Ejemplos con concurrencia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¡Señor Cerojo, señor Cerojo!gritó el presidente sin poderse contener por más tiempo, esas palabras son indignas de este sitio y de esta concurrencia, y yo espero que usted las retirará espontáneamente.
Sabemos que en ellos todo será digno, así de la brillante concurrencia que ha de llenarlos, como de la proverbial amabilidad y del exquisito gusto de las señoras de la casa, y de la bien acreditada prodigalidad del opulento patricio y esclarecido anfitrión.
Unicamente debo dejar consignado que Julieta estaba hecha una real moza, y que no se separó de ella un solo instante el consabido diplomático de , que doña Juana no cabía en la casa, de satisfecha, soplada y bullidora, que don Simón se desvivía por obsequiar a todo el mundo, a pesar de hallarse algo contrariado por la circunstancia de que un inesperado Consejo de Ministros había impedido a alguno de éstos honrar la casa con su presencia, y, por último, que la concurrencia, deseando corresponder de un modo digno a tantos obsequios, bailó de firme, registró toda la casa, murmuró en cada rincón de la simplicidad del dueño y de la estrepitosa de su señora, desafinó el piano, desgajó, con parte de los tabiques, dos cortinones, se chupó o se embolsó medio millar de ricos habanos, y dejó el ambigú como si sobre él hubiera pasado un huracán.
El niño fué a tomar lugar en medio de la concurrencia, y con gran despejo y buena declamación, recitó el romance.
Noté, además, que, contra el uso común de las iglesias mexicanas, en ésta había bancos para los asistentes, bancos que entonces se habían duplicado para que cupiese toda la concurrencia, de modo que ninguno de los fieles se veía obligado a sentarse en el suelo sobre el frío pavimento de ladrillo.
Y Keleffy en aquellos instantes tenía subyugada y muda a la concurrencia.
¡Ya se sabía que en el Instituto de la Merced había una niña muy bella! que era Sol del Valle, ¡pero no se sabía que era tan bella! Y fue al piano, porque ella era la discípula querida del Instituto y ninguna como ella entendía aquella plegaria de Keleffy, ¡Oh, madre mía , y la tocó, trémula al principio, olvidada después en su música y por esto más bella, y cuando se levantó del piano, el rumor fue de asombro ante la hermosura de la niña, no ante el talento de la pianista, no común por otra parte, y Keleffy la miraba, como si con ella se fuese ya una parte de él, y, al verla andar, la concurrencia aplaudía, como si la música no hubiera cesado, o como si se sintiese favorecida por la visita de un ser de esferas superiores, u orgullosa de ser gente humana, cuando había entre los seres humanos tan grande hermosura.
Colgando de la pared, sobre la tribuna, había una mapa de Cuba, y cuando Martí, lleno del más tierno lirismo hacía una invocación a su patria llorosa y rodeada de cadenas, cuando la concurrencia, suspensa de su palabra, temblaba de emoción, el mapa cayó como una corona sobre su cabeza.
La concurrencia de fieles era mayor que otros días, pero aun así, la catedral parecía desierta.
En esta concurrencia diseminada y distraída por la música, destacábanse las señoritas del Colegio de Doncellas Nobles, jóvenes apenas entradas en la pubertad o soberbias mujeres en toda la amplitud del desarrollo femenil, que miraban con ojos de brasa: todas con traje de seda negra, mantilla de blonda montada sobre la peineta y vistosos golpes de rosas, como damas aristocráticas de gracia manolesca escapadas de un cuadro de Goya.
Las bromas groseras del valentón hacían rugir de risa a la concurrencia.
Entró entonces el viejo empleado en la contaduría, don Pablo Solera, que había presenciado el registro: traía las orejas muy coloradas y un gran papel en la mano, que presentó a la condesa Rodeáronle todos llenos de curiosidad, haciéndole mil preguntas, que el viejo se apresuró a satisfacer aturdido, en parte, al verse ante tan ilustre concurrencia.
Esto dijo Butrón con arrogante tono, y acentuando mucho la palabra , paseó después una larga mirada por la concurrencia, como quien dice: ¿Habéis entendido? , y entróse por los grupos, dejando caer palabras huecas que la curiosidad y la necedad rellenaron de grandes cosas.
Y desde el hasta , comenzaron a trabajar, sin dar apenas abasto en servir a la emocionada concurrencia un improvisado, un sustancioso.
El peludo Butrón levantó ambas manos al cielo, la Mazacán paseó por la horrorizada concurrencia una mirada de triunfo, y la duquesa, irguiéndose iracunda, exclamó violentamente:.
Era aquella misma tarde poca la animación y escasa la concurrencia en el de la duquesa de Bara.
Surgían entre ellos numerosas rivalidades y apuestas, especialmente en esta época, que era cuando aumentaba la concurrencia del establecimiento.
A las doce, cuando mayor era la concurrencia, las de Pajares salieron de la catedral, devocionario en mano y al puño el rosario de nácar y oro.
La concurrencia era la de siempre.
La concurrencia se atracaba de huevos cocidos.
Cuando doña Manuela volvió a entrar en el mercado comenzaba a anochecer y la concurrencia aumentaba por momentos.
La concurrencia era numerosa, pero popular, popularísima: gente humilde, la que acude en tropel a los espectáculos gratuitos.
A las cinco sube uno por la calle de Alcalá, soplándose las puntas de los dedos, en busca del café o del Casino, donde le aguarda una compacta y animada concurrencia que pregunta a cada momento:—¿Qué hay?.
—Las paredes cubiertas de enredaderas, las columnas árabes, los agimeces, las lámparas morunas, las flores, la brillante concurrencia, la hermosura y elegancia de las , la afinación y el gusto con que cantaron el coro de la y el de la , y, por último, lo bien que acompañaron y dirigieron los Sres.
El aspecto de la concurrencia recuerda los buenos tiempos de las máscaras.
Por lo demás, el local es lujosísimo, la orquesta maravillosa, la concurrencia innumerable.
—Primeramente, en la concurrencia, o sea en la competencia.
Poco después empezaba a clarear la concurrencia, algunos se iban al teatro, y las peñas de estudiantes se disolvían, porque hay muchos que se van a estudiar temprano.
El estremecimiento que aquel contacto le produjo dejola por un rato atónita, después abrió los ojos, y se hizo cargo de que estaban allí sus hermanas, vio los cortinones pintados de la boca del teatro, la apretada concurrencia de los costados del paraíso.
La concurrencia crecía cada año, y era forzoso apelar al reclamo, recibir y expedir viajantes, mimar al público, contemporizar y abrir cuentas largas a los parroquianos, y singularmente a las parroquianas.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba