Ejemplos con complacen

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los padres, después de alguna resistencia, la complacen y ella, feliz de poder manifestar a los ojos de todos su fabulosa riqueza, da una gran fiesta, en la que se presenta vestida de Diana, con una túnica sucinta para que se pueda ver su preciosa pierna.
Tiene el juego en Vichy algo de la higiénica elegancia del pueblo todo, cuyos habitantes se complacen en repetir que en su villa nadie se levantó la tapa de los sesos por cuestión del tapete verde, como sucede en Mónaco a cada paso, de suerte que no se presta la sala del Casino a descripciones del género dramático espeluznante, allí el que pierde se mete las manos en los bolsillos, y sale mejor o peor humorado, según es de nervioso o linfático temperamento, pero convencido de la legalidad de su desplume, que le garantizan agentes de la Autoridad y comisionados de la Compañía arrendataria, presentes siempre para evitar fraudes, quimeras y otros lances, propios solamente de garitos de baja estofa, no de aquellas olímpicas regiones en que se talla calzados los guantes.
La obscuridad se había hecho más densa, pero yo veía en el cura, cuyo semblante aun no conocía, algo luminoso, tan cierto es que la simpatía y la admiración se complacen en revestir a la persona simpática y admirada con los atractivos de la Divinidad.
Al contrario de ciertos seres viles que se complacen en transmitir el veneno de la murmuración, tenía gusto en ir repitiendo a cada cual lo bueno que de él hablasen los demás: Pepita, ¿sabe usted lo que acaba de decirme doña Rosario del vestido que usted lleva? que es elegantísimo, muy sencillo y de mucho gusto.
Porque los que poseen una buena condición, si bien la persiguen implacablemente en los demás cuando por causa de la posición o edad de estos, teman que lleguen a ser rivales, se complacen, por el contrario, por una especie de prolongación de egoísmo y por una fuerza de atracción que parece incontrastable y de naturaleza divina, en reconocer y proclamar en otros la condición que ellos mismos poseen, cuando no puede llegar a estorbarles.
Solía entonces pasar horas enteras en la Nursery jugando con sus hijos: comíaselos a besos, llamábales sus , hacíales traer costosos juguetes y golosinas de todos géneros, y complaciéndose en poner en ridículo a Miss Buteffull y en decir pestes de los padres del colegio, destruía en media hora todo lo bueno que, a costa de mil trabajos, habían sembrado y podían sembrar en adelante estos y aquella en los tiernos corazones de ambos niños, porque uno de los grandes escollos en que tropiezan los esfuerzos de las personas dedicadas a la educación, consiste en la imprudente y culpable ligereza con que se complacen muchos padres en presentar ante sus hijos a preceptores y maestros, no como amigos íntimos encargados de guiar sus pasos, ni como seres benéficos que les dispensan el favor insigne de formar sus corazones y alumbrar sus entendimientos, sino como tiranos que les oprimen y mortifican, como carceleros cuya vigilancia hay que burlar con ardides y tretas más o menos inocentes.
Obediente, sumisa a la voz de sus padres, jamás se oponía a sus mandatos, como suelen hacerlo las señoritas de las clases elevadas, que gustan de ser caprichosas y se complacen en ser mimadas por los suyos.
Me imaginé que Castro Pérez era uno de esos abogados viejos, peritísimos en cuestiones de Jurisprudencia, pero en lo demás unos ignorantes de tomo y lomo, un señorón de aldea, pagado de su fama y de su ciencia, de esos que suspiran por todo lo antiguo, y que siempre están mal dispuestos para todo lo nuevo, un fantasmón iracundo, gruñón, de esos que ven con desconfianza a los jóvenes, y que se complacen en censurar a todas horas la educación enciclopédica de estos tiempos, la cual, si bien no produce sabios a granel no cría fátuos, como tantos viejos que yo conocía, encastillados en su saber hipotético, muy vanidosos y engreídos con su ciencia, ciencia exígua y mezquina que les conquista en el pópulo vil admiradores y monaguillos de amén que aprueban cuanto dicen los Sócrates de aldea, así suelten éstos el mayor disparate.
-Nosotros los ministros tampoco, el Consejo tampoco: luego ese hombre es un falsario, ese hombre es instrumento de algunos pérfidos que subterráneamente, o quizás de un modo hipócrita, fingiendo interés por Vuestra Majestad, se complacen en sostener esta sangrienta intriga, que perturba el reino todo y hace odioso el paternal gobierno establecido a costa de tantos sacrificios.
-Lo que menos le importa al Gobierno -replicó Matica, que se hallaba presente- es lo que usted pueda escribir en favor suyo: demasiado sabe él que la enfermedad que lo está matando no se cura con sahumerios ni con panegíricos, aunque se los haga el mismísimo San Pablo, pero sabe también que el nombre de Pedro Sánchez, desde la publicación del Cuento oriental, que es obra suya, anda en todas las bocas que se complacen en decir algo malo de la situación, y que seria de gran efecto, por lo que desencantaría a las oposiciones, la aparición en todos los periódicos ministeriales de un sueltecito que dijera, sobre poco más o menos: «Desde hoy figura entre los redactores de El Mensajero el joven y afamado escritor don Pedro Sánchez.
