Ejemplos con deja

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Cogiendo al las , la niña deja la mano en su boca.
¿A dónde va el burro cuando su amo lo deja suelto?.
Párteme en dos a mí, deja una parte muerta aquí, y lleva la parte viva contigo.
Dejaba hacer a Celemín, como Dios deja hacer a los déspotas y tiranos, sabiendo que la voluntad y autoridad de ellos son inútiles, y que la providencia, el designio providente del autor, reside dentro de cada uno de los personajes que juegan el drama, a modo de ley fatal o ineluctable norma de acción.
Y ¿dónde me deja usted el descubrimiento del Nuevo Mundo? Aparte que, si no recuerdo mal, cuando estudié en el Instituto, el profesor de Historia nos decía que no sé cuál emperador romano había adoptado para el ejército el calzado que usaban los españoles.
En esto pasó la duquesa: ¿Qué te ocurre, camuesín? Que Patón no me deja entrar.
El pintor, a la inversa del novelista, no se deja dominar por la vastedad del objeto, sino que lo domina.
¡No sé si el mar, si tus dientes, hacen ese gran ruido que no me deja descansar y se agranda dentro de mí!.
El tema, el color verde, crecía en intensidad al alejarse hacia las orillas del mar, allí llegaba al período brillante, a la cúspide de la sinfonía, y lanzándose en pleno cielo, aclarándose en un azul blanquecino, marchaba velozmente hacia el final, se extinguía en el horizonte pálido y vago como el último quejido de los violines, que se prolonga mientras queda una pulgada de arco, y adelgazándose hasta ser un hilillo tenue, una imperceptible vibración, no puede adivinarse en qué instante deja realmente de sonar.
A ella he confiado mis pesares, en ella he puesto mi cariño, me amó, me ama, y cuando su amor iluminaba mi alma con celestes claridades, cuando de ella recibía mi corazón vigor y fortaleza, se va, y me deja.
El dolor, con el cual llegamos a encariñarnos, del cual nos abrazamos perdida toda esperanza de volver a la dicha, deseosos de vivir para él, sólo para él, pasa y se va, huye y no vuelve, nos deja para que brisas de ventura, de una ventura fugaz y efímera también, venga a refrescar nuestra frente y a reanimar el desmayado corazón.
Dale de lleno en el rostro y busto y manos la luz del quinqué, cuya pantalla deja en dulce penumbra el resto de la persona y la pieza casi toda.

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