Ejemplos con detesto

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Dijo: Detesto vuestra conducta.
Pero odio y detesto al cobarde y asesino por naturaleza, sea reportero, periodista o apostador.
Marge trata de disuadirlo, pero él finalmente la convence para que dé una mordida, a lo que ella acepta diciendo detesto que se desperdicie la comida.
Y como he visto de cerca la verdadera pobreza, fea y calva como la muerte, la detesto, y deseo que no me siga tenazmente, como hasta ahora, fuera del alcance de mi odio.
No me hable de ellos, estoy harta Le advierto, señor, que yo detesto a los muchachos.
Yo haré que el Duque salga de esta casa, sin escándalo, sin que se entere nadie del motivo, sin exponerte a cometer una bajeza, de la cual te arrepentirías No creas que lo hago por él, a quien detesto Desde que llegó me ha sido profundamente repulsivo ese hombre.
¿No me has dicho que es celosa y que te huele la ropa y te registra los bolsillos? Pues yo detesto a las personas celosas, y me divierto aplicándoles al corazón un hierro encendido al rojo.
Detesto los enredos curiales y la prestidigitación leguleya: nunca seré abogado ni escribano, ni juez.
Eso sí que no: detesto a los leguleyos.
-Parto del principio -dijo el del Parque poniendo la mano sobre las cuartillas y accionando gravemente con la otra-, de que yo, al mismo tiempo que detesto ciertas reformas, no puedo decir nada contra ellas.
Soy un ciego estúpido tal vez, señora mía, pero yo detesto la luz que pueda hacerme ver la soledad espantosa que usted quiere ponerme delante.
-Yo amo lo recto, lo justo, lo verdadero, y detesto los locos absurdos y las intenciones soberbias.
Yo adoro el universo lleno de luz, pintado con lindos colores, sombreado por amorosas opacidades que cubren el discreto amor, yo adoro la naturaleza que todo lo hizo hermoso, y detesto a los hombres corruptores del elemento donde habitan, como ensucian los sapos la laguna.
Yo le aborrezco, le detesto: yo soy una víctima de sus picardías.
-¿Burlarme? No -dijo Muriel-, yo no me burlo de esas personas: las detesto o las desprecio.
-Yo, aunque pienso así, padre Matamala -dijo Muriel-, no soy ingrato, no aborrezco a las personas, salvo alguna que otra, a quien detesto con todo corazón.
La detesto, y detesto a los que la habitan.
¿Ese perro había de escapar? Le odio, le detesto, no le tendría compasión aunque le viera asado en parrillas.
Lo que comprendo es que vas a divertirte en el campo con una mujer que detesto sin conocerla a derechas, y que no puedo, no debo, ni quiero consentirlo.
Te juro que no me importa, que la detesto, que.
Juro que los detesto, si no son mansos, inofensivos como ovejas, aunque sean falderos, cuzcos o pelados.
Te lo confieso: detesto a los médicos, pero adoro las medici­nas.
-No, señor, yo detesto a los abogados y a toda la gente de pluma.
-Zarina, te detesto.
Sí, amigos míos y denodados solterones, soy de los vuestros, creo cuanto creéis y detesto cuanto detestáis, el matrimonio es un presidio para el hombre, un presidio completo, pues que le esclaviza y le infama.
Supongo que por lo mismo la detesto doble.
Ergo, detesto el baile.
Los árboles que en los días de mi juventud daban ricos frutos, hoy ya están secos, la casa en donde nací ha cambiado, porque una nueva familia ha introducido y mezclado en ella nuevos usos con los usos viejos, de manera, don Braulio, que en la edad que contamos ya no venimos a ser otra cosa en este mundo que dos piedras desprendidas de un edificio arruinado, pero, así y todo, yo vivo todavía contenta, y por más que lo pretendo no puedo hallar agradable la muerte, sino que la detesto cada vez más, siendo la única cosa que aborrezco de cuanto Dios ha hecho en todo el universo.
-Le aprecio y le detesto: nos tratamos con mucha frialdad.

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