Ejemplos con dignos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Tal es mi parecer, en substancia, y si aún os resulta largo, os le condensaré en dos axiomas, que no por ser vulgarísimos, dejan de ser muy dignos de que meditéis sobre ellos:.
Y ésta es otra de las razones que yo he tenido, por encargo de mis colegas, y , para hablar a usted antes que a nadie, pues nos consta que el empréstito va a tener muchos golosos, y nosotros deseamos que sus ventajas recaigan en hombres tan dignos de ellas como usted.
Los indios eran los más dignos de execración.
Para él lo interesante eran los grabados, más dignos de su admiración que todos los cuadros del desván.
Había grupos curiosos y dignos de examen, ofreciendo el andén de la estación de León golpe de vista muy interesante para un pintor de género y costumbres.
Mas acudió al punto a mi mente el mucho tedio y enfado que suelen causarme las híbridas obrillas viatorias, las Impresiones y Diarios donde el autor nos refiere sus éxtasis ante alguna catedral o punto de vista, y a renglón seguido cuenta si acá dio una peseta de propina al mozo, y si acullá cenó ensalada, con otros datos no menos dignos de pasar a la historia y grabarse en mármoles y bronces.
Los dignos individuos que con la lengua de metal rendían tributo de admiración y entusiasmo a los redactores del , fueron obsequiados por éstos con vino de Rueda y cigarros.
Y otros decían, con más razón aparenteaunque no en el caso de él, que aquella entereza de carácter no era grandemente meritoria en quien, rico desde la cuna, no había tenido que bregar por abrirse camino, como tantos de nuestros jóvenes pobres, en pueblos donde por viejas tradiciones coloniales se da a los hombres una educación literaria, y aun esta descosida e incompleta, que no halla luego natural empleo en nuestros países despoblados y rudimentarios, exuberantes, sin embargo, en fuerzas vivas, hoy desaprovechadas o trabajadas apenas, cuando para hacer prósperas a nuestras tierras y dignos a nuestros hombres no habría más que educarlos de manera que pudiesen sacar provecho del suelo providísimo en que nacen.
Así el mañana será ciertamente mejor que el presente, y nosotros habremos sido dignos herederos de nuestros causantes si vivimos considerando el estado actual de cosas no como algo definitivo, que debe satisfacernos, sino como algo transitorio que tenemos necesidad de mejorar.
Para él todas las mujeres eran santas, todos los hombres buenos, todos los guerreros dignos, todos los oficios nobles, todas las cosas bellas.
El hombre sería el habitante de la España nueva, pero antes tenían que evolucionar mucho los actuales pobladores del país, dignos descendientes del inquisidor, educados por él en el desprecio a la vida humana, en la facilidad de inmolarla como holocausto a las creencias.
Obligado a permanecer en una habitación interior, completamente solo, leí todos los libros que poseía el tabernero, los cuales no eran muchos ni dignos de interés.
Supongo, baronesa, que usted conocerá bien el camino, pero si alguna no lo conoce, yo puedo indicarle un medio muy seguro por donde enviar socorros a esos infelices, que no están menos necesitados, ni son menos dignos Yo tengo tirado ya mi plan: la mitad de lo que pueda dar lo entregaré a Genoveva, la otra mitad la enviaré por este conducto de que hablo a los carlistas.
La democracia optimista y sana consiste, sin duda, en creer que la mejor educación desde la primera infancia, el buen ejemplo y nombre de padres y abuelos, la obligación de no deshonrar ni deslustrar este buen nombre y el vivir en medio más urbano y culto, deben ser escuela e incentivo eficaz para ser virtuosos o discretos, o seductores, o dignos o todo a la vez.
Entre estos desdeñosos, dignos en nuestro sentir de reprobación, porque dejan el campo libre a los explotadores, había en el distrito un hombre a quien, vencida su inercia, seguiría toda una población.
Las cosas de la tienda tratábalas ahora con indiferencia, como asuntos sin importancia, dignos sólo de una capacidad vulgar.
ª, que, en cambio, existían en Europa, aunque no en la del sargento Clavijo, un reino de Piamonte, otro de Grecia y otro de Bélgica, dignos ciertamente de ser mencionados en las clases de Geografía de las escuelas públicas!.
Bien ganada se tenían esta protección, porque él, enaltecido por su cariño, ella, aspirando a la honradez y ensayándose en practicarla, eran dos seres que valían cualquier dinero, o en otros términos, dignos de que se les facilitaran los medios de continuar su campaña virtuosa.
Al fin de la calle del Águila también desmerece mucho el vecindario, pues en la explanada de Gilimón, inundada de sol a todas las horas del día, suelen verse cuadros dignos del Potro de Córdoba y del Albaicín de Granada.
Baldomero con muy buen juicio que pues era costumbre que se largaran los novios, acabadita de recibir la bendición, a correrla por esos mundos, no comprendía fuese de rigor el paseo por Francia o por Italia, habiendo en España tantos lugares dignos de ser vistos.
Lo mismo hacía Fortunata, cuando le tocaba a ella ser narradora, incitada por su protector a mostrar algún capítulo de la historia de su vida, que en corto tiempo ofrecía lances dignos de ser contados y aun escritos.
