Ejemplos con desmoronando

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Homer opta por hacer la pirámide humana más grande del mundo, pero cuando estaba a punto de lograrlo, Kearney mueve su mano porque está tocando la de Nelson su mano, desmoronando toda la pirámide humana, que, después de rodar por todo el pueblo, cae sobre una balanza de camiones batiendo el record de pueblo más gordo del mundo.
Lamentablemente todos los edificios han perdido la techumbre, varias de las paredes se vienen desmoronando, y abundan los escombros acumulados.
¿se está desmoronando?, artículo muy didáctico sobre la constante alfa o constante de estructura fina.
Durante gran parte de su gobierno reinó la paz en Gondor, dada la Paz Vigilada lograda por el Concilio Blanco, pero en los últimos años, la raza de orcos Uruk-hai salió de Minas Morgul y tomó y destruyó Osgiliath, desmoronando los puentes que la unían con Anórien.
Las complacencias de los Gobiernos con los que hacen de la política un oficio, van desmoronando el Régimen.
El general veía con pena que cuanto amparó con su prestigio y cuanto defendió con su espada se iba desmoronando.
No se sabe, a punto fijo, adónde iba Catalina cuando se encontró con Nisco, pero está fuera de duda que, no bien le perdió de vista en la solemne ocasión mencionada, retrocedió presurosa, y, andando, andando, llegó a una casita, punto más que choza, baja, muy baja, pobre, muy pobre, arrimada, como de misericordia, al paredón más alto de unas ruinas antiquísimas, sin dueño conocido, que poco a poco se iban desmoronando, hacia el extremo occidental de Cumbrales.
A todo esto, los plúmbeos nubarrones se iban desmoronando en el cielo, y extendían su zona tormentosa, cárdena y fulgurante, hasta la misma senda que recorría el sol en su descenso, y cuando un rayo de él lograba rasgar los apretados celajes y caía sobre los entrelazados grupos de combatientes, relucía el sudor en los tostados rostros manchados de sangre y medio ocultos bajo las greñas desgajadas de la cabeza, y cual si aquel rayo, calcinante y duro, fuera aguijón que les desgarrara las carnes, embravecíanse más los luchadores allí donde el cansancio parecía rendirlos, y volvía la batalla a comenzar, lenta, tenaz y quejumbrosa.
Y si no, había que observar al asiático en su procelosa jornada creadora, cincel en mano, picando, rayando, partiendo, desmoronando, hurgando las condiciones de armonía y dentaje entre las innacidas proporciones del dado y las propias ignoradas potencias de su voluntad cambiante.

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