Ejemplos con dese

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Dese es una de las ciudades más pobladas de Etiopía, y ha experimentado un notable crecimiento demográfico en los últimos años.
Dese este lugar se puede contemplar una de las más hermosas vistas del Valle de México, a pesar de que ha sido amenzado por el crecimiento de la mancha urbana principalmente en sus laderas.
Junto con la relativamente contemporánea villa Pisani en Montagnana, la villa realizada en Piombino Dese para otro potente patricio veneciano, Giorgio Cornaro, señala un salto neto de escala en el prestigio de Palladio, cuyos encargos hasta entonces eran esencialmente vicentinos.
Dese entonces arde sin pausa y brinda un sobrecogedor espectáculo.
Solo tuvo tres días de recuperación, pues el municipio fue tomado por Boves, y París, en medio de los más crueles tormentos, causados por la amputación, mandó colocar su cama cerca de la ventana que daba vista a una batería, que con un cañón de número ocho defendía el ángulo de la Plaza a donde se habían refugiado venticinco soldados de los generales Rafael Urdaneta y Joaquín Ricaurte, y dese allí animaba a nuestros soldados diciéndoles que las heridas recibidas por la patria no causaban dolor sino placer a tiempo que todos palpábamos sus dolores y el riesgo que corría su vida cada vez que se disparaba el cañón, que solo distaba de él tres varas y media.
Suele cazar dese una percha, pero a veces patrulla lentamente desde el aire, se cierne y luego se abalanza sobre sus presas, sobre todo topillos, aunque también caza mamiferos mayores.
Pues dese usted prisa si quiere alcanzarla.
Dese usted una vuelta por ahí.
—Sí nombró, dijo Mahamut, y me preguntó si habia aportado por esta isla una cristiana dese nombre, de tales y tales señas, a la cual holgaria de hallar para rescatarla, si es que su amo se habia ya desengañado de que no era tan rica como él pensaba, aunque podria ser que por haberla gozado la tuviese en ménos, que como no pasasen de trescientos o cuatrocientos escudos, él los daria de muy buena gana por ella, porque un tiempo la habia tenido alguna aficion.
—Yo estoy dese parecer mismo, respondió Lorenzo.
Juan de Gamboa, que vuestra gallarda disposicion y el adorno dese capelo me lo están diciendo.
—¡Ay desdichada de mí! Señor mio, decidme luego, sin tenerme mas suspensa: ¿conoceis el dueño dese sombrero? ¿Dónde le dejastes, o cómo vino a vuestro poder? ¿Es vivo por ventura, o son esas las nuevas que me envía de su muerte? ¡Ay bien mio, qué sucesos son estos! ¡Aquí veo tus prendas, aquí me veo sin tí encerrada, y en poder que, a no saber que es de gentiles hombres españoles, el temor de perder mi honestidad me hubiera quitado la vida!.
—Yo soy dese parecer, dijo uno de los bravos.
—Si él fuera caballero y del lugar que dicen, yo le conociera, mas dese nombre Mario no hay ninguno en Trápana, pero haz, señora, que yo le vea y hable, que te diré quién es y lo que dél se puede esperar.
—Contenta estarás, oh enemiga mortal de mi descanso, en tener con tanto sosiego delante de tus ojos la causa que hará que los mios vivan en perpetuo y doloroso llanto: llégate, llégate, cruel, un poco mas, y enrede tu yedra a ese inútil tronco que te busca: peina o ensortija aquesos cabellos de ese tu nuevo Ganimédes, que tibiamente te solicita: acaba ya de entregarte a los banderizos años dese mozo en quien contemplas, porque perdiendo yo la esperanza de alcanzarte, acabe con ella la vida que aborrezco: ¿piensas por ventura, soberbia y mal considerada doncella, que contigo sola se han de romper y faltar las leyes y fueros que en semejantes casos en el mundo se usan? ¿Piensas, quiero decir, que ese mozo altivo por su riqueza, arrogante por su gallardía, inesperto por su edad poca, confiado por su linaje, ha de querer, ni poder, ni saber guardar firmeza en sus amores, ni estimar lo inestimable, ni conocer lo que conocen los maduros y esperimentados años? No lo pienses, si lo piensas, porque no tiene otra cosa buena el mundo, sino hacer sus acciones siempre de una misma manera, porque no se engañe nadie sino por su propia ignorancia: en los pocos años está la inconstancia mucha, en los ricos la soberbia, la vanidad en los arrogantes, y en los hermosos el desden, y en los que todo esto tienen la necedad, que es madre de todo mal suceso: y tú, o mozo, que tan a salvo piensas llevar el premio mas debido a mis buenos deseos que a los ociosos tuyos, ¿por qué no te levantas dese estrado de flores donde yaces, y vienes a sacarme el alma que tanto la tuya aborrece? y no porque me ofendas en lo que haces, sino porque no sabes estimar el bien que la ventura te concede: y vese claro que le tienes en poco, en que no quieres moverte a defenderle por no ponerte a riesgo de descomponer la afeitada compostura de tu galan vestido: si esa tu reposada condicion tuviera Aquíles, bien seguro estuviera Ulíses de no salir con su empresa, aunque mas le mostrara resplandecientes armas y acerados alfanjes: véte, véte, y recréate entre las doncellas de tu madre, y allí ten cuidado de tus cabellos y de tus manos, mas dispuestas a devanar blando sirgo, que a empuñar la dura espada.
