Ejemplos con escajo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Es el caso que, no bien consumió la fogata el último escajo del acopio y la gente se quedó a oscuras, comenzó el pacífico desfile de los más con rumbo a los respectivos lugares. Los menos, es decir, una pandilla de mozos casaderos, enamorados y correspondidos los unos, pretendientes a secas los otros, aspirantes a serlo los demás, después de tomar un trago en la ya extenuada carral de la arboleda, que poco después fue arrastrada de allí a su correspondiente ''metrópoli'', corrieron a la cercana casa de uno de ellos, donde había, sobre una cama, hasta una docena de arcos revestidos de flores naturales y olorosas. Tomó cada cual el que le pertenecía, y sobró uno, que era el de Bastián, y entonces se supo que éste, empapado en vino hasta los huesos y no muy firme de pies, había marchado hacia su casa mucho antes de apagarse la hoguera.
Para solemnizar debidamente momentos tan placenteros, toma del rincón de la leña la mejor mata de escajo, y la arroja sobre el montón de gruesos tizones que empiezan a quemarse en el llar.
Un silbido muy original de Chisco, el latir de un perrazo poco después, una luz tenue y errabunda aparecida de pronto, la detención repentina de mi caballo, tras el último par de resbalones con las cuatro patas sobre los lastrales «pendíos» de la vereda, bultos negros en derredor de la luz y rumor de voces ásperas y de distintas «cuerdas», mi descenso dificultoso del caballo, al cual parecía adherido mi cuerpo por los quebrantos de la jornada y los rigores de la intemperie, mi caída sobre un pecho y entre unos brazos envueltos en tosco ropaje que olía a humo de cocina, y la sensación de unas manazas que me golpeaban cariñosamente las costillas, al mismo tiempo que los brazos me oprimían contra el pecho, mi nombre repetido muchas veces, junto a una de mis orejas, por una boca desportillada, mi entrada después, y casi a remolque, en un estragal o vestíbulo muy obscuro, mi subida por una escalera algo esponjosa de peldaños y trémula de zancas, mi ingreso, al remate de ella, en otro abismo tenebroso, mi tránsito por él llevado de la mano, como un ciego, por una persona que no cesaba de decirme, entre jadeos del resuello y fuertes amagos de tos, cosas que creería agradables y desde luego le saldrían del corazón, advirtiéndome de paso hacia dónde había de dirigir los míos, o dónde convenía levantar un pie o pisar con determinadas precauciones, sin dejar por ello de pedir a gritos y con interjecciones de lo más crudo, una luz que jamás aparecía, porque, como supe después, toda la servidumbre andaba en el soportal bregando con los equipajes y las cabalgaduras, de pronto un poco de claridad por la derecha, y la entrada en otro páramo de fondos negrísimos con una lumbre en uno de sus testeros, después, el acomodarme, a instancias muy repetidas de mi conductor, en el mejor asiento de los que había alrededor de la lumbre, y el ponerse él, pujando y tosiendo, a amontonar los tizones esparcidos, y a recebarlos con dos grandes, resecas y copudas matas de escajo.
Es, pues, el caso que los labradores ganaderos de la parte central de la provincia, cuando llega el mes de mayo, no solamente no tienen en el pajar un pelo de yerba de la recogida en el agosto anterior, sino que sus ganados han destrozado ya las mieses durante los meses de derrotas, y han recorrido las sierras bajas, y han comido escajo, picado a fuerza de ímprobos sudores, y han ido entresacando los ''herbalachos'' que crecen entre zarzas y matorrales, y hasta han roído el césped de las lindes de los ''camberones''.
¿De qué le servían ya estas prendas y otras no menos coruscantes? ¿De qué su palacio ostentoso? ¿De qué su remilgado contoneo y hechicera sonrisa? ¡De incesante y bárbaro martirio, puesto que nada hablaban al corazón de la empedernida ingrata para quien labró su palacio, y antes se engalanaba, se balanceaba y se sonreía el desventurado! En adelante cubriría el espejo con fúnebres crespones, y enfundaría en áspera lona sus baúles, y dejaría que el escajo, la garduña, las zarzas y los helechos invadieran los pespunteados cuarterones de su jardín.
-Eso no, porque ni allí los admitirían ya, ni ellos entrarían de buen aquél con el escajo que tienen en el alma, gracias a este pico y al muy resalado del hijo mío.
Venían hombres, mujeres y chiquillos, y estos eran los que alumbraban con manojos de escajo seco, dándose y quitándose la lumbre, con algazara de noche de San Juan.

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