Ejemplos con empleado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Es un empleado antiquísimo e inteligente.
Se contrajo la frente del empleado de la catedral y sus ojos pusiéronse vidriosos, como si fuese a llorar.
¡Lo que aquel hombre había visto! ¡Lo que llevaba corrido por el mundo! Unas veces empleado ferroviario, otras ayudando a cobrar contribuciones en las más apartadas provincias de España, hasta se decía que había estado en Cuba como guardia civil.
No estaba yo satisfecho del empleado que antes la despachaba pero, en fin, como hacía cuanto estaba de su parte, nunca le dije nada.
Había pasado por debajo de la cadena, y el empleado acababa de detenerle casi en la misma cabeza del tren que avanzaba.
Entiéndalo usted: no será, no será usted aquí un empleado como los demás.
Sí, pero temo que el señor Fernández desconfíe de su nuevo empleado.
Fernández necesita un empleado en su hacienda de Santa Clara.
Los méritos de un servidor, de un empleado, son mayores y más estimados cuando gana poco.
Este hizo en presencia de ellos grandísimos elogios de su nuevo empleado, y tal vez por eso me recibieron reservados y desdeñosos, pero al ver que se habían engañado, que me esforzaba en ser comedido y cortés, cambiáronse en grata simpatía la reserva y menosprecio manifestados a mi llegada.
Llevaba toquilla de color corinto, que se quitaba al sentarse, y al punto se le armaba en la mesa una tertulia de hombres, compuesta de los siguientes personajes: un portero del Colegio de Sordo-Mudos, un empleado del Tribunal de Cuentas, un teniente viejo, de la clase de tropa, retirado del servicio, y dos individuos que tenían puesto de carne y frutas en la plaza de San Ildefonso.
Desde que engañó al primero con el segundo, se le puso en la cabeza la idea de pegársela a los dos con otro, y la satisfacción de este deseo se la proporcionó un empleado joven, pobre y algo simpático que se parecía mucho a Juanito Santa Cruz.
Ninguno como él poseía el arte de deslizar un duro en la mano del empleado fiscal, en momentos de peligro, y se entendía con ellos tan bien para este fregado, que las principales casas acudían a él para desatar sus líos con la Hacienda.
La correspondencia se copiaba por un empleado que estuvo cuarenta años sentado en la misma silla delante del mismo atril, y que por efecto de la costumbre casi copiaba la carta matriz de su principal sin mirarla.

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