Ejemplos con deseo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Uno quería un gobierno de provincia para su hermano, otro, una alcaldía en la isla de Cuba para sí mismo, otro, un juzgado para su pueblo, otro, una administración de aduanas para un primo arruinado por la causa de la libertad, otro, la destitución de un funcionario probo que se oponía tenazmente a ciertas pretensiones de su familia, otro, un ascenso, otro, una cátedra, en fin, por pedir, se pedia allí hasta la luna, y el Ministro, o el Subsecretario en su deseo de complacerlos a todos, tecleaba sin cesar sobre los botones de las campanillas, a cuya música iban apareciendo los altos empleados que podían entender en aquel cúmulo de solicitudes.
Pregunto, pues: ¿es sólo el deseo de acrecentar vuestras ganancias, extendiendo el comercio y la parroquia, lo que os mueve a abandonar este pacífico rincón, o hay en vosotros alguna otra ambición de distinto género?.
Pero éstos se le reían a las barbas por toda respuesta, y llevados del mejor deseo, y fundados en su experiencia, ni se arrepentían ni se enmendaban.
En una palabra, deseo demostrar a usted que el Gobierno es buen amigo de sus amigos, revelándole, en confianza, la ocasión de hacer un buen negocio.
Si este mi deseo vivísimo les merece una respuesta favorable, diríjanmela por el correo, que yo cuidaré de recogerla en la lista.
El estímulo más vehemente y constante, el móvil más poderoso y activo que ha puesto Dios en la conjunción humana de alma y cuerpo, es el deseo de felicidad.
Luego si lo primordial humano, por designio divino, es el deseo de felicidad, el hombre tiene derecho a la felicidad.
Quizá se anticipaban sus amigos a un deseo que le embriagaba el alma mucho tiempo hacía.
Tan fausto acontecimiento deseo celebrar con la pompa de los inmortales, hoy que la Tierra, siguiendo su eterna carrera, ha vuelto a ocupar el mismo punto en su órbita, donde giraba entonces.
Pero en vano buscó al contrario, con el deseo de contemplar su cadáver.
Batiste le miraba con asombro y al mismo tiempo sentía un vago deseo de irse.
Comenzaban por caracolear en torno a los tres hermanos, a perseguirse riendopretexto malicioso inspirado por la instintiva hipocresía de la infancia, para empujarles al pasar, con el santo deseo de arrojarlos en la acequia que bordeaba el camino.
Jamás asomó entre ellos el punzante deseo, la audacia de la carne.
Éste permaneció inmóvil, con el deseo de que el desconocido siguiese adelante, para conocerle.
Al llegar Batiste a las inmediaciones de la taberna de , un hombre apareció en el camino saliendo de una senda inmediata y marchó hacia él lentamente, dando a entender su deseo de hablarle.
No tenía mas que un deseo: que las chicas ignorasen sus preocupaciones, que nadie se diese cuenta en la casa de los apuros y tristezas del padre, que no se turbase la santa alegría de aquella vivienda, animada a todas horas por las risas y las canciones de las cuatro hermanas, cuya edad sólo se diferenciaba de un año.
Por fortuna me he redimido un tanto de las preocupaciones y falsas ideas del romanticismo, y aunque no del todo exento de ellas, pues aun me queda en el alma lamartiniana levadura, miro la vida de otro modo, no pretendo que todo sea a mi gusto y a medida de mi deseo, y vivo tranquilo, como vive toda buena persona, sin que me atormenten poéticos anhelos, ni me divaguen devaneos inútiles, ni me amarguen delicadas sensiblerías.
Me dieron ganas de morir, un deseo vago y dulce de morir, que entonces, como ahora, surge en mi corazón, no solamente en momentos de angustia, sino también cuando me considero feliz: grata inclinación al suicidio, en la cual no he parado mientes hasta después de cumplir los treinta años, y, que,como digo para mí, riendo tristemente,es la nota trágica de mi carácter, de este carácter mío, llevadero, resignado, benévolo y complaciente.
Me ocurre echarlas al fuego para entretenerme en ver las llamas que las devorarían en pocos minutos, pero me es imposible resistir al deseo de que sean conocidas estas memorias, escritas por un pobre muchacho, admirador incondicional de aquellos escritores gallardos y de aquellos poetas amables y sentidos que fueron delicia de nuestros padres.
No le deseo mal ninguno a usted, pero lo justo sería que el agua que beben ustedes se les convirtiera en lodo.

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