Ejemplos con comunes

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

A la mañana rezaban algunas oraciones, y el acto de contriccion, y una oracion en que daban gracias a Dios por los beneficios comunes, y le ofrecian las obras y trabajos de aquel dia, especificando la hambre, sed, cansancio, peligros, a.
Déjate de resabios de fraile y lugares comunes.
Dormíamos en grandes dormitorios comunes, que casi nunca barrían.
Este cargo, repetido hasta la saciedad por otros críticos, dió ya motivo a una vigorosa réplica de Pereda en el prólogo de sus , pero como todos los lugares comunes, y más si son irracionales, traen aparejada larga vida, no es de temer que desaparezcan tan pronto del vocabulario de los críticos de Pereda los términos de , como tampoco aquellos otros , ni siquiera el de.
Todos los de aquel pueblo de la Marina estaban unidos por largos siglos de existencia aislada y peligros comunes.
Hubo una serie sucesiva de años en que toda aquella historia tuvo una trágica monotonía desesperante: degüellos de poblaciones enteras, incendios y saqueos de ciudades, exterminio de sus habitantes sin perdón ni aun para niños ni ancianos, lucha incesante de los pueblos entre sí y contra los invasores comunes, tales son las simétricas y feroces alternativas de aquella historia.
Aquella razón serena, que los problemas sociales o las pasiones comunes no oscurecían nunca, se le ofuscaba hasta hacerle llegar a la prodigalidad de sí mismo, en virtud de un inmoderado agradecimiento.
Era de no acabar de oírle, y tenerle que rogar que se calmase, cuando con aquel lenguaje pintoresco y desembarazado recordaba, no sin su buena cerrazón de truenos y relámpagos y unas amenazas grandes como torres, los bellacos oficios de tal o de cual marquesa, que auxiliando ligerezas ajenas querían hacer, por lo comunes, menos culpables las propias, o tal historia de un capitán de guardias, que pareció bien en la corte con su ruda belleza de montañés y su cabello abundante y alborotado, y apenas entrevió su buena fortuna tomó prestados unos dineros, con que enrizarse, en lo del peluquero la cabellera, y en lo del sastre vestir de paño bueno, y en lo del calzador comprarse unos botitos, con que estar galán en la hora en que debía ir a palacio, donde al volver el capitán con estas donosuras, pareció tan feo y presumido que en poco estuvo que perdiese algo más que la capitanía.
Y aquel dolor de vivir sin cariño, y sin derecho para inspirarlo ni aceptarlo, puesto que estaba ligado a una mujer a quien no amaba, aquel dolor que no dormía, ni tenía paces, ni le quería salir del pecho, y le tenía la fantasía como apretada por serpientes, lo que daba a todo su música un aire de combate y tortura que solía privarla del equilibrio y proporción armoniosa que las obras durables de arte necesitan, aquel dolor, en un espíritu hermoso que, en la especie de peste amatoria que está enllagando el mundo en los pueblos antiguos, había salvado, como una paloma herida, un apego ardentísimo a lo casto, aquel dolor, que a veces con las manos crispadas se buscaba el triste músico por sobre el corazón, como para arrancárselo de raíz, aunque se tuviera que arrancar el corazón con él, aquel dolor no le dejaba punto de reposo, le hacía parecer a las veces extravagante y huraño, y aunque por la suavidad de su mirada y el ardor de su discurso se atrajese desde el primer instante, como un domador de oficio, la voluntad de los que le veían, poco a poco sentía él que en aquellos afectos iba entrando la sorda hostilidad con que los espíritus comunes persiguen a los hombres de alma superior, y aquella especie de miedo, si no de terror, con que los hombres, famélicos de goces, huyen, como de un apestado, de quien, bajo la pesadumbre de un infortunio, ni sabe dar alegrías, ni tiene el ánimo dispuesto a compartirlas.
Y cuando poco a poco el elemento autóctono se separa del invasor y surgen las pequeñas nacionalidades cristianas, los árabes y los antiguos españolessi es que después del incesante cruzamiento de sangre puede marcarse un límite entre las dos razaspelean caballerescamente, sin exterminarse luego de la victoria, estimándose mutuamente, con grandes intervalos de paz, como si quisieran retrasar el momento de la definitiva separación y uniéndose muchas veces para empresas comunes.
Interrumpiendo su ristra de lugares comunes, dichos campanudamente, como si estuviera en la escuela, añadió en voz baja, guiñando maliciosamente los ojos:.
Los recién llegados, después de saludar a la mamá, deseándola felicidades y ensartando los lugares comunes propios del caso, sentáronse cerca de las dos niñas, que se mostraban complacidas y ruborosas.
Y el señor Cuadros repetía con expresión pedantesca estos y otros lugares comunes que había oído en la Bolsa de boca de ciertos pillos de levita, que con la dichosa lucha por la existencia justifican rapiñas legales que merecen un grillete.
Don Antonio sacaba a luz todo un arsenal de afirmaciones que, a fuerza de repetidas, habían pasado a ser lugares comunes.
Estaba reducida a usar tan sólo la tercera parte de los vocablos que emplear solía, y aún no se le quitaban los escrúpulos, sospechando que tuviese en algún eco infernal las voces más comunes.
Era aquello un reflejo de las ideas comunes, el pensar general modificado y adulterado por mi cerebro enfermo.
—Bien tendrás que llorar, replicó el turco, si en esas contemplaciones entras, porque los que vieron habrá dos años a esta nombrada y rica isla de Chipre en su tranquilidad y sosiego, gozando sus moradores en ella de todo aquello que la felicidad humana puede conceder a los hombres, y ahora los ven, o contemplan o desterrados della, o en ella cautivos y miserables, ¿cómo podrán dejar de no dolerse de su calamidad y desventura? Pero dejemos estas cosas, pues no llevan remedio, y vengamos a las tuyas, que quiero ver si le tienen, y así te ruego por lo que debes a la buena voluntad que te he mostrado y por lo que te obliga el ser entrambos de una misma patria, y habernos criado en nuestra niñez juntos, que me digas ¿qué es la causa que te trae tan demasiadamente triste? que puesto caso que sola la del cautiverio es bastante para entristecer el corazon mas alegre del mundo, todavía imagino que de mas atras traen la corriente tus desgracias, porque los generosos ánimos como el tuyo no suelen rendirse a las comunes desdichas tanto que den muestras de estraordinarios sentimientos: y háceme creer esto, el saber yo que no eres tan pobre que te falte para dar cuanto pidieren para tu rescate, ni estás en las torres del mar Negro, como cautivo de consideracion que tarde o nunca alcanza la deseada libertad: así que no habiéndote quitado la mala suerte las esperanzas de verte libre, y con todo esto verte rendido a dar miserables muestras de tu desventura, no es mucho que imagine que tu pena procede de otra causa que de la libertad que perdiste, la cual causa te suplico me digas, ofreciéndote cuanto puedo y valgo, quizá para que yo te sirva ha traido la fortuna este rodeo de haberme hecho vestir deste hábito, que aborrezco.
Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes, a nadie le era necesario, para alcanzar su ordinario sustento, tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto.

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