Ejemplos con dracma

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Un dracma líquido es una medida de volumen utilizada para indicar el contenido de algunos recipientes.
La redonda tiene virtud contra todas las otras ponzoñas, mas la luenga resiste el daño de las serpientes y de cualquier veneno mortífero si se bebe una dracma della con vino y se aplica también por de fuera.
El tercer reverso es el típico rey sobre un caballo encabriolado, tal como utilizó Antímaco II, hallado en una única dracma.
, el dracma extraviado ha sido repuesto en los tesoros del rey, y la perla luce nuevamente, sacada desde la tiniebla a la claridad.
el dracma perdido es repuesto en el tesoro del rey, y la perla luce nuevamente sacada desde la tiniebla hasta la claridad.
Porque en los aprecios de los sacrificios computa una oveja y una dracma por una fanega de trigo, al que vencía en los juegos ístmicos mandó se le diesen cien dracmas, y quinientas al que venciese en los olímpicos.
Y de este modo, cada dracma te producirá dos dracmas y a veces más.
Y siguiendo de este modo acabé por arruinarme en absoluto, y ya no poseía un dinar, ni siquiera un dracma.
Cuando pasaba por el patio del palacio, dejó caer del saco, inadvertidamente, un dracma de plata.
:¿No sabes que el valor de una perla depende de su blancura, y que un saco de carbón apenas cuesta un dracma?.
El contestó: ¡Oh dueña mía! ¡Sabe, por fin, que no tengo ni cien dinares ni uno! ¡Por Alah! No poseo ni una moneda blanca, ni una roja, ni un dinar de oro, ni un dracma de plata.
Dispuso también que a toda costa se le levantara un suntuoso y magnífico monumento, habiéndose encontrado muchas preciosidades y oro y plata en los palacios de Zarbieno, en los que había, además, trescientas mil fanegas de trigo, de lo que se aprovecharon los soldados, Luculo tuvo la gloria de que, sin tomar ni un dracma del erario público, con la misma guerra sostenía los gastos de ella.
Aconsejaban muchos a Luculo que dilatase la guerra, pero, no dándoles oídos, marchó por la Bitinia y la Galacia hacia la tierra del rey, tan desprovisto al principio de víveres, que le seguían treinta mil Gálatas, llevando cada uno una fanega de trigo al hombro, mas yendo adelante y apoderándose de todo terreno, llegó a ser tal la abundancia, que en el campamento se compraba un buey por un dracma y un esclavo por cuatro, y no teniendo todo el demás botín en ningún precio, unos lo abandonaban y otros lo destruían, pues no podía haber permutas cuando todos estaban sobrados.
Y aun corre peligro que en lo antiguo en todas partes fuese lo mismo, usando unos por moneda de tarjas de hierro y otros de bronce, de donde ha quedado que a ciertas de estas tarjas, que corren en gran cantidad, se les llame óbolos, y dracma a la cantidad de seis óbolos, porque ésta era lo que abarcaba la mano.
Lo propio y peculiar de su índole fue el que supo llevar con gran espíritu la pobreza, no siendo nunca dominado ni corrompido por los intereses, así es que, con haber llenado su patria de riqueza y de la codicia de ella, no siendo ya admirada como antes de que no la tuviera en admiración, y haber introducido gran copia de oro y plata después de la guerra de Atenas, ni reservó para sí ni una sola dracma.
Demetrio Falereo, en su Sócrates, dice que se acuerda de un nieto de Aristides, sumamente pobre, llamado Lisímaco, que, sentado junto al Yaqueo, se mantenía de decir la buenaventura con cierta tabla adivinatoria, y que formando él mismo el proyecto de decreto, obtuvo que el pueblo señalara a la madre de éste y a una hermana de ella tres óbolos por día, y añade el propio Demetrio que, siendo nomoteta, mandó que se extendiera a una dracma el donativo de estas mujeres.
Lo que en Emilio hay de más admirable es que, a pesar de haber destruido un reino tan poderoso, no hizo mayor su hacienda ni una dracma y ni siquiera vio y tocó unos caudales de los que dio e hizo presentes a otros.
Nos albergamos en uno de los khanes, mis tíos se quedaron en Damasco hasta que vendieron sus mercaderías de Mossul, comprando otras en Damasco para despacharlas en El Cairo, y vendieron también mis géneros tan ventajosamente, que cada dracma de mercadería me valió cinco dracmas de plata.
No es, pues, de asombrar que Grano-de-Belleza, durante los largos años de su destierro de Bagdad, tuviera muy buena suerte en su comercio y ganara diez por uno, ya que no hay nada más productivo que la venta de antigüedades, que se compran, por ejemplo, por un dracma y se revenden por diez dinares.
¡Y no sé cómo voy a pagarles esa cantidad fabulosa, no teniendo ni un dracma en el bolsillo! Mejor será, pues, que me marche si no quiero ir a la cárcel, puesto que soy insolvente.
Logró, por fin, hablar y dijo: Hijo mío, ¿qué quieres que haga un viejo como yo con este oro y estas riquezas? ¡Verdad es que soy pobre, pero con mi dicha me basta, y será completa si quieres darme sólo un dracma o dos para comprar un sudario, que al morir en mi soledad dejaré a mi lado, a fin de que el caminante caritativo envuelva en él mis despojos para el día de juicio!.
Una vez disipada la polvareda, apareció un caballo negro, con la frente marcada por una mancha blanca como un dracma de plata, hermoso, altivo, reluciente, y con las patas adornadas de una corona de pelos blancos.
Todo esto contribuía a que su precio fuese tan elevado, que el peso de un dracma se vendiera en mil dinares de oro.
Me acerqué a él y le alargué un dracma de plata, pero el hombre lo rechazó.
Pero al poco tiempo el califa le mandó llamar, y le dijo: ¿Qué has hecho, ¡oh Moaikab!? Ese dracma de plata que has dado a mi hijo es un robo contra toda nuestra nación de musulmanes.
Reinando el califa Omar ibn-Al-Khattab, era su tesorero el anciano Moaikab, y como fuese a visitarle el hijo menor de Omar, acompañado de su nodriza, Moaikab le dió al niño un dracma de plata.
Y como la enfermedad proseguía, y duraba bastante tiempo, Nozhatú acabó por agotar sus últimos recursos y no le quedó un dracma en sus manos.
Llevaba pendiente de los hombros una clámide de raso azul que flotaba por encima de la cota de malla, blandía desnuda una espada de acero y montaba un caballo negro que llevaba en la frente una estrella blanca del tamaño de un dracma de plata.
Y se estuvo tres días completos cose que te cose, sin tomar otro alimento que el estrictamente necesario, pues no quería perder tiempo, y además no tenía ni un dracma para comprar comida.
Y así estuvo varios días, durante los cuales apenas si trabajó ni su labor valió más de un dracma.

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