Ejemplos con diadema

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Aristóbulo fue el primero de la familia de los asmoneos en coronarse con una diadema, transformando el gobierno en un reino.
La venda real, llamada ordinariamente diadema era una venda tejida de hilos de lana o de seda cuyas extremidades atadas detrás de la cabeza caían sobre los hombros.
La venda real era una simple venda y la verdadera diadema de los soberanos, distinguíendose de la pretendida diadema que terminaba en punta encima de la frente la que era atributo de las reinas y de las princesas de sangre real.
Diadema Argentina, localidad del departamento Escalante, Provincia del Chubut, Argentina,.
Nicias hizo acuñar dracmas indias de plata con su propia efigie, utilizando una diadema o un casco.
Los hombres vestían con taparrabos sujeto por un cinto fabricado de la misma piel y unos usaban sandalias, las mujeres vestían con una falda que les cubría de la cintura a la rodilla o un poco abajo, usaban diadema de piel y se adornaban con pendientes, collares, pulseras, fabricados con semillas, caracoles, dientes, colmillos, plumas de ave y garras de éstas, engarzadas en hilos de pielo de fibras de las pencas de maguey.
El barrio de Rudge Ramos, en São Bernardo do Campo, y los barrios de Piraporinha y de Eldorado, en Diadema, no constituyen legalmente distritos, pero desempeñan funciones polarizadoras en sus respectivas áreas.
Ella también usa bandas de muñeca azul claro y una diadema.
Stella también usa una diadema, y zapatos que hacen juego con el vestido.
San Agustín para las grandes solemnidades lleva diadema, obra del platero Santos Senac, considerado el último orfebre murciano.
La figura representa a un hombre llevando una armadura de malla y portando una espada y un escudo, con una diadema en su cabeza.
Cuando Harry, Ron y Hermione vuelven a Hogwarts, antes de la batalla final contra Voldemort y los mortífagos, le explica a Ron en que consiste la diadema de Ravenclaw, la reliquia más preciada de esta Casa.
Su vestido es parecido al que llevaba Pilar Lahuerta en sus actuaciones, rojo y verde y con una diadema de los mismos colores en la cabeza.
Muchos prosimios usan el marcado territorial, por ejemplo, el lemur Eulemur rubriventer crea áreas territoriales para grupos de dos a diez individuos en el bosque lluvioso del este de Madagascar con marcado por olor, otro, el macho Propithecus diadema también marca con olor sus territorios defendidos en algunas de las mismas forestaciones.
El papa hizo sucesivamente el rezo sobre cada uno ellos, y aquí acabaron sus funciones, ya que la corona se colocó sobre el altar, él propio Napoleón la tomó con sus manos y la colocó sobre su cabeza, esta corona era una diadema de hojas de roble y laurel en oro, diamantes formaban los bálanos y los frutos.
Una vez que Leovigildo constituyó un dominio territorial, va a adoptar un ceremonial de corte inspirado en Bizancio: llevará diadema, lujosos vestidos de seda, utilizará un trono, acuñará moneda de oro.
Por todos estos servicios tan brillantemente desempeñados, se le había otorgado la Cruz de Isabel la Católica y la de la Marina de Diadema Real, que lógicamente el condecorado se enteró unos meses después.
Cuando el Barón la encontró ella escondió la diadema en el hueco de un árbol en un bosque de Albania y se negó a ir con él.
Al estar celosa del reconocimiento de su madre, robó la diadema de inteligencia que pertenecía a su madre.
Producidas del asesinato a la hija de Rowena Ravenclaw, Helena Ravenclaw mantenía relaciones amorosas con él y el trato de hacer que Helena entrara en razón y regresara la diadema que había robado a su madre Rowena Ravenclaw, al negarse devolver la diadema el baron tomo la decisión de acabar con la vida de Helena y luego terminar con su propia vida.
Su cabellera verde estaba adornada con perlas y corales fosforescentes, su sonrisa altiva, de soberana, de diosa, venía a completar la majestad de esta diadema.
El joven de la noche anterior estaba junto a la puerta, al lado de su compañero, que ceñía ahora la diadema auricular y golpeaba la manecilla del aparato, oyendo y contestando a los buques invisibles.
De vez en cuando, el telegrafista, avisado por el chisporroteo de sus bobinas, se calaba la diadema con orejeras para escuchar a los remotos camaradas.
La puerta del salón de Damas se abría solemnemente, un elegante y correcto anciano, con blancas patillas y delicadamente afeitado el resto de la faz, se quedó en el umbral en diplomática postura, una mujer alta y gallarda penetró en el recinto, acrecentaba su clásica beldad el negro traje de tafetán, muy ceñido y golpeado de azabache, sobre su frente de diosa, el sombrero de tul con espigas de oro, parecía mitológica diadema, era su andar noble y soberano, y sin cuidarse de saludar a nadie, se fue hacia el piano, vacante a la sazón, y sentándose, comenzó a interpretar magistralmente unas mazurcas de Chopín.
A su derecha está su esposa, la celosa JUNO, con refulgente diadema, y el vanidoso pavo real.
Y la cabeza, cada vez más fría y lívida a pesar del colorete, movíase de un lado a otro de la almohada, agitando su diadema de flores, entre las manos ansiosas de la madre y de la hermana, que se disputaban el último beso.
La torre del reloj, cuadrada, desnuda, monótona, partiendo el edificio en dos cuerpos, y éstos exhibiendo los ventanales con sus bordados pétreos, las portadas que rasgan el robusto paredón, con sus entradas de embudo, compuestas de atrevidos arcos ojivales, entre los que corretean en interminable procesión grotescas figurillas de hombres y animales en todas las posiciones estrambóticas que pudo discurrir la extraviada imaginación de los artistas medievales, en las esquinas, ángeles de pesada y luenga vestidura, diadema bizantina y alas de menudo plumaje, sustentando con visible esfuerzo los escudos de las barras de Aragón y las enroscadas cintas con apretados caracteres góticos de borrosas inscripciones, arriba, en el friso, bajo las gárgolas de espantosa fealdad que se tienden audazmente en el espacio con la muda risa del aquelarre, todos los reyes aragoneses en laureados medallones, con el casco de aletas sobre el perfil enérgico, feroz y barbudo, y rematando la robusta fábrica, en la que alternan los bloques ásperos con los escarolados y encajes del cincel, la apretada rúa de almenas cubiertas con la antigua corona real.
Pero, aunque el infortunio me haya obligado a casarme con otro hombre, ¿no me conoces, Manuel? ¿Has dejado de leer en mi corazon con tanta claridad como cuando decias a todo el mundo: —Y, si me conoces, ¿por qué te marchas? ¿Por qué te marchas, desdeñándome, aborreciéndome, sin dignarte lidiar contra la nueva desdicha que nos separa en apariencia, y dejándome reducida a vivir y morir con este hombre que no conozco, que no me conoce, y que no quiero ni podré llegar a querer nunca? ¿Por qué me castigas tan duramente, entregándome al ludibrio de este pueblo, que siempre me habia coronado con la diadema de tu amor?.

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