Ejemplos con carbunclos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

—Y ¿eso mas? dijo Doña Clara, por vida del tiniente mi señor, que me la has de decir, niña de oro, y niña de plata, y niña de perlas, y niña de carbunclos, y niña del cielo, que es lo mas que puedo decir.
Poseía sin embargo, una fisonomía bellísima, una nariz regular, dos labios pequeños y rojos como el coral, una frente amplia cruzada por una sola ligera arruga, que daba a aquel rostro un toque de melancolía, sus ojos eran negros como carbunclos, con un carte perfecto, pestañas largas, vívidos y animados de un resplandor tal, que en ciertos momentos intimidaba incluso a los más intrépidos filibusteros de todo el golfo.
También había cuarenta carbunclos, doscientos diez zafiros, sesenta y una ágatas y gran cantidad de berilos, ónices, ojos de gato, turquesas y otras piedras cuyos nombres yo no conocía entonces, aunque los aprendí más tarde.
si no para que centelle la probidad desde esos carbunclos?.
carbunclos y esmeraldas, gemas de extraños fuegos,.
Era Guadé tan hermosa como las noches serenas del estío, sus ojos brillaban como carbunclos, y, en oposición a su rostro, algo tostado, relucían como perlas sus dientes blanquísimos.
Después, irguiéndose, desgreñada, con los ojos como dos carbunclos, exclamó:.
particularmente se manifestaba en sus ojos, negros como el azabache y brillantes como carbunclos.
vivaces, eran pequeñísimos, negros y brillantes como carbunclos.
Los ojos de Elvira brillaron como carbunclos.
El firmamento era un zafiro pálido y reverberante en que lucían astros de carbunclos, bajeles de marfil y oro, con velas de lino, llevaban las almas hasta las puertas de la urbe prodigiosa.
Fueron una noche los apóstoles a una casa habitada por una señora y sus dos hijas, mocitas preciosas como dos carbunclos.
Era un niño solitario, de tez pálida y ojos grandes, negros y luminosos como carbunclos.
¡El pobre de Aladino no sabía que las frutas blancas eran diamantes, perlas, nácar y piedras lunares, que las frutas rojas eran rubíes, carbunclos, jacintos, coral y cornalinas, que las verdes eran esmeraldas, berilos, jade, prasios y aguas-marinas, que las azules eran zafiros, turquesas, lapislázuli y lazulitas, que las violetas eran amatistas, jaspes y sardoinas, que las amarillas eran topacios, ámbar y ágatas, y que las demás, de colores desconocidos, eran ópalos, venturimas, crisólitos, cimófanos, hematitas, turmalinas, peridotos azabache y crisopacios! Y caía el sol a plomo sobre al jardín.
El viejo, envuelto en un gran jubón en el que se perdía su cuerpo endeble, era vigoroso y seco, sus ojillos grises brillaban como carbunclos y parecían, junto con su boca gesticulera, la única parte de su rostro donde quedaba vida.
La sombrilla, complemento de ese gracioso atavío es de las mismas estofas y colores que el vestido, y su mango de ébano tiene incrustados ocho carbunclos.
Era la claridad de los carbunclos que en el techo de piedra centelleaban, incrustados, hundidos, apiñados, en focos múltiples, una dulce luz lo iluminaba todo.
La mora, que, lavada y peinada, resultaba más joven y artística, aunque no menos fea que antes, se relamió como una gata, clavó en Manos-gordas los dos carbunclos que le servían de ojos, y díjole mostrando sus blanquísimos y anchos dientes, que nada tenían de humanos:.
Sus ojos se pusieron rojos y brillantes como dos rubíes, no se quedaron en zaga los de su contrario, que se pusieron como dos carbunclos.

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