Ejemplos con descollando

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Sobresalió en los idiomas griego y latín, descollando entre los hombres más célebres de la Compañía de Jesús de su época: tuvo ganada reputación de helenista en las capitales más cultas de Europa por la inteligencia con que explicaba tanto los pasajes cómicos, como los más oscuros, de las tragedias griegas.
Los cuadros tenían a un lado cartelas blancas con los mismos remates plegados de un escudo de armas, y en ellas, escrito en defectuosas mayúsculas, el relato del suceso: encuentros victoriosos con galeras del Gran Turco o con piratas pisanos, genoveses y vizcaínos, guerras en Cerdeña, asaltos de Bujía y de Tedeliz, y en todas estas empresas era un Febrer el que dirigía a los combatientes o se hacía notar por su heroísmo, descollando sobre todos el comendador don Príamo, héroe endiablado, burlón y poco religioso, que había sido la gloria y la vergüenza de la casa.
En la cabecera se veía el escudo con las armas Reales, y debajo de este un paño bordado con signos diversos, descollando en el adorno el número en letras de oro.
Casos notables de longevidad ilustraban aquella mansión, descollando en ella el añoso don Alonso Landázuri, marqués de Gauna, del hábito de Santiago, que a su título añadía esta pomposa coleta:.
Y O'Donnell, ¿qué decía, qué pensaba? Descollando por su lucida estatura en el grupo de Oficiales Generales que contemplaban los vapores despenseros, no dejaba traslucir en su rostro alegría, vibrante, como tampoco en las horas de incertidumbre dejó entrever la desesperación.
Llegué a donde iba: un guarda, cuyo auxilio reclamé y tuve mediante propina, me trajo dos búcaros que para el adorno de los nichos allí se facilitan, dividimos el ramo en dos, y puestos en su lugar, no tan alto que necesitáramos escalera, quedó muy bonito, descollando por su lucimiento en la descarnada tristeza del camposanto.
Añado que la señora, resueltamente favorecida por Luis Felipe, se lanza intrépida a todas las aventuras con que suelen matar sus ocios los reyes destronados o dados de baja, descollando en estos manejos los que cuando eran reyes no supieron hacerse amar de sus pueblos.
Y Currita, tan conmovida como Dinorah misma, que intenta en vano detener a Bellak, la blanca cabra querida, miraba de reojo al palco del Veloz-Club, donde charlando y riendo entre sí, asomaban Gorito Sardona, Paco Vélez, Diógenes, Angelito Castropardo, y por detrás de todos, descollando entre ellos por su gallarda apostura y su aire altanero, Jacobo Sabadell, flechando los gemelos con descaradísima insistencia a otro palco que Currita no podía ver porque estaba colocado justamente encima del suyo.
El propio Mendizábal, a quien siempre vio Calpena descollando sobre la turbamulta política, se había empequeñecido a sus ojos: ya no era el grande hombre que debía salvar y refundir la nación.
En torno, gente que pasaba mirándoles de reojo y barruntando trapicheo, algún chico parado, con los libros sujetos entre las piernas, ocupados dientes y manos en el aceitoso buñuelo, al fondo, los soportales de la Plaza esfumados en la neblina temprana, las mulas del tranvía despidiendo del cuerpo nubes de vaho, la atmósfera húmeda, impregnada del olor al café que un mancebo tostaba ante una tienda, el ambiente sucio, como si en él se condensaran los soeces ternos y tacos de los carreteros, las piedras resbaladizas, y en el centro del jardinillo, descollando sobre un macizo de arbustos amoratados por los hielos, la estatua del pobre Felipe III, con el cetro y los bigotes acaramelados por la escarcha.
Pensándolo así, fue al campamento llamado por su obligación, mas nada le ocurrió en él digno de contarse, por lo cual apresuramos la narración, acortando el día y transportando a nuestros lectores a la apacible y oscura noche, cuando Monsalud dirigiose solo y con el alma llena de ansiedades entre dulces y dolorosas, a aquellos mismos tapiales de tierra que por la mañana vimos, descollando sobre ellos la frondosa arboleda de una huerta.
Yo le prometí cumplir su encargo como me lo mandaba, y tratando de esto llegamos al gran patio de palacio, donde me sorprendió ver bastante gente reunida descollando entre todos algunas aves de mal agüero, tales como ministriles y demás gente de la curia.
El incendio iluminaba toda la población, y las torres, los altos miradores, las chimeneas de la ciudad gótico-mozárabe, proyectando su desigual sombra sobre los irregulares tejados, parecían otros tantos espectros de distinto tamaño y forma, descollando entre todos la torre de la Catedral, que parecía cuatro veces mayor de lo que es, teñida de un vivo fulgor escarlata, y presidiendo como un gigante vestido de púrpura aquel imponente espectáculo.
