Ejemplos con cementerio

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¡Qué bien lleva su pasada belleza, gallarda todavía, como en roble, el pañuelo amarillo de talle, en invierno, y la falda azul de volantes, lunareada de blanco! Va al Cabildo, a pedir permiso para acampar, como siempre, tras el cementerio.
Va a ,- permiso para acampar tras el cementerio.
Ir al Cabildo ,- pedir permiso ,- acampar ,- tras el cementerio.
Desde el cementerio ¡cómo resonaba la campana de vuelta en el ocaso abierto, camino de la gloria! Volví por las tapias, solo y mustio, entré en la casa por la puerta del corral, y, huyendo de los hombres, me fuí a la cuadra y me senté a llorar con Platero.
Pasaba las noches en la catedral con la misma tranquilidad que si estuviera en el claustro, alto, habituado a aquel silencio de cementerio.
Cuando se llevaron al muertecito camino del cementerio, pareció que el claustro quedaba abandonado.
En las Claverías se desocupaban muchas habitaciones, un silencio de cementerio reinaba allí donde antes se aglomeraba todo un pueblo falto de espacio.
Era la historia de unos campos forzosamente yermos, que vi muchas veces, siendo niño, en los alrededores de Valencia, por la parte del Cementerio: campos utilizados hace años como solares por la expansión urbana, el relato de una lucha entre labriegos y propietarios, que tuvo por origen un suceso trágico y abundó luego en conflictos y violencias.
Las mujeres llegaban con el traje de los días de fiesta, puestas de mantilla para asistir al entierro, las muchachas disputábanse con tenacidad ser de las cuatro que habían de llevar al pobre hasta el cementerio.
¡Señor! ¡Qué justicia! Los carcamales como yo, buenos y sanos, y ese chico que parecía comerse al mundo, camino del cementerio.
Tendrás su cabello, ya arreglaré yo eso en el cementerio.
Había llegado a la entrada del camino del Cementerio, y aquellas bestias que casi le atropellaban eran los jacos huesosos, antipáticos y enfermizos que tiraban de un coche fúnebre.
El tejedor entraba de aprendiz en un taller, y sólo lo abandonaba para irse al cementerio.
Me despedí del buen anciano, y tomé calle arriba, hasta el cementerio de San Antonio.
De noche me echaba yo a vagar por las últimas calles de la ciudad, o iba a sentarme en el cementerio de San Antonio, al pie de un ciprés, cerca del lugar en que Angelina me dijo, cuando le pregunté si me amaría siempre:.
Cuatro añosos cipreses dan al sitio un aspecto fúnebre, verdadero aspecto de cementerio.
El cementerio está acotado con una verja que tiene sendas puertas en los tres lados.
En un ángulo del cementerio una garnachera condimentaba sus fritadas.
En la plaza de la blasonada ciudad nada había variado: la Parroquia estaba intacta, igual, como la dejé diez años antes, con su graciosa cúpula de azulejos, su torre arruinada, abriéndose al peso de sus campanas ponderosas ,como decía don Románla yerba crecida en el cementerio, el frontis del templo, festonado con espontáneos helechos que a lo largo de las cornisas lucían sus palmas séricas, y coronaban con gallardos plumajes el susodicho blasón que los villaverdinos ponen en todas partes.
Cuando regresamos del cementerio me retiré a mi cuarto.
Por el camino iba Maxi cabizbajo, y la aproximación al cementerio le imponía, subyugando su ánimo con la gravedad que lleva en sí la idea del morir.
En el pasillo, Segismundo comunicó su pensamiento a doña Lupe: Mire usted, señora, yo tengo que ir al cementerio a ver la lápida que he hecho poner en la sepultura de esa pobrecita.
En el largo trayecto de la Cava al cementerio, que era uno de los del Sur, Segismundo contó al buen Ponce todo lo que sabía de la historia de Fortunata, que no era poco, sin omitir lo último, que era sin duda lo mejor, a lo que dijo el eximio sentenciador de obras literarias, que había allí elementos para un drama o novela, aunque a su parecer, el tejido artístico no resultaría vistoso sino introduciendo ciertas urdimbres de todo punto necesarias para que la vulgaridad de la vida pudiese convertirse en materia estética.
A las diez habrá misa y responso en el cementerio.
Hundiéronse las casas del paseo de Santa Engracia, el Depósito de aguas, después el cementerio.
Desde el corredor alto se veía parte del Campo de Guardias, el Depósito de aguas del Lozoya, el cementerio de San Martín y el caserío de Cuatro Caminos, y detrás de esto los tonos severos del paisaje de la Moncloa y el admirable horizonte que parece el mar, líneas ligeramente onduladas, en cuya aparente inquietud parece balancearse, como la vela de un barco, la torre de Aravaca o de Húmera.
Era como ir a misa, para el hombre devoto, o como visitar el cementerio donde yacen los restos de la persona querida.
¡Pobre mujer! Yo le dije, mientras él estaba en el cementerio: ¿Cómo es que vives con este animal y le aguantas?.
Le compré la cajita azul más bonita que había en la tienda de abajo, y se le llevó al cementerio en un carro de lujo con dos caballos empenachados, sin más compañía que la del hombre de Fortunata y el marido, o lo que fuera, de la patrona.
También vio Jacinta no uno, sino dos y hasta tres, camino del cementerio.

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