Ejemplos con ensueños

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La sábana de agua que se encorvaba al desprenderse de las altas rocas despertó en su memoria ensueños anteriores.
Sus ojos se cerraron, y dulcemente fue cayendo en un sopor, sin ensueños, sin delirio, en la blandura gris de la nada, como si su pensamiento se durmiese antes que su cuerpo.
A unas personas se les colma de sopetón la vasija, y caen dormidas en un sueño inerte y sin ensueños, luego la vasija se va desaguando con regularidad, y en las tempranas horas mañaneras la cabeza se halla vacía, limpia, despejada y el cuerpo con anhelo de ejercicio.
Sin la guerra, tal vez hubiésemos realizado nuestros ensueños, pero ¡ahora! Fíjate bien.
¡Bendita guerra que les permitía acercarse y tocar a estas mujeres blancas, perfumadas y sonrientes, tal como aparecen en los ensueños las hembras paradisíacas reservadas a los bienaventurados! Madama Madama , suspiraban, poblándose al mismo tiempo de llamaradas sus pupilas de tinta.
Y experimentaba, como en los ensueños, la angustia del hombre probo y desesperado que desea cumplir sus compromisos.
Un gran pintor había dado forma corporal a estos terribles ensueños.
No era el caballero de los ensueños esperado por la dama blanca.
Cuando más, le dedicaba un bufido irónico al verla erguida en la puerta a la hora del atardecer contemplando el horizonte, ensangrentado por la muerte del sol, con un codo en el quicio y una mejilla en una mano, imitando la actitud de cierta dama blanca que había visto en un cromo esperando la llegada del caballero de los ensueños.
Vió casi realizados los ensueños de su niñez, cuando devoraba historias de corsarios y novelas de aventuras marítimas.
Eres el único hombre que he amado No sonrías así: me da miedo tu incredulidad El remordimiento va unido a mi pobre amor, ¡te he hecho tanto daño! Odio a los hombres, ansío causarles todo el mal que pueda, pero existe una excepción: ¡tú! Todos mis deseos de felicidad son para ti, mis ensueños sobre el porvenir tienen siempre como centro tu persona ¿Quieres que permanezca indiferente al verte en peligro? No, no miento Todo lo que te diga esta tarde es la verdad, ya no podré mentirte nunca.
Estas coronas medioevales, que se repetían hasta en los remates de los reverberos, eran el eterno tema decorativo de una ciudad industrial poco dada a los ensueños y áspera para la ganancia.
Ulises vió señoras vestidas de blanco haciéndose abanicar, tendidas en sillones, por sus pequeños pajes chinescos, vió militares bronceados y enjutos, con aspecto enfermizo, que parecían galvanizados por la guerra que los arrancaba a la siesta asiática, y niñas, muchas niñas, contentas de ir a Francia, el país de sus ensueños, olvidando en esta felicidad que sus padres marchaban tal vez a la muerte.
La embriaguez, al apoderarse de él, entornando sus ojos, evocaba siempre idénticos ensueños.
Su buque está detenido en el puerto por una avería, debe usted quedarse un mes en tierra, encuentra en un viaje a una mujer que comete la tontería de acordarse de que le conoció en otros tiempos, y se dice: Magnífica ocasión para entretener agradablemente el fastidio de la espera Si yo le creyese, si aceptase sus deseos, dentro de unas semanas, al quedar listo el buque, el héroe de mi amor, el paladín de mis ensueños, se haría al mar diciendo como último saludo: ¡Adiós, imbécil!.
En su casa, lo primero que veía al despertar era un edificio catalán, rico y monstruoso, semejante a los palacios que dibujan los hipnotizados en sus ensueños: una amalgama de flores persas, columnas góticas, troncos de árboles con cuadrúpedos, reptiles y caracoles entre follajes de cemento.
En una butaca yacía Artegui, cual siempre, yerto, abandonado a la inercia de sus ensueños.