Montado en soberbio bridón de batalla, veíase a don Pelayo descollando en medio de sus satélites, y protegiendo a Matilde, a quien sostenía al lado del noble campeón un escudero igualmente cabalgando en alazán enérgico y orgulloso.
Allí se alzaba, descollando sobre las demás, la casa de los Rubárcenas, y en ella clavaba su vista Fernando, y en ella tenía sus pensamientos, porque allí estaba el norte del imán de sus aspiraciones.
Todavía mis ojos cuentan uno por uno sus palacios y casas principales, y descollando sobre todas, la de Dios, la Catedral.
Y éstos y otros parecidos lances eran el único lado agradable que tenía para mí aquel cuadro de continuas e interminables tristezas, sobre las cuales iba descollando de día en día y a medida que la temperatura se templaba y surgían riscos y laderas por los anchos desgarrones abiertos en el espeso tapiz de nieve por los rayos del sol, la figura, de suyo melancólica, de la mujer gris, particularmente hacia la caída de la tarde, y, sobre todo, al descolgar el calderón y empuñar los dos cántaros de barro para ir a la fuente entre día y noche, según costumbre inmemorial en ella.
Iba Muelle arriba, descollando su gigantesca arboladura sobre un enjambre de pescadoras y granujas que le rodeaban.
De lo que más gustaba era de ir al pie del castillo, que no estaba lejos, y cuyas almenas y torres y aun la fachada principal, con sus grandes ventanas ojivales, descollando sobre la masa de verdura, se divisaban bien desde el mismo cuarto en que ella dormía.
Después de tal fracaso, el joven Luna dedicaba por completo al estudio, descollando en el Derecho canónico, ciencia que enseñó en la Universidad de Montpellier.
En las lomas y los barrancos formados por sus ondulaciones, crecían a su sabor malvas de unas proporciones colosales, cerros de gigantescas ortigas, matas rastreras de campanillas blancas, prados de esa hierba sin nombre, menuda, fina y de un verde oscuro, y meciéndose suavemente al leve soplo del aire, descollando como reyes entre todas las otras plantas parásitas, los poéticos al par que vulgares jaramagos, la verdadera flor de los yermos y las ruinas.
La compañía de mi madre colmaba todos los anhelos de nuestro corazón, y como sociedad, bastante teníamos con los amigos que nos visitaban, descollando en nuestro afecto el Sr.
Tropezaban de cuando en cuando con hombres de gesto montaraz y sombrío anunciado en su traje y sus miradas maliciosas intenciones, pero descubrieron por último sin el menor contratiempo al anochecer de un hermoso día las torres de San Bernardo, descollando sobre los árboles al pie de frondosas montañas, cuyas cimas puntiagudas indicaban al viajero bravos torrentes y mortales precipicios.
Sus enrojecidas murallas, y la gótica grandeza de su arquitectura, hacían de él un objeto algo lúgubre y siniestro, y no pocas veces al divisarlo repentinamente hacia la noche descollando sobre los silvestres olmos con sus agujas y puntiagudas almenas, creyó ver el asombrado peregrino un gigante etíope en medio de aquel espantoso desierto.
Y O'Donnell, ¿qué decía, qué pensaba? Descollando por su lucida estatura en el grupo de Oficiales Generales que contemplaban los vapores despenseros, no dejaba traslucir en su rostro alegría, vibrante, como tampoco en las horas de incertidumbre dejó entrever la desesperación.
En los dos balcones del principal había muchos tiestos, descollando entre ellos una grande y bien florecida adelfa que daba alegría a la casa y aun a la calle toda.
Caifás, después de encender luz, guió a su amigo por estrecho carrejo a una pieza no pequeña donde había varios muebles, descollando entre ellos un inválido sofá de paja de Vitoria.
El incendio iluminaba toda la población, y las torres, los altos miradores, las chimeneas de la ciudad gótico-mozárabe, proyectando su desigual sombra sobre los irregulares tejados, parecían otros tantos espectros de distinto tamaño y forma, descollando entre todos la torre de la Catedral, que parecía cuatro veces mayor de lo que es, teñida de un vivo fulgor escarlata, y presidiendo como un gigante vestido de púrpura aquel imponente espectáculo.
y al fin, descollando sobre el gris difuso del paisaje, la casa del Águila, de ladrillo viejo y quemado, con violentos chorretazos de rojo sanguíneo.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba