Ejemplos con comoquiera

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

-Ahora he hallado ser verdadero -dijo Mahamut-, lo que suele decirse: que lo que se sabe sentir se sabe decir, puesto que algunas veces el sentimiento enmudece la lengua, pero, comoquiera que ello sea, Ricardo, ora llegue tu dolor a tus palabras, ora ellas se le aventajen, siempre has de hallar en mí un verdadero amigo, o para ayuda o para consejo, que, aunque mis pocos años y el desatino que he hecho en vestirme este hábito están dando voces que de ninguna destas dos cosas que te ofrezco se puede fiar ni esperar alguna, yo procuraré que no salga verdadera esta sospecha, ni pueda tenerse por cierta tal opinión.
En resolución replicó don Quijote, comoquiera que ello sea, esta gente, aunque los llevan, van de por fuerza, y no de su voluntad.
Y advierta vuestra merced, señor mío, que el principio que los antiguos dieron a sus consejas no fue así comoquiera, que fue una sentencia de Catón Zonzorino, romano, que dice: Y el mal, para quien le fuere a buscar, que viene aquí como anillo al dedo, para que vuestra merced se esté quedo y no vaya a buscar el mal a ninguna parte, sino que nos volvamos por otro camino, pues nadie nos fuerza a que sigamos éste, donde tantos miedos nos sobresaltan.
Traed vos dinero, mi buen marido dijo Teresa, y sean ganados por aquí o por allí, que, comoquiera que los hayáis ganado, no habréis hecho usanza nueva en el mundo.
A buen seguro que cuando vuestro dueño llegue a ser emperador, que lo será sin duda, según van encaminadas sus cosas, que no se lo arranquen comoquiera, y que le duela y le pese en la mitad del alma del tiempo que hubiere dejado de serlo.
Mi escudero, que Dios maldiga, mejor desata la lengua para decir malicias que ata y cincha una silla para que esté firme, pero, comoquiera que yo me halle, caído o levantado, a pie o a caballo, siempre estaré al servicio vuestro y al de mi señora la duquesa, digna consorte vuestra, y digna señora de la hermosura y universal princesa de la cortesía.
Digo esto porque, ¿qué persuasión fuera bastante para persuadirme que hay monos en el mundo que adivinen, como lo he visto ahora por mis propios ojos? Porque yo soy el mesmo don Quijote de la Mancha que este buen animal ha dicho, puesto que se ha estendido algún tanto en mis alabanzas, pero comoquiera que yo me sea, doy gracias al cielo, que me dotó de un ánimo blando y compasivo, inclinado siempre a hacer bien a todos, y mal a ninguno.
Dije virtudes, riquezas y liberalidades, porque el grande que fuere vicioso será vicioso grande, y el rico no liberal será un avaro mendigo, que al poseedor de las riquezas no le hace dichoso el tenerlas, sino el gastarlas, y no el gastarlas comoquiera, sino el saberlas bien gastar.
A no haberle añadido esas puntas y collar dijo don Quijote, por solamente el alcahuete limpio, no merecía él ir a bogar en las galeras, sino a mandallas y a ser general dellas, porque no es así comoquiera el oficio de alcahuete, que es oficio de discretos y necesarísimo en la república bien ordenada, y que no le debía ejercer sino gente muy bien nacida, y aun había de haber veedor y examinador de los tales, como le hay de los demás oficios, con número deputado y conocido, como corredores de lonja, y desta manera se escusarían muchos males que se causan por andar este oficio y ejercicio entre gente idiota y de poco entendimiento, como son mujercillas de poco más a menos, pajecillos y truhanes de pocos años y de poca experiencia, que, a la más necesaria ocasión y cuando es menester dar una traza que importe, se les yelan las migas entre la boca y la mano y no saben cuál es su mano derecha.
Comoquiera, el pesar que aquellas gentes recibieron fue muy grande, y aun Millán pidió que le dejasen llevar el cuerpo a Bembibre, pero el abad no lo consintió, así por no ir contra la voluntad expresa del difunto, que quería ser enterrado entre sus hermanos, como porque creía que sus reliquias habían de traer bien a este monasterio.
Comoquiera, el nuevo religioso no bien se hubo enterado de lo más necesario al reciente estado, se partió con consentimiento del abad a morar en la ermita, dejando avergonzada nuestra flaqueza con su valerosa resolución.
Comoquiera, las alegres nuevas de que era portador casi disiparon del todo el disgusto de la separación, porque las cartas que llevaba para el señor de Arganza del venerable religioso, y los sucesos que como testigo presencial podía contar, era cosa averiguada que derramarían la alegría en las pintorescas orillas del lago de Carucedo.
