Ejemplos con escaso

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Eran árboles negros, de enorme tronco nudoso y abierto, abombados por grandes excrecencias y con escaso follaje, olivos que tenían siglos de existencia, que no habían sido podados nunca y en los que la vejez robaba savia al ramaje, hinchando el tronco con las expansiones de una lenta y penosa circulación.
Anochedijo al fin don Gilléncomencé a contarle innumerables futesas, sin interés o de muy escaso interés.
Es más: a quien nació idealista, es decir, con un exceso de vida espiritual propia, que tiñe con sus matices el espectáculo de lo real, será siempre en vano predicarle que tome por otra senda, como será no menos imposible empeño apartar de la suya al que, escaso de facultades imaginativas, ve las cosas como son, y les aplica el menor grado de transformación artística posible.
Los HOMBRES DE PRO =Obras completas=, _en cuya impresión no se seguirá el mismo orden en que fueron saliendo a luz por vez primera, sino el más conveniente a mis propósitos, que en nada perjudican el escaso interés que puedan merecer del público mis libros.
Dice así: Una vez era un hombre que, por pensar y sentir tanto, hablaba escaso y premioso.
Pero al ver el escaso resultado de sus violencias, se empequeñeció, se hizo humilde, pretendiendo ganar con sus gracias una por una a todas las mujeres.
En vano le hablaban los corredores del escaso público que asistía a las subastas.
Y cada uno apretaba al vecino para arrebatarle unas pulgadas de asiento, para introducir su escaso equipaje entre los bultos suspendidos sobre las personas con los más inverosímiles equilibrios.
Con una mano enjuta mostraba la balanza, símbolo del alimento escaso, que iba a alcanzar el valor del oro.
Al morir el padre, viéndose sin otra fortuna que sus trajes y unas cuantas joyas artísticas de escaso precio, decidía fríamente su destino.
Tenía escaso talento para la pintura, pero una gran inteligencia para los negocios.
Después iba sacando del perfumado encierro todas las joyas que constituían su orgullo: pendientes y sortijas de gran precio revueltos con otras alhajas exóticas de bizarras formas y escaso valor adquiridas en sus viajes.
Los ríos que se arrojaban en su seno para renovarlo eran pocos y de escaso caudal.
Entonces la furia de la impotencia le hacía dar saltos desiguales, convulsiones de epiléptico en que se torcía irritado, espumarajeando, con desesperada proyección al fin, caía domado y exánime, despidiendo sólo a intervalos un escaso chorro, separado por largos espacios, como las llamaradas postrimeras de la luz que se extingue.
Entregábase mientras tanto Miranda a la importante tarea de facturar el equipaje, no escaso, compuesto de dos baúles mundos, una sombrerera y un cajón especial de tela y cuero, a propósito para guardar de arrugas el planchado de sus camisas de vestir.
Tanto es mi respeto y amor hacia nuestros modelos nacionales, que acaso por mejor imitarlos y empaparme en ellos, di a el sabor arcaico, ensalzado hasta las nubes por la benevolencia de unos, por otros censurado, pero, en mi humilde parecer, no del todo fuera de lugar en una obra que intentaen cuanto es posible en nuestros días, y en cuanto lo consiente mi escaso ingeniorecordar el sazonadísimo y nunca bien ponderado género picaresco.
Por los bajos de la pared, y a manera de sillas, había, en trípodes de ébano, pequeños vasos chinos, de colores suaves, con mucho amarillo y escaso rojo.
Primeramente vivió en Madrid del escaso producto de unas clases que daba a los niños de don Leandro Álvarez Torrijo y a los de la Viuda del General Ravenet.
