Ejemplos con desierta

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Solá capturó la ciudad desierta, emitió algunas proclamas inútiles y persiguió sin resultado a Ibarra.
La excepción es durante los episodios El Síndrome de la isla desierta en estos episodios la banda dice Ultra detective.
Luego, los reyes normandos, precursores de Federico IIel padre de doña Constanza, la emperatriz amada por Ferragut, explotaban la ciudad desierta y entera, arrancándole columnas y esculturas.
En otras ocasiones era una falsa alarma, y los cañones herían con sus latigazos de acero el agua desierta.
Una calle desierta semanas antes se poblaba de transeuntes.
Gabriel paseó largo rato por la desierta plazuela, subiéndose hasta las cejas el embozo de la capa, mientras tosía con estremecimientos dolorosos.
Era el marqués en extremo peludo, y la reina Isabel solía llamarle Robinsón Crusoe, porque, según aseguraba, sólo con la cara de su ministro plenipotenciario podía figurarse al famoso náufrago vestido de pieles en su isla desierta.
Robinsón y su negro Domingo, que se habrán constipado en la isla desierta.
Tengo delante el real solitario, la llanura desierta y silenciosa, en el fondo de la cual corre el Pedregoso adormecido y manso bajo las arboledas.
¡Cómo resonaba en la calle desierta el paso de las cabalgaduras!.
Cuando yo mismo apartaba los ojos de tu belleza profanada, y confiaba en olvidarte, y ponía hacia otras regiones el rumbo de mis días, y te dejaba sola en tu desesperación,—como quien abandona una isla desierta,.
Proseguía Sabel mansa, Primitivo complaciente, Perucho invisible, la cocina desierta.
Perdióse primero la Goleta, tenida hasta entonces por inexpugnable, y no se perdió por culpa de sus defensores, los cuales hicieron en su defensa todo aquello que debían y podían, sino porque la experiencia mostró la facilidad con que se podían levantar trincheas en aquella desierta arena, porque a dos palmos se hallaba agua, y los turcos no la hallaron a dos varas, y así, con muchos sacos de arena levantaron las trincheas tan altas que sobrepujaban las murallas de la fuerza, y, tirándoles a caballero, ninguno podía parar, ni asistir a la defensa.
Y, volviéndose a Zoraida, teniéndole yo y otro cristiano de entrambos brazos asido, porque algún desatino no hiciese, le dijo: ¡Oh infame moza y mal aconsejada muchacha! ¿Adónde vas, ciega y desatinada, en poder destos perros, naturales enemigos nuestros? ¡Maldita sea la hora en que yo te engendré, y malditos sean los regalos y deleites en que te he criado! Pero, viendo yo que llevaba término de no acabar tan presto, di priesa a ponelle en tierra, y desde allí, a voces, prosiguió en sus maldiciones y lamentos, rogando a Mahoma rogase a Alá que nos destruyese, confundiese y acabase, y cuando, por habernos hecho a la vela, no podimos oír sus palabras, vimos sus obras, que eran arrancarse las barbas, mesarse los cabellos y arrastrarse por el suelo, mas una vez esforzó la voz de tal manera que podimos entender que decía: ¡Vuelve, amada hija, vuelve a tierra, que todo te lo perdono, entrega a esos hombres ese dinero, que ya es suyo, y vuelve a consolar a este triste padre tuyo, que en esta desierta arena dejará la vida, si tú le dejas! Todo lo cual escuchaba Zoraida, y todo lo sentía y lloraba, y no supo decirle ni respondelle palabra, sino: Plega a Alá, padre mío, que Lela Marién, que ha sido la causa de que yo sea cristiana, ella te consuele en tu tristeza.
Y, para acabar de concluir con todo, volviéndose a su casa, no halló en ella ninguno de cuantos criados ni criadas tenía, sino la casa desierta y sola.

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