Ejemplos con cintas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Rompía la marcha el bedel, oficialmente grave, vestido de negro, al cuello una cadena de plata, seguían cuatro niñas, con trajes blancos, tiritando de frío, morados los pómulos, pero muy huecas del importante papel de llevar las cintas.
En sus mejillas pálidas, había dos puntos encendidos que ganaban en viveza a las cintas del gorro, y realzaban la mirada impaciente de sus ojos brillantes y atrevidos.
Pedro era bueno, y comenzó a alabarle, no el rostro, iluminado ya por aquella luz de muerte que atrae a las almas superiores y aterra a las almas vulgares, sino el ajuar de niño a que estaba poniendo Ana las últimas cintas.
¡Dice mucho, y cosas muy traviesas, un sombrero que ha estado una hora en la cabeza de una señorita! Se le puede interrogar, seguro de que responde: ¡de algún elegante caballero, y de más de uno, se sabe que ha robado a hurtadillas una flor de un sombrero, o ha besado sus cintas largamente, con un beso entrañable y religioso! El sombrero de Adela era ligero y un tanto extravagante, como de niña que es capaz de enamorarse de un tenor de ópera: el de Lucía era un sombrero arrogante y amenazador, se salían por el borde del costurero las cintas carmesíes, enroscadas sobre el sombrero de Adela como una boa sobre una tórtola: del fondo de seda negro, por los reflejos de un rayo de sol que filtraba oscilando por una rama de la magnolia, parecían salir llamas.
Cerca de la fuente, en las piedras, y en los troncos viejos, se daban algunos que parecían plumas, cintas de seda, tiras de raso.
La torre del reloj, cuadrada, desnuda, monótona, partiendo el edificio en dos cuerpos, y éstos exhibiendo los ventanales con sus bordados pétreos, las portadas que rasgan el robusto paredón, con sus entradas de embudo, compuestas de atrevidos arcos ojivales, entre los que corretean en interminable procesión grotescas figurillas de hombres y animales en todas las posiciones estrambóticas que pudo discurrir la extraviada imaginación de los artistas medievales, en las esquinas, ángeles de pesada y luenga vestidura, diadema bizantina y alas de menudo plumaje, sustentando con visible esfuerzo los escudos de las barras de Aragón y las enroscadas cintas con apretados caracteres góticos de borrosas inscripciones, arriba, en el friso, bajo las gárgolas de espantosa fealdad que se tienden audazmente en el espacio con la muda risa del aquelarre, todos los reyes aragoneses en laureados medallones, con el casco de aletas sobre el perfil enérgico, feroz y barbudo, y rematando la robusta fábrica, en la que alternan los bloques ásperos con los escarolados y encajes del cincel, la apretada rúa de almenas cubiertas con la antigua corona real.
Las inquietas llamas, moviéndose de un lado para otro, agitaban como abanicos los faldones del frac, los bajos de blanca muselina y las cintas de raso de los bebés.
La curiosidad y el deseo de dar el último adiós a su amiga empujaron a Fortunata hacia la escalera Alcanzó a ver las cintas amarillas sobre la tela negra, en la revuelta de la escalera, pero fue un segundo no más.
Díle un poco de bizcocho y unas cintas, y generosa, echando mano a sus mochilas, me regaló todos los choclos y zapallos que traia, y se fué: estando comiendo llegaron otros dos indios Sinipés: comieron conmigo, y se fueron.
Y así digo que los hijos de mi amo se dejaron un dia un cartapacio en el patio, donde yo a la sazon estaba, y como estaba enseñado a llevar la esportilla del jifero mi amo, así del y fuíme tras ellos con intencion de no soltalle hasta el estudio: sucedióme todo como lo deseaba, que mis amos que me vieron venir con el en la boca, asido sotilmente de las cintas, mandaron a un paje me le quitase, mas yo no lo consentí, ni le solté hasta que entré en el aula, cosa que causó risa a todos los estudiantes: lleguéme al mayor de mis amos, y a mi parecer con mucha crianza se le puse en las manos, y quedéme sentado en cuclillas a la puerta del aula, mirando de hito en hito al maestro que en la cátedra leia.
Francisco, y de una cinta pendiente al lado derecho un gran manojo de llaves: no traia chinelas, sino zapatos de dos suelas, colorados, con unas calzas que no se le parecian, sino cuanto por un perfil mostraban tambien ser coloradas: traia trenzados los cabellos con unas cintas blancas de hiladillo, pero tan largo el trenzado, que por las espaldas le pasaba de la cintura: el color salia de castaño, y tocaba en rubio, pero al parecer tan limpio, tan igual y tan peinado, que ninguno, aunque fuera de hebras de oro, se le pudiera comparar: pendíanle de las orejas dos calabacillas de vidrio que parecian perlas, los mismos cabellos le servian de garbin y de tocas.
Con esta imaginación se llegó a Sancho, habiendo primero tomado las riendas de Rocinante, y acomodádolas en modo que pudiese azotarle con ellas, comenzóle a quitar las cintas, que es opinión que no tenía más que la delantera, en que se sustentaban los greguescos, pero, apenas hubo llegado, cuando Sancho despertó en todo su acuerdo, y dijo:.
Mas, al darle de beber, no fue posible, ni lo fuera si el ventero no horadara una caña, y puesto el un cabo en la boca, por el otro le iba echando el vino, y todo esto lo recebía en paciencia, a trueco de no romper las cintas de la celada.
Miróle el ventero, y no le pareció tan bueno como don Quijote decía, ni aun la mitad, y, acomodándole en la caballeriza, volvió a ver lo que su huésped mandaba, al cual estaban desarmando las doncellas, que ya se habían reconciliado con él, las cuales, aunque le habían quitado el peto y el espaldar, jamás supieron ni pudieron desencajarle la gola, ni quitalle la contrahecha celada, que traía atada con unas cintas verdes, y era menester cortarlas, por no poderse quitar los ñudos, mas él no lo quiso consentir en ninguna manera, y así, se quedó toda aquella noche con la celada puesta, que era la más graciosa y estraña figura que se pudiera pensar, y, al desarmarle, como él se imaginaba que aquellas traídas y llevadas que le desarmaban eran algunas principales señoras y damas de aquel castillo, les dijo con mucho donaire:.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba