rosas de las mejillas en azucenas, y adelgazaba notablemente, a pesar de comer con buen apetito.
Tòni lo había visto hecho otro hombre, con la barba recortada, vistiendo lo mejor de su equipaje, delatando en el arreglo de su persona un esmero minucioso, una voluntad decidida de agradar.
Pues qué, ¿no era lícito amar la ciencia, la virtud y el ingenio que en el Padre resplandecían? ¿Qué mal había en mostrarlo? Y en cuanto al esmero en el adorno de su persona, ¿qué ley divina ni humana podía imponerle la obligación de ocultar las prendas que el cielo le había dado y de no lucirlas hasta donde esto es compatible con el más rígido decoro? De esta suerte se absolvía doña Luz, pero, prosiguiendo en sus cavilaciones, añadía en su pensamiento: Y si yo supongo que él me ama, ¿por qué no ha de suponer él que le amo yo? Si yo no tengo motivo para suponerlo, si es mi vanidad quien lo supone, bien puede él ser tan vanidoso como yo y suponerlo del mismo modo.
Con el mismo esmero con que procuraba no manchar su inteligencia ni su voluntad con ideas o con afectos indignos, atendía a la material limpieza y al honesto adorno de su persona.
Enrique traía consigo un criado chino, llamado Ramón, que le cuidaba con el mayor esmero.
La emulación o la manía imitativa eran lo que determinaba la idea de que si su marido se ponía muy malo, muy malo, ella sería la maravilla del mundo por el esmero en asistirle y cuidarle.
de Quevedo, diciéndole: Lléveselo usted, lo he pulverizado yo mismo con el mayor esmero.
Familias de las más empingorotadas del comercio le sentaban a su mesa, no sólo por amistad sino por egoísmo, pues era una diversión oírle contar tan diversas cosas con aquella exactitud pintoresca y aquel esmero de detalles que encantaba.
Rodrigo con el mayor esmero, no cifrado todavía en enseñarle nada literario, ni tan siquiera a leer y a escribir, de lo cual decia que siempre habria tiempo, sino en fortalecer y avalorar su ya robusta naturaleza física, sujetándolo a rudos ejercicios de agilidad y fuerza, aleccionándolo en la equitacion y en la natacion, obligándolo a andar largas jornadas en interminables cacerías y explicándole de paso los misterios de la Sierra, la botánica de los montesinos, la medicina de los cortijeros, la astronomía de los pastores, las costumbres de todos los animales, la manera de luchar con ellos y matarlos, o de cogerlos vivos y reducirlos a su obediencia, y otros muchos secretos de la vida agreste y montaraz, de donde resultaba que siempre estaban juntos padre é hijo, y que se querian y trataban, más que como lo que eran, como dos hermanos, como dos camaradas, como dos compadres.

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