Ejemplos con discreción

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Gabriel, encerrado en aquel cuartucho, sin más oyente que el maestro de capilla, olvida la discreción que se había impuesto para conservar su existencia tranquila en la catedral.
En Madrid había sido el marqués el encanto de la sociedad, y había pasado por la discreción en persona.
Acisclo debía tener con cautela y discreción a algún sujeto en Madrid encargado de avisarle cuando muriese la Condesa, y no bien cumplida cualquiera de las dos condiciones, D.
Acisclo, ora porque así lo sintiesen, todos convenían en que el muerto había sido lo que se llama un bello sujeto, lleno de discreción y de bondad, y hasta santo, entendiendo cada cual la santidad a su manera.
Se diría que se acababa de entregar a discreción, que todo por su parte estaba dicho, y que a ella tocaba sólo hablar e imponer condiciones.
Antes de la gratitud, antes de que hubiese motivo para tenerla, ¿por qué ocultártelo? la elegancia de don Jaime, su discreción, su fama de valeroso soldado, la noble gallardía de su persona, todo me inclinaba a quererle bien y mucho, pero el recelo de no ser amada sublevaba mi orgullo, y mi orgullo ha hecho cuanto es posible para ahogar esta inclinación naciente.
Jaime Pimentel, al notar la soltura y naturalidad de sus distinguidos modales, y al oír su acento y las pocas y atinadas palabras que le dirigió, las cuales ni pecaron de frías y secas, ni se extremaron por lo galantes, sino que se encerraron dentro de los límites de la más respetuosa discreción.
En medio de aquella agitación política, habían hallado retraimiento dulcísimo en la misma casa de quien la promovía, y allí eran las pláticas suaves y encumbradas, y las conversaciones amenas, en que siempre aprendía algo doña Luz, en que siempre hallaba nuevas excelencias en el entendimiento y en el corazón del padre, y en que el padre, a su vez, no dejaba nunca de pasmarse del despejo, de la agudeza, de la notable discreción, de la fantasía poética y de la sensibilidad exquisita de su bella interlocutora.
Sólo de cuando en cuando, si bien haciendo desmedidos encomios de la entereza, discreción, honradez y sabiduría de D.
Como por rápida pendiente, aunque con suave y apenas sentido movimiento, se inclinó su corazón a no desear sino aquellos coloquios con un hombre en quien hallaba ingenio, discreción y sublimidad en el pensar y en el sentir, hasta entonces no descubiertos por ella en ser humano, y de que sólo sabía por los libros que había leído.
Enrique, a más de ser valiente hasta el heroísmo, y entusiasta y fervoroso en todos sus actos y misiones apostólicas, era sujeto de claro ingenio y de singular discreción y prudencia.
Aunque de tan corta edad, pensó y dijo con discreción que hasta era ridículo ser marquesa con tan poco dinero como tenía.
Y, por el contrario, todos o casi todos los que consumen su discreción en hacer su negocio, son insufribles de tontos o de zafios hasta que le hacen, si bien, luego que le han hecho, vuelven a brillar con su discreción en los discursos y conversaciones, o bien porque ya no tienen que emplearla en lo útil y la derivan hacia lo agradable, o bien por el prestigio seductor de que los circundan su éxito y su buena fortuna.
Cuando alguien gasta en palabras su discreción, enamora a las gentes y hace las delicias de las tertulias, pero, consumida toda su discreción en objetos de lujo, sólo tontería le queda para los negocios que debieran importarle.
¡No, mi conducta era infame, inicua, vergonzosa! ¿Qué amaba yo en Gabriela? ¿La hermosura, la discreción? También Angelina era hermosa y discreta.
Durante la cena hablé de Angelina, de su belleza, de la dulzura de su carácter, de su discreción, de sus habilidades y de lo mucho que todos la queríamos en casa.
¿Su belleza, su elegancia, su discreción, el fraternal afecto con que me distinguía? Acaso todo esto, y algo más, de lo cual no me daba yo cuenta, y que era poderoso, irresistible, secreto impulso contra el cual no podía yo luchar.
No me causaba extrañeza la singular discreción de mis tías.
Tenía algo, mucho, del amigo ingenuo que nos ha pintado a maravilla Edmundo de Amicis en uno de sus libros más hermosos, de ese cruel amigo que nos domina desde el primer día, que nos subyuga, que nos hace sus esclavos, sin que nos sea dable rebelarnos en contra de él, que con una frase nos parte medio a medio, y que, riendo, del modo más natural, en presencia de todos, sin discreción ni consideraciones de ninguna especie, nos dice lo que no queremos que nadie nos diga, o que a propósito de una debilidad o de un afecto que ocultamos con el mayor empeño, nos lanza un chiste que penetra en nuestro corazón como la hoja de un puñal, amigo contra el cual no podemos alzarnos indignados por duro que sea con nosotros, ya porque somos impotentes para replicarle de modo que nos asegure el triunfo, ya porque, a pesar de todo, le estimamos y le amamos por sus muchas cualidades.
Aunque expuso estas ideas con mucha discreción, Fortunata se entristeció, porque se le había metido en la cabeza desde la noche antes aquel tema de recoger un niño huérfano, y encariñada con ella, le costaba mucho trabajo desecharla.
Patricia tenía la discreción del traidor, y cuanto dijo fue encaminado a introducir en el cerebro de Maxi el convencimiento de que su mujer era punto menos que canonizable.
Puedes hacer lo que quieras, siempre que lo hagas con discreción.
En aquella morada reinaba una discreción alevosa.
No pudo retener más tiempo aquel secreto que se le salía con empuje, y si no lo decía reventaba, sí, reventaba, porque aquel pensamiento era todo su amor, todo su espíritu, la expresión de todo lo nuevo y sublime que en él había, y no se puede encerrar cosa tan grande en la estrechez de la discreción.
Vamos, ten discreción No digo yo tampoco que se le eche a la calle, pero en el Hospicio, bien recomendado, no lo pasaría mal.
¡Valiente truhán! ¡Si no tenía absolutamente nada que hacer más que pasear y divertirse! Su padre había trabajado toda la vida como un negro para asegurar la holgazanería dichosa del príncipe de la casa En fin, fuese lo que fuese, Jacinta se proponía no abandonar jamás su actitud de humildad y discreción.
Y cuidado que tenía mérito la discreción de aquel hombre, porque era el mayor de los sacrificios, para él equivalía a cortarse la lengua el tener que decir: no sé nada, absolutamente nada.
Es verdad que no conoces a mi sobrina, pero tú y yo tenemos noticias de su virtud, de su discreción, de su modestia y noble sencillez.

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