Ejemplos con cinta

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En lo más altanero de la luna de cristal desarrollábase una cinta, a modo de divisa heráldica, declarando, con doradas letras teutónicas: Una hermosura soberana inspira a Caramanzana.
En la blanca cinta de la carretera distinguieron un punto negro: el cesto con las jacas.
¿Eso que parece una cinta de gasa de plata, muy ancha?.
Nació en plena corrupción colonial, cuando era Cuba mártir, el vertedero de todo lo podrido, el refugio de todos los estorbos, de todos los hambrientos y desocupados de España, cuando era nuestra tierra, el criadero de una milicia viciosa y enfermiza, robada a la Agricultura y a la Industria de su país, cuando era esta ciudad, jardín de América hoy, corral blando y holgado de Capitanes Generales infecundos, logreros e imperiosos, cuando la bandera roja y gualda flotaba sobre nuestra casa y a su sombra los cubanos estaban condenados a perpetua cobardía y los españoles autorizados para enriquecerse y engordar sus vicios insolentes, cuando el criollo moría en la miseria y el peninsular paseaba satisfecho en el carruaje comprado con el oro que manaba del crimen, cuando había más cárceles que escuelas, y el látigo infamante chasqueaba sobre las espaldas de los hombres de una raza tan necesitada de justicia como la nuestra, cuando el cubano que no se sometía a servir de celestino al pisaverde madrileño que lo solicitara, iba a purgar su osadía en el presidio, cuando el talento de los nativos dormía echado bajo la bota del déspota ceñudo, y la capa torera sobre los hombros y la cinta de hule en el sombrero, eran los únicos pasaportes de honor y las únicas cédulas de vida, verdaderas.
Adela se arrodilló, cruzados los brazos sobre las rodillas de Ana, y Ana hizo como que le vendaba los labios con una cinta azul, y le dijo al oído, como quien ciñe un escudo o ampara de un golpe, estas palabras:.
Pero los conejos, de puro astutos, suelen caer en las manos del cazador, porque no bien sienten ruido, se hacen los muertos, como para que no los delate el ruido de la fuga, y cierran los ojos, cual si con esto cerrase el cazador los suyos, quien hace por su parte como que no ve, y echada hacia la espalda la escopeta, por no alarmar al conejo que suele conocerla, se va, mirando a otro lado, sobre la cama del conejo, hasta que de un buen salto le pone el pie encima y así lo coge vivo: una vez cogió tres, muy manso el uno, de un color de humo, que fue para Ana: otro era blanco, al cual halló manera de atarle una cinta azul al cuello, con que lo regaló a Sol, y a Lucía trajo otro, que parecía un rey cautivo, de un castaño muy duro, y de unos ojos fieros que nunca se cerraban, tanto que a los dos días, en que no quiso comer, bajó por primera vez las orejas que había tenido enhiestas, mordió la cadenilla que lo sujetaba, y con ella en los dientes quedó muerto.
Tenía la frente estrecha, y de ella hacia atrás, en dos bandas no muy lisas, el cabello negro, que en dos trenzas copiosas, veteadas de una cinta roja, llevaba recogida en cerquillo, como una corona, sobre lo alto de la cabeza.
Mientras cantaban las fuentes en Versalles entre ninfas de mármol, y los caballeros de Luis XIV mariposeaban, con sus trajes multicolores, impúdicos como paganos, en torno de las bellezas pródigas de sus cuerpos, la corte de España, vestida de negro, con el rosario al cinto, asistía al quemadero y se ceñía la cinta verde del Santo Oficio, honrándose con el cargo de alguacil de los achicharradores de herejes.
Hablaba con la jardinera, mostrándola escandalizado un haz de espigas con una cinta roja.
Desde lo más alto de la colina del Escobillar veréis la ciudad como un juego de dominó esparcido en un tapete verde, cortada por la cinta plateada del río a cuyas márgenes se agolpan caserones y templos.
El flaco macho que los había conducido quedaba en la posada de , esperando tomar la vuelta a las áridas montañas de Teruel, y el padre y el hijo, con los trajes de pana deslustrados en costuras y rodilleras y el pañuelo anudado a las sienes como una estrecha cinta, iban por las tiendas, de puerta en puerta, vergonzosos y encogidos, como si pidiesen limosna, preguntando si necesitaban un.
¡Linda criatura! Aun me parece que la veo con aquel vestido azul que parecía un jirón de cielo, esbelta, donairosa, elegante, sencilla, húmedos los rubios cabellos, que, atados con una cinta de seda, caían hacia la espalda sobre una toalla anchísima.
Destrenzados, sueltos, atados con una cinta de seda, se me antojaban un haz de mies madura.
De la pared colgaba una grande y hermosa lámina detrás de cuyo cristal se veían dos trenzas negras de pelo, hermosísimas, enroscadas al modo de culebras, y entre ellas una cinta de seda con este letrero: ¿De quién es ese pelo? preguntó Jacinta vivamente, y la curiosidad le alivió por un instante el miedo.
El Cristo del Gran Poder y la Virgen de la Paloma, eran allí dos hermosos cuadros, había un gran cromo con la , navegando en un mar de musgo, y otro cuadrito bordado con , hechos a estilo de dechado, unidos con una cinta.
Di la vuelta por la curva, pensando lo que acababa de ver en Buenavista, la cinta negra enroscada en el edificio Figueras salió por la escalerilla del reloj, y me dijo: Usted qué cree, ¿habrá trifulca esta noche?.
Un día se presentó en la casa un sastre con facha de sacristán, que era de los que hacen ropa ajustada para toreros, chulos y matachines, pero doña Bárbara no le dejó sacar la cinta de medir, y poco faltó para que el pobre hombre fuera rodando por las escaleras.
Francisco, y de una cinta pendiente al lado derecho un gran manojo de llaves: no traia chinelas, sino zapatos de dos suelas, colorados, con unas calzas que no se le parecian, sino cuanto por un perfil mostraban tambien ser coloradas: traia trenzados los cabellos con unas cintas blancas de hiladillo, pero tan largo el trenzado, que por las espaldas le pasaba de la cintura: el color salia de castaño, y tocaba en rubio, pero al parecer tan limpio, tan igual y tan peinado, que ninguno, aunque fuera de hebras de oro, se le pudiera comparar: pendíanle de las orejas dos calabacillas de vidrio que parecian perlas, los mismos cabellos le servian de garbin y de tocas.
Dilatóse su muerte hasta la noche, y en lo que quedaba de aquel dia se hicieron las ceremonias de la entrada de Andres a ser jitano, que fueron: desembarazaron luego un rancho de los mejores del aduar, y adornáronle de ramos y juncia, y sentándose Andres sobre un medio alcornoque, pusiéronle en las manos un martillo y unas tenazas, y al son de dos guitarras que dos jitanos tañian, le hicieron dar dos cabriolas: luego le desnudaron un brazo, y con una cinta de seda nueva y un garrote le dieron dos vueltas blandamente.
Mas, lo que detuvo al villano no fueron las voces de Sancho, sino el ver que don Quijote no bullía pie ni mano, y así, creyendo que le había muerto, con priesa se alzó la túnica a la cinta, y dio a huir por la campaña como un gamo.

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