Comoquiera, el maestre infundía tal respeto por sus años y por aquel resto de imperio y de poder que todavía quedaba en su frente, que más de una vez sucedió que los testigos se retiraron corridos y amedrentados delante de la severidad de sus miradas.
Comoquiera, todos estos buenos oficios carecían de base, pues estando presente don Álvaro, natural parecía que de por sí reclamase contra el agravio que al parecer se le hacía, pero la autoridad de sus ancianos amigos y de su tío, las instancias de todos los caballeros de la orden que se hallaban en Salamanca, la importuna solicitud de don Juan de Lara, y hasta la voz misma de aquella pasión que mal acallada en su pecho se despertaba violentamente a la voz de la esperanza, no fueron poderosas a determinarle a semejante paso.
Comoquiera, tú eres joven y la felicidad aún puede mostrarte su rostro en los albores de tu primavera.
Comoquiera, el deseo de ocultar a los ojos del vulgo los pesares y desabrimientos de su familia, le obligaba a devorar en silencio su amargura, por desgracia demasiado tardía, y que hacía más insufrible todavía la comparación que a cada punto se le presentaba de la suerte de su hija, con la que otra elección más acertada pudiera haberle proporcionado.
Comoquiera, pasado el primer impulso, volvieron sus ordinarias y habituales disposiciones a su natural corriente, y por último, se alegró ferozmente de aquel desafío a muerte, en que la superioridad numérica de sus tropas y el apoyo del rey del pontífice y de toda la cristiandad parecían prometerle que llevaría lo mejor.
Comoquiera, este sosiego aparente acababa de devanar el seso de las pobres monjas que no acertaban a componer con él las visibles huellas del pesar que en su semblante se descubrían.
Comoquiera, por más que tuviese a menos la queja y se desdeñase de pedir merced, no por eso dejaba de suspirar en el hondo de su pecho por los collados del Boeza y las cordilleras de Noceda, donde tan a menudo solía fatigar al colmilludo jabalí, al terrible oso y al corzo volador.
Comoquiera, todavía conservaba su gracia y donaire, y sobre todo aquel excelente corazón con que de todos se daba a querer.
Comoquiera, a poco se había obligado ésta, porque tan tasados estaban ciertamente los días de la enferma y postrada doña Blanca, que inmediatamente cayó en cama, convertidas sus habituales dolencias en una agudísima y ejecutiva.
Comoquiera, a los pocos días sintió mejoría y pudo ya levantarse.
Comoquiera, los caballeros más afectos a su persona, o más leales, no dejaban de pelear con ardor en las frecuentes salidas que hacían los sitiados, y don Álvaro, que por su aislamiento ignoraba parte de estas tramas, y que por la rectitud de sus sentimientos era incapaz de entrar en ellas, andaba entre los que más se distinguían.
Comoquiera no creía el buen religioso que la pasión de doña Beatriz hubiese echado en su alma tan hondas raíces, ni que a tales extremos la impeliese el deseo de huir un matrimonio aborrecido.
Comoquiera, la fe iluminaba todavía aquel abismo, si bien su luz hacía resaltar más sus tinieblas.
Comoquiera, a cada una de estas quimeras salía al paso prontamente ya la noble figura de doña Beatriz indignada de su audacia, ya el venerable semblante de su tío el maestre que le daba en rostro con los peligros que acarreaba a la orden, ya, finalmente, la voz inexorable de su propio honor que le vedaba otros caminos, y entonces el caballero volvía a su lucha y a sus angustias, temblando por su única esperanza y entregado a todos los vaivenes de la incertidumbre.
Comoquiera, el señor de Arganza, un tanto alarmado con la intención que parecía descubrir el afecto de don Álvaro hacia su hija, resolvió acelerar lo posible su ajustado enlace a fin de cortar de raíz todo género de zozobras.
Comoquiera, el poder de los templarios y la poca fortaleza de la corona, parecían alejar indefinidamente semejante contingencia, y no parecía cordura sacrificar a estos temores la honra de su casa y la ventura de su hija.
se tratará, comoquiera que le suceda, con modestia, y ni en la próspera fortuna se.
Todas tus cartas he recibido, y no he contestado a ninguna, merced a esta pereza del país que nos tiene a todos poco menos que dormidos, pero comoquiera que me preguntes varias cosas que te puede ser de alguna satisfacción saber, irete contestando parte por parte, o como pueda, que ya sabes que en punto a coordinar mis ideas no soy fuerte, y en punto a expresarlas, soy flojo.

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