La situación duró pocos instantes: estaban frente a frente dos adversarios dignos de medir sus fuerzas.
Estando en esto entraron en la casa dos mozos de hasta veinte años cada uno, vestidos de estudiantes, y de allí a poco dos de la esportilla y un ciego, y sin hablar palabra ninguna, se comenzaron a pasear por el patio: no tardó mucho cuando entraron dos viejos de bayeta con antojos que los hacian graves y dignos de ser respetados, con sendos rosarios de sonadoras cuentas en las manos: tras ellos entró una vieja halduda, y sin decir nada se fué a la sala, y habiendo tomado agua bendita con grandísima devocion, se puso de rodillas ante la imágen, y al cabo de una buena pieza, habiendo primero besado tres veces el suelo, y levantado los brazos y los ojos al cielo otras tantas, se levantó y echó su limosna en la esportilla, y se salió con los demas al patio.
—Estos son los dos buenos mancebos que a vuesa merced dije, mi señor Monipodio, vuesa merced los desamine y verá cómo son dignos de entrar en nuestra congregacion.
Pero anudando el roto hilo de mi cuento, digo, que en aquel silencio y soledad de mis siestas, entre otras cosas consideraba que no debia de ser verdad lo que habia oido contar de la vida de los pastores, a lo ménos de aquellos que la dama de mi amo leia en unos libros cuando yo iba a su casa, que todos trataban de pastores y pastoras, diciendo que se les pasaba toda la vida cantando y tañendo con gaitas, zampoñas, rabeles y churumbelas, y con otros instrumentos estraordinarios: deteníame a oirla leer, y leia cómo el pastor de Anfriso cantaba estremada y divinamente, alabando a la sin par Belisarda, sin haber en todos los montes de Arcadia árbol en cuyo tronco no se hubiese sentado a cantar desde que salia el sol en los brazos de la Aurora, hasta que se ponia en los de Tétis, y aun despues de haber tendido la negra noche por la faz de la tierra sus negras y escuras alas, él no cesaba de sus bien cantadas y mejor lloradas quejas: no se le quedaba entre renglones el pastor Elicio, mas enamorado que atrevido, de quien decia que sin atender a sus amores ni a su ganado, se entraba en los cuidados ajenos: decia tambien que el gran pastor de Fílida, único pintor de un retrato, habia sido mas confiado que dichoso: de los desmayos de Sireno y arrepentimiento de Diana, decia que daba gracias a Dios y a la sabia Felicia, que con su agua encantada deshizo aquella máquina de enredos, y aclaró aquel laberinto de dificultades: acordábame de otros muchos libros que de este jaez le habia oido leer, pero no eran dignos de traerlos a la memoria.
Fuera desto, son en el estilo duros, en las hazañas, increíbles, en los amores, lascivos, en las cortesías, mal mirados, largos en las batallas, necios en las razones, disparatados en los viajes, y, finalmente, ajenos de todo discreto artificio, y por esto dignos de ser desterrados de la república cristiana, como a gente inútil.
Así es como vuestra merced dice, señor canónigo dijo el cura, y por esta causa son más dignos de reprehensión los que hasta aquí han compuesto semejantes libros sin tener advertencia a ningún buen discurso, ni al arte y reglas por donde pudieran guiarse y hacerse famosos en prosa, como lo son en verso los dos príncipes de la poesía griega y latina.
Sí reniego respondió Sancho, y dese modo y por esa misma razón podía echar vuestra merced a mí y hijos y a mi mujer toda una putería encima, porque todo cuanto hacen y dicen son estremos dignos de semejantes alabanzas, y para volverlos a ver ruego yo a Dios me saque de pecado mortal, que lo mesmo será si me saca deste peligroso oficio de escudero, en el cual he incurrido segunda vez, cebado y engañado de una bolsa con cien ducados que me hallé un día en el corazón de Sierra Morena, y el diablo me pone ante los ojos aquí, allí, acá no, sino acullá, un talego lleno de doblones, que me parece que a cada paso le toco con la mano, y me abrazo con él, y lo llevo a mi casa, y echo censos, y fundo rentas, y vivo como un príncipe, y el rato que en esto pienso se me hacen fáciles y llevaderos cuantos trabajos padezco con este mentecato de mi amo, de quien sé que tiene más de loco que de caballero.
En la caballeriza basta que esté respondió Sancho, que sobre las niñas de los ojos de vuestra grandeza ni él ni yo somos dignos de estar sólo un momento, y así lo consintiría yo como darme de puñaladas, que, aunque dice mi señor que en las cortesías antes se ha de perder por carta de más que de menos, en las jumentiles y así niñas se ha de ir con el compás en la mano y con medido término.
Así que, no escusarás con el secreto tu dolor, antes, tendrás que llorar contino, si no lágrimas de los ojos, lágrimas de sangre del corazón, como las lloraba aquel simple doctor que nuestro poeta nos cuenta que hizo la prueba del vaso, que, con mejor discurso, se escusó de hacerla el prudente Reinaldos, que, puesto que aquello sea ficción poética, tiene en sí encerrados secretos morales dignos de ser advertidos y entendidos e imitados.

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