Para remate de desentono, hasta los sastres se complacen en extremar sobre ellos los caprichos de la moda con tajos y recortes atrevidos, que sólo conducen a poner en evidencia el armazón que falta en el tronco, o el esqueleto que sobra en las extremidades.
Las prodigalidades de don Braulio habían dejado un eterno y grato recuerdo, sobre todo en la memoria de los mendigos y de los que se complacen en vivir a cuenta del bolsillo ajeno.
Oídas estas palabras, Doniazada saltó de alegría y emoción, y exclamó: ¡Oh hermana, por favor! ¡Antes de empezar la historia de Feliz-Bello y Feliz-Bella, cuyos nombres ya me complacen infinito, dime quién es Grano-de-Belleza!.
El teatro y la novela, ¿no tienen un pequeño número de notabilidades, cuyas obras se imitan hasta el fastidio? La política, la filosofía, la historia, ¿no cuentan también unos pocos adalides, cuyos nombres se pronuncian sin cesar y cuyas opiniones y lenguaje se adoptan sin discernimiento? La independiente Alemania, ¿no tiene sus escuelas filosóficas, tan marcadas y caracterizadas como serlo pudieron las de Santo Tomás, Escoto y Suárez? ¿Qué son en Francia la turba de filósofos universitarios sino humildes discípulos de Cousin? ¿Y qué ha sido Cousin a su vez sino un vicario de Hegel y de Schelling? Y su filosofía, que también forcejea por introducirse entre nosotros, ¿no comienza con tono magistral, exigiendo respeto y deferencia, a manera de ministerio sagrado que se dirige a la conversión de las gentes sencillas? La mayor parte de los que profesan la filosofía de la historia ¿hacen más que recitar trozos de las obras de Guizot o de otros escritores muy contados? Los que se complacen en declamaciones sobre elevados principios de legislación, ¿no son con frecuencia plagiarios de Becaria y Filangieri? Los utilitarios, ¿nos dicen, por ventura, otra cosa que lo que acaban de leer en Bentham? Los escritores sobre derecho constitucional, ¿no tienen siempre en la boca a Benjamín Constant?.
Las honras que me hacéis no me complacen,.
Mas los que tales cosas profieren, como que se complacen en acertijos, pues dicen también que los animales no tienen sangre dentro del cuerpo, sino que se forma, al ser heridos, de un cierto aire, o con la mudanza de las carnes, que es la que obra su salida y su licuación.
Otros, al contrario, sostenían que a la naturaleza excelente y superior a nosotros no podía serle agradable tan bárbaro e injusto sacrificio, pues que no estamos sujetos al imperio de aquellos Titanes o aquellos Gigantes, sino al del padre de todos los Dioses y los hombres, y el creer que hay Genios maléficos que se complacen en la carnicería y la sangre de los hombres debe probablemente tenerse por absurdo, mas, aunque los haya, debemos no hacer caso de ellos, como que nada pueden, pues que la impotencia y la perversidad de ánimo van naturalmente unidas a los irracionales y malignos deseos.
Los hombres son los seres más crueles de la creación: se complacen en hacernos comprender nuestro infortunio.
Se complacen en asistir de trapillo adonde estén las otras muy emperejiladas, o en no asistir de ningún modo, como a sus bailes, o en andar muy majas en sitios y a horas diferentes.
Uno de los infinitos bufones de taberna, que, borrachos de profesión, en nada se complacen tanto como en que lo sean también cuantos se les acercan, tomó a su cargo rematar, como ellos dicen, al mulato, y para conseguirlo acudió al aguardiente.
Para las dos víctimas, «los bosques del valle murmuran, las flores exhalan tristes perfumes, el ruiseñor llora cerniéndose sobre los picachos rocosos y la golondrina revolotea sobre los sinuosos valles», «los sátiros y los faunos, velados de negro, gimen», las ninfas de las fuentes se deshacen en llanto que forma arroyos que van a perderse a los bosques, las cabras y las ovejas abandonan sus pastos, las Oréades, que se complacen en escalar las inaccesibles cimas de las rocas más altas, descienden corriendo de los pinares, cuyos árboles gimen acariciados por el viento, mientras las dríades se inclinan entre las ramas de los árboles enmarañados y los ríos lloran a la blanca Procris,.
habitación a los espíritus infernales que, bajo la figura de anfisbenas, se complacen en torturar.
Tal es sin embargo el atractivo que hallan en la soledad los que se complacen en vagas y lisonjeras ilusiones, que las horas hubieran sido minutos para Blanca mientras andaba a paso lento por debajo de gallardía y delicados primores.
No se olvide que si hay muchos que piden ferrocarriles, porque ya no pueden pasar sin ellos teniéndolos los demás, hay aún algunos que se complacen en apedrear los trenes, y aunque a éstos les llamamos cafres, sabemos que son nuestros compatriotas.
Por lo demás, Ascilto, de intemperante licencia, como de todas las cosas, levantando las manos, se burlara, y hasta las lágrimas riera, uno de los conlibertos de Trimalquión encandeció de ira, el mismo que sobre mí estaba tendido y ¿De qué ríes, dice, carnero castrado? ¿Es que no te complacen las elegancias del dueño mío? Pues tú eres más feliz y convidar mejor sueles.
sus ojos se complacen sitiendo una por una.
Y ahora que todo lo sabes, no temo lo que puedas averiguar por bocas imprudentes que se complacen en exagerar los horrores.

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