Ejemplos con deleite

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El fervor de los cruzados encendía en aquellos breves instantes de heroica dicha su alma buena, y su deleite, que le inundaba de una luz parecida a la de los astros, era solo comparable a la vasta amargura con que reconocía, a poco que en el mundo no encuentran auxilio, sino cuando convienen a algún interés que las vicia, las obras de pureza.
De la misma manera, y con aquel deleite honrado que produce en un espíritu fino la contemplación de la hermosura, había Juan mirado a Sol largamente.
Tranquilo ya entonces, aunque siempre receloso, puso el revólver sobre la mesa, y con el deleite del avaro que revuelve sus tesoros, engolfóse de nuevo en la lectura y examen de los papeles.
Doña Luz era casi seguro que no se casaría ya, lo mejor, pues, de su inteligencia se emplearía en comunicar con la del Padre, su voz en hablarle, su oído en oírle, su más seria preocupación sería pensar en las cosas del cielo, según el método y forma con que él pensaba, su deleite mayor hablar con él de Dios y del alma y de toda verdad y de toda bondad y hermosura.
Se condenaba al reconocer que ella había disimulado mucho menos que él la complacencia con que le oía, el contento que su vista le causaba, el deleite que su conversación le traía siempre, y que ella por instinto irreflexivo, pero depravado, gustaba de parecer hermosa y elegante a todos, y particularmente a las personas a quienes quería, entre las cuales no podía menos de incluir al Padre.
Pero cuando las revoluciones no provienen de influencias generales, sino de exclusivas y fatales desesperaciones, el vulgo desconfiado a nadie reconoce por jefe, teme encontrar el engaño donde está la autoridad, la celada misteriosa donde le enseñan el deleite, y sin fiarse de nadie, temeroso de todo el mundo, no consiente en ser espectador de nada.
No creas que lo hago a escondidas de la Superiora, pues acaba de autorizarme para darte esta golosina, siempre que sea en la medida que separa la necesidad del apetito y el remedio del deleite.
Por la mañana, mientras Barbarita y Plácido andaban por esas calles de tienda en tienda, entregados al deleite de las compras precursoras de Navidad, Jacinta salió acompañada de Guillermina.
Unas, desengañadas de la poca sustancia que se saca al deleite, se quedan allí para siempre, otras salen ya , bien para casarse, bien para servir en casas de personas respetabilísimas.
Las saca uno del purgatorio del deleite y allá se van otra vez.
La mesa, en desorden, manchada de salsas, ensangrentada de vino tinto, y el suelo lleno de huesos arrojados por los comensales menos pulcros, indicaban la terminación del festín, Julián hubiera dado algo bueno por poderse retirar, sentíase cansado, mortificado por la repugnancia que le inspiraban las cosas exclusivamente materiales, pero no se atrevía a interrumpir la sobremesa, y menos ahora que se entregaban al deleite de encender algún pitillo y murmurar de las personas más señaladas en el país.
—Bien sabeis, señor Lorenzo Bentibolli, que yo jamas engañé a vuestra hermana, de lo que es buen testigo el cielo y mi conciencia: sabeis asimismo la diligencia con que la he buscado, y el deseo que he tenido de hallarla para casarme con ella, como se lo tengo prometido: ella no parece, y mi palabra no ha de ser eterna: yo soy mozo, y no tan esperto en las cosas del mundo, que no me deje llevar de las que me ofrece el deleite a cada paso: la misma aficion que me hizo prometer ser esposo de Cornelia, me llevó tambien a dar ántes que a ella palabra de matrimonio a una labradora desta aldea, a quien pensaba dejar burlada por acudir al valor de Cornelia, aunque no acudiera a lo que la conciencia me pedia, que no fuera pequeña muestra de amor, pero pues nadie se casa con mujer que no parece, ni es cosa puesta en razon, que nadie busque la mujer que le deja por no hallar la prenda que le aborrece: digo que veais, señor Lorenzo, qué satisfaccion puedo daros del agravio que no os hice, pues jamas tuve intencion de hacérosle, y luego quiero que me deis licencia para cumplir mi primera palabra, y desposarme con la labradora, que ya está dentro desta casa.
Fuéronse las criadas, y ella acudió a la sala a persuadir a Leonora acudiese a la voluntad de Loaysa, con una larga y tan concertada arenga, que pareció que de muchos dias la tenia estudiada: encarecióle su gentileza, su valor, su donaire y sus muchas gracias: pintóle de cuánto mas gusto le serian los abrazos del amante mozo, que los del marido viejo, asegurándole el secreto y la duracion del deleite, con otras cosas semejantes a estas, que el demonio le puso en la lengua, llenas de colores retóricos, tan demostrativos y eficaces, que movieran, no solo el corazon tierno y poco advertido de la simple é incauta Leonora, sino el de un endurecido mármol.
Yo, que tenia entónces el juicio no en la cabeza, sino en los carcañales, haciéndoseme el deleite en aquel punto mayor de lo que en la imaginacion le pintaba, y ofreciéndoseme tan a la vista la cantidad de hacienda, que ya la contemplaba en dineros convertida, sin hacer otros discursos de aquellos a que daba lugar el gusto que me tenia echados grillos al entendimiento, le dije que yo era el venturoso y bienafortunado en haberme dado el cielo casi por milagro tal compañera para hacerla señora de mi voluntad y de mi hacienda, que no era tan poca, que no valiese con aquella cadena que traia al cuello, y con otras joyuelas que tenia en casa, y con deshacerme de algunas galas de soldado, mas de dos mil ducados, que juntos con los dos mil y quinientos suyos, era suficiente cantidad para retirarnos a vivir a una aldea de donde yo era natural, y adonde tenia algunas raíces, hacienda tal, que sobrellevada con el dinero, vendiendo los frutos a su tiempo, nos podia dar una vida alegre y descansada: en resolucion, aquella vez se concertó nuestro desposorio, y se dió traza como los dos hiciésemos informacion de solteros, y en los tres dias de fiesta, que vinieron luego juntos en una pascua, se hicieron las amonestaciones, y al cuarto dia nos desposámos, hallándose presentes al desposorio dos amigos mios, y un mancebo que ella dijo ser primo suyo, a quien yo me ofrecí por pariente con palabras de mucho comedimiento, como lo habian sido todas las que hasta entónces a mi nueva esposa habia dado, con intencion tan torcida y traidora que la quiero callar, porque aunque estoy diciendo verdades, no son verdades de confesion, que no pueden dejar de decirse.
Dirás tú ahora, hijo, si es que acaso me entiendes, que ¿quién me hizo a mi teóloga? y aun quizá entre tí: ¡cuerpo de tal con la puta vieja! ¿por qué no deja de ser bruja, pues sabe tanto, y se vuelve a Dios, pues sabe que está mas pronto a perdonar pecados, que a permitirlos? Á esto te respondo como si me lo preguntaras, que la costumbre del vicio se vuelve en naturaleza, y este de ser brujas se convierte en sangre y carne, y en medio de su ardor, que es mucho, trae un frio que pone el alma tal, que la resfría y entorpece aun en la fe, de donde nace un olvido de sí misma, y ni se acuerda de los temores con que Dios la amenaza, ni de la gloria con que la convida, y en efeto, como es pecado de carne y de deleites, es fuerza que amortigüe todos los sentidos, y los embelese y absorte, sin dejarlos usar sus oficios como deben, y así quedando el alma inútil, floja y desmazalada, no puede levantar la consideracion siquiera a tener algun buen pensamiento, y así dejándose estar sumida en la profunda sima de su miseria, no quiere alzar la mano a la de Dios, que se la está dando por sola su misericordia, para que se levante: yo tengo una destas almas que te he pintado, todo lo veo y todo lo entiendo, y como el deleite me tiene echados grillos a la voluntad, siempre he sido y seré mala.
Otras veces acabadas de untar, a nuestro parecer mudamos forma, y convertidas en gallos, lechuzas o cuervos, vamos al lugar donde nuestro dueño nos espera, y allí cobramos nuestra primera forma, y gozamos de los deleites, que te dejo de decir por ser tales, que la memoria se escandaliza en acordarse dellos, y así la lengua huye de contarlos, y con todo esto soy bruja, y cubro con la capa de la hipocresía todas mis muchas faltas: verdad es que si algunos me estiman y honran por buena, no faltan muchos que me dicen no dos dedos del oido el nombre de las fiestas, que es el que nos imprimió la furia de un juez colérico, que en los tiempos pasados tuvo que ver conmigo y con tu madre, depositando su ira en las manos de un verdugo, que por no estar sobornado usó de toda su plena potestad y rigor con nuestras espaldas, pero esto ya pasó, y todas las cosas se pasan, las memorias se acaban, las vidas no vuelven, las lenguas se cansan, los sucesos nuevos hacen olvidar los pasados: hospitalera soy, buenas muestras doy de mi proceder, buenos ratos me dan mis unturas, no soy tan vieja que no pueda vivir un año, puesto que tengo setenta y cinco: y ya que no puedo ayunar por la edad, ni rezar por los vaguidos, andar romerías por la flaqueza de mis piernas, ni dar limosna porque soy pobre, ni pensar en bien porque soy amiga de murmurar, y para haberlo de hacer es forzoso pensarlo primero, así que siempre mis pensamientos han de ser malos: con todo esto, sé que Dios es bueno y misericordioso, y que él sabe lo que ha de ser de mí, y basta, y quédese aquí esta plática, que verdaderamente me entristece: ven, hijo, y verásme untar, que todos los duelos con pan son ménos: el buen dia meterle en casa, pues miéntras se rie, no se llora: quiero decir, que aunque los gustos que nos da el demonio son aparentes y falsos, todavía nos parecen gustos, y el deleite mucho mayor es imaginado, que gozado, aunque en los verdaderos gustos debe de ser al contrario.
Y, puesto que el principal intento de semejantes libros sea el deleitar, no sé yo cómo puedan conseguirle, yendo llenos de tantos y tan desaforados disparates, que el deleite que en el alma se concibe ha de ser de la hermosura y concordancia que vee o contempla en las cosas que la vista o la imaginación le ponen delante, y toda cosa que tiene en sí fealdad y descompostura no nos puede causar contento alguno.
¡Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes! Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite consigo, pero el de la envidia no trae sino disgustos, rancores y rabias.
Sucedió, pues, que, como el amor en los mozos, por la mayor parte, no lo es, sino apetito, el cual, como tiene por último fin el deleite, en llegando a alcanzarle se acaba y ha de volver atrás aquello que parecía amor, porque no puede pasar adelante del término que le puso naturaleza, el cual término no le puso a lo que es verdadero amor.

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