Ejemplos con despidiese

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Problemas con el sistema de enganche y el potencial fue el fracaso que hizo que la eronave de fuselaje Convair construida varios años antes se despidiese de posibles méritos fururos.
Maltrana lo miró con más atención que otras veces, como si se despidiese de él.
Después, rompiendo el gentío, aparecieron las cuatro doncellas sosteniendo el blanco y ligero altar sobre el cual iba el pobre , acostado en su ataúd, moviendo la cabeza con ligero vaivén, como si se despidiese de la barraca.
Sin necesidad de que yo le despidiese, dejome Pipaón, que iba en busca de Eguía para solicitar un puesto en la Junta, y después de pasada mi turbación, pude sondear aquel revuelto piélago de mi espíritu y mirar con serenidad lo que en el fondo de él había.
Valentín no sabía qué hacer: andaba inquieto, bullía de un lado a otro, sin atreverse a entrar en la alcoba de su mujer para que no le despidiese a gritos, porque venía a turbar su reposo, y sin atreverse tampoco a no estar allí cerca para que su mujer no le acusase de indiferente, egoísta y desalmado, que no miraba con interés sus males, y ni siquiera preguntaba por su salud.
Á lo que me preguntaste del órden que tenia para entrar con amo, digo que ya tú sabes que la humildad es la basa y fundamento de todas virtudes, y que sin ella no hay ninguna que lo sea: ella allana inconvenientes, vence dificultades, y es un medio que siempre a gloriosos fines nos conduce, de los enemigos hace amigos, templa la cólera de los airados y menoscaba la arrogancia de los soberbios: es madre de la modestia y hermana de la templanza: en fin, con ella no pueden atravesar triunfo que les sea de provecho los vicios, porque en su blandura y mansedumbre se embotan y despuntan las flechas de los pecados: desta pues me aprovechaba yo, cuando queria entrar a servir en alguna casa, habiendo primero considerado y mirado muy bien ser casa que pudiese mantener, y donde pudiese entrar un perro grande: luego arrimábame a la puerta, y cuando a mi parecer entraba algun forastero, le ladraba, y cuando venia el señor, bajaba la cabeza, y moviendo la cola me iba a él, y con la lengua le limpiaba los zapatos: si me echaban a palos, sufríalos, y con la misma mansedumbre volvia a hacer halagos al que me apaleaba, que ninguno segundaba, viendo mi porfía y mi noble término: desta manera a dos porfías me quedaba en casa: servia bien, queríanme luego bien, y nadie me despidió, sino era que yo me despidiese, o por mejor decir, me fuese, y tal vez hallé amo, que este fuera el dia que yo estuviera en su casa, si la contraria suerte no me hubiera perseguido.
¡Ah! ¡No quería que el que ella amase sobreviviera a ese amor para profanarlo luego! ¡Qué bien comprendía el gesto de las emperatrices antiguas cuando ponían la vida por precio de una noche de voluptuosidad! ¡Qué bien el gesto de esos amantes que absorben el veneno que delibra con el último beso de sus fiestas nupciales! Ya que el amor había de morir, era preciso matarlo cuando aun nos dejaba la melancolía de su muerte, sin esperar a que el hastío le despidiese como a un viejo bufón inútil.
¡Pobre niña!, no pasaron muchos meses antes que su madre se despidiese de ella para siempre.
Llegó por fin el momento en que aquel ilustre mancebo se despidiese de un mundo que si alguna vez esparció flores por su camino fue para trocárselas al punto en abrojos.

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