Ejemplos con dádiva

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Un ejemplo es el del empleado de una empresa privada que acepte la dádiva de un tercero para inclinar en su favor una decisión de su empleador como ser la concreción de un contrato.
La persona que ofrece la dádiva o que acepta el pedido de ella comete el delito de cohecho pasivo.
El cohecho es simple si el funcionario público acepta una remuneración para cumplir con un acto debido por su función o calificado si recibe una dádiva para obstaculizar el cumplimiento de un acto o no llevarlo a cabo, ya sea dicho acto constitutivo o no de delito.
El Logos se apropia lo humano y comunicó a la carne lo que le era propio, a modo de una dádiva mutua en virtud de la inhabitación recíproca de las partes y gracias a la unión según la hipóstasis y por él era uno y mismo que obraba tanto lo divino como lo humano en cada una de las dos formas en unión con la otra.
Con el apoyo de esta dádiva, Francisco de Trejo se queda a vivir en Mérida atendiendo a su encomienda.
No es esto dádiva de amor, no, ni siquiera premio a su santidad y virtud, sino muestra débil del agradecimiento con que usted me ha obligado, por haberme persuadido a guardar mi virtud y servido de guía en el áspero sendero del bien.
De la Naturaleza es la dádiva del precioso tesoro, pero es de las ideas que él sea fecundo o se prodigue vanamente, o fraccionado y disperso en las conciencias personales, no se manifieste en la vida de las sociedades humanas como una fuerza bienhechora.
Tal así, en las evoluciones de la vida, esas encantadoras exterioridades de la Naturaleza, que parecen representar, exclusivamente, la dádiva de una caprichosa superfluidadla música, el pintado plumaje de las aves, y como reclamo para el insecto propagador del polen fecundo, el matiz de las flores, su perfumehan desempeñado, entre los elementos de la concurrencia vital, una función realísima, puesto que significando una superioridad de motivos, una razón de preferencia para las atracciones del amor, han hecho prevalecer, dentro de cada especie, a los seres mejor dotados de hermosura sobre los menos ventajosamente dotados.
El viejo era el único que le hacía frente para mantener el caprichoso sistema del palo seguido de la dádiva.
El tío Frasquito no se hizo repetir la invitación: envolvió los sellos con gran cuidado en el papel en que se hallaban puestos y guardóselos prontamente en el bolsillo, como si temiese que Jacobo revocase la dádiva.
El pasmo de Butrón fue grande al verse colocado reduplicativamente por aquella importuna síncopa en la rama más desacreditada de la extensa familia de los paquidermos, y apresuróse a colocar habilidosamente la regia dádiva en una moldura que, sin ocultar por completo el honroso letrero, encubriese el sangriento de su majestad británica.
Con esta dádiva quedaron mas blandos que unas martas: solo a Preciosa no contentó mucho la quedada de D.
Soy la que, encerrada en los límites de la honestidad, vivió vida contenta hasta que, a las voces de tus importunidades, y, al parecer, justos y amorosos sentimientos, abrió las puertas de su recato y te entregó las llaves de su libertad: dádiva de ti tan mal agradecida, cual lo muestra bien claro haber sido forzoso hallarme en el lugar donde me hallas, y verte yo a ti de la manera que te veo.
El ventero, a quien no se le pasó por alto la dádiva y recompensa que el cura había hecho al barbero, pidió el escote de don Quijote, con el menoscabo de sus cueros y falta de vino, jurando que no saldría de la venta Rocinante, ni el jumento de Sancho, sin que se le pagase primero hasta el último ardite.
Las ninfas que al Amor seguían traían a las espaldas, en pargamino blanco y letras grandes, escritos sus nombres: poesía era el título de la primera, el de la segunda discreción, el de la tercera buen linaje, el de la cuarta valentía, del modo mesmo venían señaladas las que al Interés seguían: decía liberalidad el título de la primera, dádiva el de la segunda, tesoro el de la tercera y el de la cuarta posesión pacífica.
Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia.
Y todas estas venturas, y aun mayores, me las tiene profetizadas mi buen Sancho, y verás tú, hija, cómo no para hasta hacerme condesa: que todo es comenzar a ser venturosas, y, como yo he oído decir muchas veces a tu buen padre, que así como lo es tuyo lo es de los refranes, cuando te dieren la vaquilla, corre con soguilla: cuando te dieren un gobierno, cógele, cuando te dieren un condado, agárrale, y cuando te hicieren tus, tus, con alguna buena dádiva, envásala.
Lo que me consuela es que esta dádiva no se le puede dar nombre de cohecho, porque ya tenía yo el gobierno cuando ella las envió, y está puesto en razón que los que reciben algún beneficio, aunque sea con niñerías, se muestren agradecidos.
Los que aman con sinceridad la pobreza, los que la creen y llaman dádiva santa desagradecida, ó son locos ó son santos: son Diógenes ó San Francisco de Asís, á no ser que entiendan por pobreza cierta virtud magnánima que consiste en poseer y gozar todas las cosas con desdén y desprendimiento, como si no se poseyesen ni gozasen.
Parecióle bien la dádiva, pero no la historia, y prometiéndome enterarse de ella más a fondo, y hacerme otras visitas, se marchó.
Saludable dádiva.
Sólo entonces se le ocurre al destructor de los símbolos borbónicos que su munificencia liberal le compromete, y aun así necesita ver la situación al fulgor siniestro que refleja el filo de un puñal que amenaza su vida, sólo entonces se decide a retirar una dádiva de que tan pródigo se mostró, porque sólo retirándola se puede contener por un instante la catástrofe.
Con esta dádiva quedaron más blandos que unas martas, sólo a Preciosa no contentó mucho la quedada de don Sancho, que así dijo el mozo que se llamaba, pero los gitanos se le mudaron en el de Clemente, y así le llamaron desde allí adelante.
La dádiva del Año era recibida con explosiones de entusiasmo y gratitud.
» Y entonces, amigo mío, no me remuerde la conciencia por ser dueño de lo que no merezco, y hasta me felicito de no haber opuesto mayores resistencias que las que opuse a la rumbosa dádiva de usted.
Pero así y todo, le querían en su casa, tanto, que no había cumplido cuatro años cuando la tía Carpa le metió, de medio cuerpo abajo, en una pernera de los calzones viejos de su padre, dádiva que, añadida a vieja camisa que, también de desecho, le regaló su padrino el tío Rebenque, llegó a formar un traje de lo más vistoso, y a ser la envidia de sus pequeños camaradas, condenados a arrastrar su desnuda piel por los suelos, mientras su industria no les proporcionase más lujosa vestimenta.
Abrevié la despedida cuanto pude, condensando mis expresiones de cordial agradecimiento hasta la avaricia, por temor a los lujos verbosos de la hermana de Neluco, que en lo más nimio hallaban causa para desbordarse, cabalgué de prisa deslizando en la mano del chicuelo que me tenía el estribo una moneda de plata sin que lo viera su madre, dádiva que le llenó de asombro y de zozobra hasta enrojecerle la cara y dejarle tambaleándose, por lo que le costó mucho trabajo abrirme la portalada, y en cuanto la vi de par en par, pagué con una sonrisa y una sombrerada los últimos ofrecimientos de la inagotable matrona, salí a la brañuca de afuera oyendo las despedidas de adentro «hasta la tarde», piqué sin compasión al jamelgo, y tomé el camino río abajo como si me persiguieran lobos de rabia.
No elogiaremos este buen propósito, las buenas obras, sinceras y puras, tienen su pudor, que rechaza el elogio como una recompensa, puesto que la dádiva que obtiene premio no es tan dádiva como la que nada recibe, y esta es la razón por la que tantas almas piadosas ocultan el bien que hacen, mortificadas que son por la alabanza que excita.
Mírale amodorrido con una promesa, y los negocios que se le ofrecen cuando le ofrecen, cómo vuelve a su casa con un esquilón por tos, tan sonora que se oye a seis calles, qué calidad tan inmensa y qué honra halla en lo que come y en lo que le sobra, y qué nota en lo que pide y le falta, qué sospechoso es de los pobres y qué buen conceto tiene de los dadivosos y ricos, qué a raíz tiene el ceño de los que no pueden más y qué a propósito las jornadas para los precipitados de dádiva.

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