Ejemplos con echaban

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Cuáles veces, por embromar al juerguista, le retiraban la escala de sábanas y no se la echaban sino de mañana, con el tiempo preciso para que se presentase a la primera inspección, haciéndole pasar varias horas de congoja en el barranco, entre maleza e inmundicia, acaso bajo la lluvia.
¡Había visto tanto! Los procedimientos terroríficos de la invasión, la falta de escrúpulos de los jefes alemanes, la tranquilidad con que los submarinos echaban a pique buques pacíficos cargados de viajeros indefensos, las hazañas de los aviadores, que a dos mil metros de altura arrojaban bombas sobre las ciudades abiertas, destrozando mujeres y niños, le hacían recordar como sucesos sin importancia los atentados del terrorismo revolucionario que años antes provocaban su indignación.
Sus flancos echaban humo y olían a pelo quemado.
Los acorazados echaban humo por sus triples chimeneas, prontos a hacer frente al mal tiempo con las máquinas encendidas.
Después buscaba con su vista otra cabeza igualmente gloriosa, aunque menos blanca, con las barbas rubias y entrecanas, la nariz rubicunda y unas mejillas herpéticas que en ciertos momentos echaban a volar las películas de su caspa.
Otros se echaban en hombros colchas de brocado venerables, faldas de labradora con gruesas flores de oro, guardainfantes de rico tejido que crujían como papel.
Otros jefes le echaban en cara sus aficiones ordinarias , su marcada intención de evitar las reuniones entonadas del mundo diplomático para juntarse con la bohemia del país, juventud melenuda que recitaba versos y discutía a gritos, en torno de los ajenjos, bajo nubes de tabaco.
Cuando materialmente le echaban del establecimiento se iba a hacer compañía al sereno de la Rúa Nueva, muy su amigo.
También les echaban en cara el que sólo buscasen el trato con los ricos y los poderosos, educando únicamente a los jóvenes de nacimiento distinguido.
En este libro se echaban por tierra todas las mentiras de los enemigos del catolicismo, su falsa ciencia, que no es más que soberbia, sus embustes contra la Inquisición y contra todos los grandes hechos de la Fe, que se presentan como crímenes.
Le echaban en cara el vino y los manjares con que le habían atiborrado a todas horas.
Encogíanse algunos de hombros, otros se echaban a reír, contestábanle todos que no, y Villamelón seguía adelante con su enigmático empeño.
Era puro deseo de retardar en apariencia la llegada de la vejez, precauciones, según propia afirmación, para no parecer la abuela de sus hijas y para sentir una indefinible satisfacción cuando en la calle echaban una flor descarriada a su garbo de buena moza.
¡Vaya una gente ignorante! Todo lo echaban en palabrotas raras e ininteligibles.
Ni siquiera tenía aliento para dar las gracias por las flores que todos le echaban.
Su instrucción y su ingenio agudísimo le hacían descollar sobre todos los demás mozos de la partida, y aunque a primera vista tenía cierta semejanza con Joaquinito Pez, tratándoles se echaban de ver entre ambos profundas diferencias, pues el chico de Pez, por su ligereza de carácter y la garrulería de su entendimiento, era un verdadero botarate.
Las pequeñuelas, si los mayores se descuidaban, rompían la consigna y se echaban a la calle, en reñida competencia con otras chiquillas pedigüeñas, correteando de una acera a otra, deteniendo a los señores que pasaban, y acosándoles hasta obtener el ochavito.
Estas y otras tonterías no tenían consecuencias, y al cuarto de hora se echaban a reír, y en paz.
Se le echaban en cara los delitos más execrables, y se hacía burla de él y de sus hábitos groseros.
Todos los individuos de la familia, cuando se encontraban uno frente a otro, se echaban a reír, y el más risueño era D.
De un cartoncejo que irónicamente llaman los españoles , sacó Rosario un fósforo, y bien pronto ingeniero y canónigo echaban su humo el uno sobre el otro.
Á lo que me preguntaste del órden que tenia para entrar con amo, digo que ya tú sabes que la humildad es la basa y fundamento de todas virtudes, y que sin ella no hay ninguna que lo sea: ella allana inconvenientes, vence dificultades, y es un medio que siempre a gloriosos fines nos conduce, de los enemigos hace amigos, templa la cólera de los airados y menoscaba la arrogancia de los soberbios: es madre de la modestia y hermana de la templanza: en fin, con ella no pueden atravesar triunfo que les sea de provecho los vicios, porque en su blandura y mansedumbre se embotan y despuntan las flechas de los pecados: desta pues me aprovechaba yo, cuando queria entrar a servir en alguna casa, habiendo primero considerado y mirado muy bien ser casa que pudiese mantener, y donde pudiese entrar un perro grande: luego arrimábame a la puerta, y cuando a mi parecer entraba algun forastero, le ladraba, y cuando venia el señor, bajaba la cabeza, y moviendo la cola me iba a él, y con la lengua le limpiaba los zapatos: si me echaban a palos, sufríalos, y con la misma mansedumbre volvia a hacer halagos al que me apaleaba, que ninguno segundaba, viendo mi porfía y mi noble término: desta manera a dos porfías me quedaba en casa: servia bien, queríanme luego bien, y nadie me despidió, sino era que yo me despidiese, o por mejor decir, me fuese, y tal vez hallé amo, que este fuera el dia que yo estuviera en su casa, si la contraria suerte no me hubiera perseguido.
Los dos turcos, codiciosos e insolentes, sin guardar el orden que traíamos de que a mí y a este renegado en la primer parte de España, en hábito de cristianos, de que venimos proveídos, nos echasen en tierra, primero quisieron barrer esta costa y hacer alguna presa, si pudiesen, temiendo que si primero nos echaban en tierra, por algún acidente que a los dos nos sucediese, podríamos descubrir que quedaba el bergantín en la mar, y si acaso hubiese galeras por esta costa, los tomasen.

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