Dese modo dijo Sancho, ¡a la mano de Dios, y lluevan azotes!.
No hay para qué, señora respondió Altisidora, usar dese remedio, pues la consideración de las crueldades que conmigo ha usado este malandrín mostrenco me le borrarán de la memoria sin otro artificio alguno.
No sé prosiguió don Quijote, pero no sería dese puñalero, porque Ramón de Hoces fue ayer, y lo de Roncesvalles, donde aconteció esta desgracia, ha muchos años, y esta averiguación no es de importancia, ni turba ni altera la verdad y contesto de la historia.
Por el mismo caso respondió don Quijote, no pondré los pies en Zaragoza, y así sacaré a la plaza del mundo la mentira dese historiador moderno, y echarán de ver las gentes como yo no soy el don Quijote que él dice.
¡Vitoria, vitoria! ¡Los enemigos van de vencida! ¡Ea, señor gobernador, levántese vuesa merced y venga a gozar del vencimiento y a repartir los despojos que se han tomado a los enemigos, por el valor dese invencible brazo!.
Buena dueña, templad vuestras lágrimas, o, por mejor decir, enjugadlas y ahorrad de vuestros suspiros, que yo tomo a mi cargo el remedio de vuestra hija, a la cual le hubiera estado mejor no haber sido tan fácil en creer promesas de enamorados, las cuales, por la mayor parte, son ligeras de prometer y muy pesadas de cumplir, y así, con licencia del duque mi señor, yo me partiré luego en busca dese desalmado mancebo, y le hallaré, y le desafiaré, y le mataré cada y cuando que se escusare de cumplir la prometida palabra, que el principal asumpto de mi profesión es perdonar a los humildes y castigar a los soberbios, quiero decir: acorrer a los miserables y destruir a los rigurosos.
¡Justicia, señor gobernador, justicia, y si no la hallo en la tierra, la iré a buscar al cielo! Señor gobernador de mi ánima, este mal hombre me ha cogido en la mitad dese campo, y se ha aprovechado de mi cuerpo como si fuera trapo mal lavado, y, ¡desdichada de mí!, me ha llevado lo que yo tenía guardado más de veinte y tres años ha, defendiéndolo de moros y cristianos, de naturales y estranjeros, y yo, siempre dura como un alcornoque, conservándome entera como la salamanquesa en el fuego, o como la lana entre las zarzas, para que este buen hombre llegase ahora con sus manos limpias a manosearme.
La causa dese dolor debe de ser, sin duda dijo don Quijote, que, como era el palo con que te dieron largo y tendido, te cogió todas las espaldas, donde entran todas esas partes que te duelen, y si más te cogiera, más te doliera.
Sí reniego respondió Sancho, y dese modo y por esa misma razón podía echar vuestra merced a mí y hijos y a mi mujer toda una putería encima, porque todo cuanto hacen y dicen son estremos dignos de semejantes alabanzas, y para volverlos a ver ruego yo a Dios me saque de pecado mortal, que lo mesmo será si me saca deste peligroso oficio de escudero, en el cual he incurrido segunda vez, cebado y engañado de una bolsa con cien ducados que me hallé un día en el corazón de Sierra Morena, y el diablo me pone ante los ojos aquí, allí, acá no, sino acullá, un talego lleno de doblones, que me parece que a cada paso le toco con la mano, y me abrazo con él, y lo llevo a mi casa, y echo censos, y fundo rentas, y vivo como un príncipe, y el rato que en esto pienso se me hacen fáciles y llevaderos cuantos trabajos padezco con este mentecato de mi amo, de quien sé que tiene más de loco que de caballero.
Todo lo creyera yo respondió Sancho, si también mi manteamiento fuera cosa dese jaez, mas no lo fue, sino real y verdaderamente, y vi yo que el ventero que aquí está hoy día tenía del un cabo de la manta, y me empujaba hacia el cielo con mucho donaire y brío, y con tanta risa como fuerza, y donde interviene conocerse las personas, tengo para mí, aunque simple y pecador, que no hay encantamento alguno, sino mucho molimiento y mucha mala ventura.
Así es replicó el ventero, mas si alguno quiere quemar, sea ese del Gran Capitán y dese Diego García, que antes dejaré quemar un hijo que dejar quemar ninguno desotros.
Dichosa buscada y dichoso hallazgo dijo a esta sazón Sancho Panza, y más si mi amo es tan venturoso que desfaga ese agravio y enderece ese tuerto, matando a ese hideputa dese gigante que vuestra merced dice, que sí matará si él le encuentra, si ya no fuese fantasma, que contra las fantasmas no tiene mi señor poder alguno.
Dese modo, no tenemos qué comer hoy replicó don Quijote.
¿Cómo no? respondió maese Pedro, y estas reliquias que están por este duro y estéril suelo, ¿quién las esparció y aniquiló, sino la fuerza invencible dese poderoso brazo?, y ¿cúyos eran sus cuerpos sino míos?, y ¿con quién me sustentaba yo sino con ellos?.

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