Los que la componían se arruinaron por completo, siendo ricos, sufrieron lo indecible, habiendo nacido felices, y en medio del vigor de la humana fortaleza, a la mitad del camino de la vida, tristemente se desangraron y murieron, ¡y no tuvieron la compensación que nosotros hemos tenido, la de ver tremolando sobre el suelo de su patria la bandera de sus ilusiones y de sus ensueños!.
¡Ensueños de hormiga!, ¡menos aún! El mismo Sol, que nos parece inmenso comparado con nuestro globo, no es más que un átomo de la inmensidad.
La humedad iba descascarillando y borrando gran parte de esa pintura novelesca que orlaba la ojiva como la portada de un libro, pero Gabriel aún vio la horrible cara del judío puesto al pie de la cruz y el gesto feroz del otro que, con el cuchillo en la boca, se inclina para entregarle el corazón del pequeño mártir: figuras teatrales que más de una vez habían turbado sus ensueños de niño.
¿Quién sino yo podía comprenderla en este lugar, entre gente zafia y villana? ¿Quién ordenar y aclarar sus vagos ensueños? ¿Quién interpretar los enigmas? ¿Quién señalarle el blanco adonde importaba dirigir oraciones y suspiros, para que no fuesen como mal disparadas saetas que se pierden en el aire y acaban por dar en tierra, sin llegar a herir dicho blanco? ¿Quién acabar de abrir a su razón, ansiosa de verdad, el recinto misterioso de las más sublimes doctrinas? ¿Quién declararla el por qué y el cómo de las cosas, hasta donde es posible saberlo? ¿Quién servir de guía a su espíritu en sus vuelos audaces, cuando subía por cima de todo lo natural y creado, anhelante de tocar a la inaccesible, eterna e inexhausta fuente de donde mana? En suma, yo me lisonjeé de ser su maestro, su amigo, el depositario de sus ideas, el que oyese, moderase y avivase o templase a su placer las palpitaciones profundas de su corazón entusiasta.
Todos los vagos ensueños de amor, todas las palabras dulces, todos los regalos del alma se ofrecieron de repente a su fantasía, no ya cifrados en un ser ideal y aéreo, creación imaginaria, sino aplicados y consagrados al amor de una persona real y llena de vida, cuyas excelentes prendas se complacía en reconocer y cuyo afecto hacia ella adulaba su orgullo.
Sobre todo esto, sólo podían forjarse teorías y ensueños, lanzándose en especulaciones aventuradas, más allá de los términos y linderos hasta donde la razón nos sigue.
Estaba envuelto en el humo azulado, sutil y picante que se escapaba del fogón de los buñuelos, un vaho grasoso, inaguantable, capaz de hacer llorar y toser a los monigotes de la Y lo primero que vio al volver de sus ensueños fue un par de viejos que, asomados a la puerta del cafetín, le miraban con sonrisa burlona.
Ame usted, pase las noches de claro en claro, estrujando la inspiración para fabricar sonetos amorosos, expóngase usted a los arrebatos de un papá indignado que quiere que la familia se retire pronto ¿y todo para qué? para que ahora, despedido y olvidado sin justificación alguna, , la mujer de los ensueños e inspiraciones, la décima musa, le mirase con cara de pocos amigos, diciéndole con sus ojos desdeñosos: ¡Largo de aquí, trasto! ¡No me importunes más!.
Y sin embargo aseguro que mi corazón era de Angelina, porque a las voces, en mis ensueños, no veía yo a Gabriela, sino a Linilla, a Linilla que me miraba tristemente, como si fuera a decirme:.
Pero no me burlo de mis ensueños juveniles impunemente, cuando me río de ellos me duele el corazón.
La palmatoria que presenció los ensueños del poeta, le hace guiños, como trayéndole a la memoria los instintos sublimes de su adolescencia.
En los días sucesivos figurábase que seguía viéndola o que se iba a aparecer por cualquier puerta cuando menos lo esperase El mucho pensar en ella la llevó, al amparo de la soledad del convento, a tener por las noches ensueños en que la señora de Santa Cruz aparecía en su cerebro con el relieve de las cosas reales.
En medio de estos dulcísimos ensueños de su alma arrebatada, sentía Maximiliano unos saetazos que le hacían volver sobresaltado a la realidad.

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