De modo que, como con el cultivo de la inteligencia vienen los gustos costosos, tan naturales en los hispanoamericanos como el color sonrosado en las mejillas de una niña quinceña, como en las tierras calientes y floridas, se despierta temprano el amor, que quiere casa, y lo mejor que haya en la ebanistería para amueblarla, y la seda más joyante y la pedrería más rica para que a todos maraville y encele su dueña, como la ciudad, infecunda en nuestros países nuevos, retiene en sus redes suntuosas a los que fuera de ella no saben ganar el pan, ni en ella tienen cómo ganarlo, a pesar de sus talentos, bien así como un pasmoso cincelador de espadas de taza, que sabría poblar éstas de castellanas de larga amazona desmayadas en brazos de guerreros fuertes, y otras sutiles lindezas en plata y en oro, no halla empleo en un villorrio de gente labriega, que vive en paz, o al puñal o a los puños remite el término de sus contiendas, como con nuestras cabezas hispanoamericanas, cargadas de ideas de Europa y Norteamérica, somos en nuestros propios países a manera de frutos sin mercado, cual las excrecencias de la tierra, que le pesan y estorban, y no como su natural florecimiento, sucede que los poseedores de la inteligencia, estéril entre nosotros por su mala dirección, y necesitados para subsistir de hacerla fecunda, la dedican con exceso exclusivo a los combates políticos, cuando más nobles, produciendo así un desequilibrio entre el país escaso y su política sobrada, o, apremiados por las urgencias de la vida, sirven al gobernante fuerte que les paga y corrompe, o trabajan por volcarle cuando, molestado aquel por nuevos menesterosos, les retira la paga abundante de sus funestos servicios.
La gente sobria y humilde, habituada a los cultivos de escaso rendimiento de la montaña, admiraba los ternos nuevos y lustrosos de los contratistas, sus boinas flamantes, las gruesas cadenas de oro sobre el vientre y sus manos de antiguos obreros con dedos gruesos de uñas chatas, abrumados por enormes sortijas.
¿Quién sabe por qué se quiere? Tal vez, porque en aquella vida de Bilbao, huraña y de escaso trato social, en la que hombrea y mujeres vivían separados, era Pepita la única joven con la que había tenido algún trato, y el amor, que no piensa en diferencias sociales, ni conoce otros obstáculos que los de la naturaleza, le había sorprendido, inflamando sus treinta años, la edad de las grandes pasiones.
Esta atraería al Madrid de rompe y rasga, que brilla y que bulle, pequeña, pero venenosa levadura que corrompe la sociedad entera y la hace aparecer, al imponerle sus leyes a sus vicios, escandalosa hasta un punto que no lo es ciertamente, la otra atraería al Madrid honrado, sensato y devoto, no tan escaso como muchos creen, y en torno de uno y otro bando se agruparía al punto el Madrid verdaderamente inmenso, la gran falange cortesana de gente más bien frívola que corrompida, más bien insustancial que viciosa, que vive de reflejos y escandaliza o edifica, según es escandaloso o edificante el astro que le comunica sus resplandores.
Mientras pasaba esto en el ánimo de doña Luz, don Acisclo repartió entre sus hijos o guardó para sí los pocos y pobres objetos que el Padre había dejado, y que más habían de conservar como sagrada memoria que por el escaso valer que tuviesen.
Los guardas salieron a cobrar no sé qué gabela de seguridad pública, con lo cual no había contado el pobre estudiante escaso de dineros.
El desaliento las tuvo hasta bien entrada la noche clavadas en sus asientos del salón, silenciosas, sin otra luz que el escaso resplandor de los reverberos públicos que entraba por los balcones abiertos, produciendo una débil penumbra.
Aquel era el mejor sitio, pero no lo decían, porque el egoísmo les hacía considerar que si se enracimaban allí todas las mujeres, el escaso fresco del agua se repartiría más y tocarían a menos.
Doña Lupe reflexionó mucho todo aquel día, y como tenía un gran sentido de la realidad, empezó a reconocer el poder que ejercen sobre nuestras acciones los hechos consumados, y el escaso valor de las ideas contra ellos.
Y, con todo esto, se disolvió el concurso, y cada cual tornó a sus quehaceres ordinarios, despidiéndose unos de otros hasta la tarde, en la Rifa , no obstante el escaso interes que ya les ofrecia la fiesta.
La forastera, con traje negro, mantilla blanca y muchas joyas de escaso valor, ocupaba el balcon principal de una de las mejores casas de aquel barrio, balcon enorme, con balaustres de madera color de chocolate, que podia contener quince o veinte personas.
ª Si doblando Punta Rubia le diere el viento escaso, puede dar fondo, pues estando ya de la parte de adentro, no hay mucha marejada, porque esta quiebra en los bajos de afuera: pero con la advertencia de que sea con la mejor ancla que tenga, por la mucha corriente que hay.

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