Ejemplos con encumbrado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El afán justiciero de Alfonso XI, encumbrado por su tenaz lucha contra los moros.
Un señor serio y encumbrado al que las normas sociales le imponen callar muchas de las cosas que quiere expresar.
Hijo del cantante Louis Chedid y nieto de la reconocida poetisa Andrée Chedid, Mathieu ha desarrollado una trayectoria artística admirable, que lo ha encumbrado como uno de los músicos más importantes, respetados y admirados en los países de habla francesa alternando con importantes personalidades como Paul McCartney, Sean Lennon, Vanessa Paradis, Arthur H, Adanowsky entre muchos otros.
La dinastía XVIII había encumbrado el culto a Amón, ya que se consideraba que su ayuda había sido crucial para expulsar a los odiados hicsos.
Posteriormente fue encumbrado a la condición de segunda persona del Inca.
Encumbrado así, por su gran mérito, al más alto rango profesional, este médico, de dudosos estudios oficiales, pero de merecido renombre dejó de existir en Madrid.
En parte, esto era así porque se había encumbrado por sus propios medios.
Poco después llegaron a lo más encumbrado, dando vista a Zarzalejo.
Si acaso el favor de las damas le había encumbrado, sería, probablemente, sin él haberlo buscado con singular empeño.
Con faltarle su mujer, faltole al señor Joaquín la diestra mano, y fue decayendo en él aquella ufanía con que dominaba el mostrador, luciendo su estatura gigantesca, y alcanzando del más encumbrado estante los cajones de pasas, con sólo estirar su poderoso brazo y empinarse un poco sobre los anchos pies.
Aspiración de lujo, matrimonio encumbrado, todo me resaltó como una llaga en mi propia alma.
El general cayó pronto del encumbrado puesto, y acabó sus días, triste y descorazonado Cincinato, en miserable ranchejo, cuidando de unas cuantas vacas tísicas y estériles.
Por aquel beso hubiera yo subido entonces, en busca de flores, hasta lo más encumbrado de la sierra, ahora no caminaría yo cien metros en busca de una rosa, así fuese para obsequiar a la mujer más bella.
Rotondo dejó allí a Martín y partió a afeitar no sabemos qué encumbrado conspirador.
¿No echáis de ver, por otra parte, cómo fulmina Dios contra los brutos descomunales a quienes no deja ensoberbecer, y de los pequeños no pasa cuidado? ¿No echáis de ver tampoco, cómo lanza sus rayos contra las grandes fábricas y elevados árboles? Ello es que suele y se complace Dios en abatir lo encumbrado, y a este modo suele quedar deshecho un grande ejército por otro pequeño, siempre que ofendido Dios y mirándolo da mal ojo, le infunde miedo o truena sobre su cabeza, accidentes todos que vienen a dar con él miserablemente en el suelo.
Aspiración de lujo, matrimonio encumbrado, todo me resaltó como una llaga en mi propia alma.
Manuel Guirior era don Higinio Falcón, clérigo mozo, que con recomendación de su encumbrado deudo, se presentó al obispo de Arequipa solicitando un beneficio eclesiástico.
Y al cabo de un gran rato se ha encumbrado.
Y no con el desaliento del gladiador, que anticipándose a su destino y mirando al César encumbrado sobre las más altas gradas del circo, exclamaba: «Los que van a morir os saludan», sino como el fuerte y viril republicano:.
Desde el teatro más modesto al más encumbrado se debe escribir la.
Presto le divisaréis encumbrado en las coronillas de los.
¡Oh supina ignorancia! ¿Cómo pudo el filosofo padre Feijoo consagrar tantas vigilias, tal rimero de epístolas nos ha legado, a las áridas cuestiones de religión, de filosofía, artes, oficios, ciencias y literatura, sin reparar un poco en la elasticidad del género que cultivaba en el porvenir que le estaba reservado fregando con él los gabinetes de una cortesana? Mientras los otros, profundos políticos, eminentes moralistas, desfacedores de entuertos sociales, agotaban velones y chamuscaban mechas de algodón emborronando pliegos y más pliegos, sacudiendo tajos y mandobles a todo estorbo que hallaban a su paso, ¿cómo no se les ocurrió dejar las cosas como estaban, cantar las jerarquías políticas, barrer las gradas del Poder, adular la aristocracia financiera y entrar en los suntuosos estrados, no para estudiar los vicios y las aberraciones de la culta sociedad, satirizándolos luego con el nocivo fin de extirparlos y traer a otro sendero la descarriada civilización, sino para convertirse en sabrosos narradores de todos los sucesos de telón adentro y ser los panegiristas del encumbrado señorón monsieur ''le bon ton''? Se plega tan bien el estilo epistolar a estos asuntos, cabe tanta amenidad en él prodigándolo cada día.
Por lo demás, y volviendo a nuestra contemplación, los titanes de hielo de la Alpujarra no gozaban aquella mañana en su encumbrado solio de toda la seguridad que pudiera suponerse.
Asomámosnos finalmente a la misma playa que servía de base al encumbrado último cerro de aquella erguida sierra, y Adra no pudo ya por menos de dejarse ver.
Desde la altura a que los habían encumbrado sus hazañas y virtudes, su caída fue grande y lastimosa.
y borrar el blasón divino, que en sus versos no vale, sino blasón bonito, elegante, ilustre, encumbrado, en suma, todo lo que se quiera si carece de color y de sentido preciso.
Yo veo con patriótica satisfacción el crédito, cada día mayor, que alcanzan en países extraños nuestros pintores, crédito que persuade al público español de que en la pintura nos hemos encumbrado, como en los mejores tiempos, a la altura de las naciones más gloriosas y fecundas en dicho arte, pero también estoy persuadido de que estas elevaciones no suelen ser en un arte solo, sino que son, por lo común, simultáneas en muchos: en casi todas las manifestaciones de la actividad del espíritu.
Soñaba con tener tertulia en Colón, con ir en coche a Palermo, hacerse vestir por Bonás o Fabre, ser socio de los dos clubs, el Plata y el Progreso, de este último sobre todo, cuyo acceso era mirado por él como el honor más encumbrado, como la meta de las humanas grandezas, y frente al cual, al retirarse a su casa de Colón, solía pasar en noches de baile, contemplando desde abajo la casa bañada en luz, como contemplaba las uvas el zorro de la fábula.
Esta excelente señora se mantenía retirada del mundo, pero pensando en el porvenir de su adorada pequeña, había reñido con sus hábitos y acudido a la invitación de su encumbrado pariente.
Y en esto trascendieron los propósitos de su majestad hasta los clubs más rabiosos: llamósele traidor por haber intentado cercenar los derechos declarados en la Constitución, levantáronse barricadas en las calles, ardió Palacio por las cuatro esquinas, y la intrusa majestad huyó por el tejado, en chancletas y muy contenta porque salvaba la pelleja, bien al revés de sus consejeros y protectores, que morían arrastrados por las masas, que, aunque antes los habían aclamado, desconfiaban ya de ellos por lo mismo que una deslealtad los había encumbrado.

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