Ejemplos con enclenques

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

No obstante, en su afán por alcanzar una sociedad perfecta, Platón llegó a recomendar dar muerte a los recién nacidos deformes o enclenques, y matar o desterrar a los insociables.
Vinieron gentes nuevas, y como que el monte es corto y de forma bella, y desde él se ve a la ciudad, con sus casas bajas, de patios de arbolado, como una gran cesta de esmeraldas y ópalos, limpiaron de piedras y yerbajos la tierra que, bien abonada, no resultó ingrata, y de la mejor parte del monte hicieron un jardín que entre los pueblos de América no tiene rival, puesto que no es uno de esos jardinuelos de flores enclenques, y arbustos podados, con trocitos de césped entre enverjados de alambre, que más que cosa alguna dan idea de esclavitud y artificio, y de los que con desagrado se aparta la gente buena y discreta, sino uno como bosque de nuestras tierras, con nuestras propias y grandes flores y nuestros árboles frutales, dispuestos con tal arte que están allí con gracia y abandono, y en grupos irregulares y como poco cuidados, de tal manera que no parece que aquellos bambúes, plátanos y naranjos han sido llevados allí por las manos de jardinero, ni aquellos lirios de agua, puestos como en montón que bordan el estrecho arroyo cargado de aguas secas, fueron allí trasplantados como en realidad fueron: antes bien, parece que todo aquello floreció allí de suyo y con libre albedrío, de modo que allí el alma se goza y comunica sin temor, y no bien hay en la ciudad una persona feliz, ya necesita ir a decírselo al montecito que nunca se ve solo, ni de día ni de noche.
Creía Belén que andando los años y siguiendo en aquel ajetreo de pluma adquiriría fama universal, reinando al fin, por la fuerza de su entendimiento, sobre la turbamulta de hombrachos enclenques y desaboridos que mangoneaban en la sociedad.
En ella parecen haberse refugiado toda la lozanía, gracia y vigor que se echa de menos en los cuerpos enclenques y los rostros paliduchos de las infantas y las reinas.
Por ahí subían lentamente unos arrieros, silbando una canción popular, arreando a unos cuantos asnillos enclenques cargados de loza arribeña: ollas y cazuelas vidriadas que centelleaban con el sol.
¡Pues no faltaba otra cosa! Eso sí, dice Carricarte, y yo lo creo, porque él es mozo honrado y a carta cabal, que en la hora del mayor peligro sólo tenía sobre cubierta los muy enfermos, los enclenques, aquéllos que de todos modos morirían, mucho más pronto si los volvían al sollado donde estaban como sardinas, porque fue preciso clavar las escotillas.
Creía Belén que andando los años y siguiendo en aquel ajetreo de pluma adquiriría Rosa Patria fama universal, reinando al fin, por la fuerza de su entendimiento, sobre la turbamulta de hombrachos enclenques y desaboridos que mangoneaban en la sociedad.
La primera, más anémica y por ende menos copiosa que la abundante clase media, engendró seres degenerados y enclenques, los cuales seres, creyendo a pie juntillas en su alcurniada descendencia, se proclamaron de la noche a la mañana raíces, ramas, flores y capullos de aquellos árboles egregios que fueron orgullo genealógico del pueblo que por casualidad hizo nido en las montañas de la engreída Villabrava.
Nuestra zoología doméstica, la componen unas ocho gallinas alharaqueras, unos pollos enclenques y vivaces, un perro plebeyo y muy querido que lleva el romántico nombre de Capulí, una lora que tiene mutismos parlamentarios, dos líricos jilgueros, y a más de una que otra pulga casera, tres pececillos de colores en una azul redoma, que cuentan hoy entre los seres del martirologio acuático.
Luego pensaba si los filósofos y los poetas pesimistas lo habían sido por discurso y reflexión serena, o por ser enclenques o pobres, por falta de salud o de dinero.
¡Luna! ¡Oh, hermana! Ella no tiene brutalidades para tus músculos enclenques y tu sensibilidad histérica, es buena como una «tune», hinchada como tus mejillas de carroña, y su color de ajenjo empaña las sensaciones del mundo, en el que ya eres impotente para vivir.
Las Pantojas eran unas cotorritas enclenques, siempre emperejiladitas, limpias como el agua de Dios, hacendosas como las hormigas, trabajadoras como una colmena, llanas como camino real o sin encrucijada, y cristianas rancias y cuidadosas de la salud del alma.
Viendo a lo lejos una hoguera, se acercó hacia allí, y vio a una pobre mujer que encendía unas ramas debajo de una cacerola y tenía a su lado a dos niños muy enclenques que gemían de un modo lamentable.
Se acostumbró a esta idea y miraba a sus amigos y parientes como a los figurines de las sastrerías: en efecto, los veía tan enclenques de espíritu que se le antojaban de papel marquilla.
Pues si la receta no falla ni en naturalezas míseras y enclenques y de mal enderezados pensamientos, ¡qué prodigios no obrará en la tuya, que es modelo de naturalezas ricas, nobles y bien equilibradas? Miel sobre hojuelas, hija mía.
que contener a don Silvestre, que, embravecido como un toro con aquellas banderillas que tan inhumanamente ponía a su inofensivo desparpajo cerril la intransigente civilización, quiso acometer a garrotazos a aquella turba de enclenques, famélicos, petardistas, vagabundos y tahúres que poblaban el salón, disfrazados de ''personas decentes''.
Eran en su mayoría seres repulsivos: frentes angostas con un cerquillo de cabellos rebeldes que sombreaban como manojo de púas las rectas cejas, rostros en los que parecía leerse la fatal herencia de varias generaciones de borrachos y homicidas, carne nacida del libertinaje brutal, que estaba aderezándose para ser pasto del presidio, pero entre ellos había muchachos enclenques e insignificantes, de mirada sin expresión, que parecían esforzarse por seguir a los compañeros en su oscuro descenso, y extremando la ley de castas hasta lo inverosímil, resultaban las víctimas de aquellos mismos que pasaban como esclavos de los presos.
enclenques, que exhibís inverosímiles diamantes pajizos.
Por eso no dormía, Por eso le temblequeaban las enclenques piernas, al quedarse abandonado en aquel pazo de carcomidas puertas y tapia desportillada, llena de boquetes.

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