Ejemplos con cara

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¡Y qué bien le iba el nombre! Tenía la cara fresca, coloradina y alegre, como una manzana.
El conde era solterón, padecía muchos achaques y tenía la cara llena de erupciones amoratadas.
Me senté en una butaca, con la cara escondida, hipando.
Apenas si hablaba el señor Novillo, de tarde en tarde se sonreía, enseñando unos dientes de blancura irreprochable, que, rodeados del hirsuto contorno, parecían una estría de carne de coco asomándose entre la cáscara pardusca y crinada, pero la mitad superior de la cara y los ojos seguían parados y tristes.
Despojóse Novillo también del peluquín, extendió por la cara un Ungüento pompeyano , para preservar la piel sin arrugas, y se dispuso a dormitar.
Luego, el Tirabeque nos vendrá siguiendo, me matará a mí y le hará a él un chirlo en la cara.
Sobre el lado derecho de la cara, cogiéndole desde la sien hasta la comisura de los labios, y todo a través del carrillo, tieneya desde que nacióuna mancha cárdena, de perfil tentacular, como huella flamante de un bofetón, un bofetón que, antes de salir a la vida, le dió el destino.
El día y la noche, por manera rara, se representan en tu hermosa cara.
Por primera vez en su vida pasó la hilandera más de un cuarto de hora ante el medio palmo de cristal con azogue y marco de pino barnizado que le regaló su padre, espejo en el que había que contemplar la cara por secciones.
Era Tonet, el nieto del tío , el pastor: un buen muchacho, que servía de criado al carnicero de Alboraya, y de quien se burlaban las hilanderas al encontrarle en el camino, complaciéndose en ver cómo enrojecía, volviendo la cara, a la menor palabra.
Se despidieron con el laconismo del día anterior, pero aquella noche la muchacha se revolvió en la cama, inquieta, nerviosa, soñando mil disparates, viéndose en un camino negro, muy negro, acompañada por un perro enorme que le lamía las manos y tenía la misma cara que Tonet.
Miró con cariño sus ojazos azules, su cara sonrosada cubierta por un vello rubio, y buscó en su memoria quién podía ser este mozo.
Los hacían entrar, los convidaban a beber y luego les iban hablando al oído con la cara ceñuda y el acento paternal y bondadoso, como quien aconseja a un niño que evite el peligro.
Ya alcanzaba a contemplar su huerto, ya se reía del miedo pasado, cuando vió saltar del bancal de cáñamo al propio , y le pareció un enorme demonio, con la cara roja, los brazos extendidos, impidiéndole toda fuga, acorralándolo en el borde de la acequia que corría paralela al camino.
Y sintiendo en su interior la ciega bravura del mercader moro que sufre toda clase de ofensas, pero enloquece de furor cuando le tocan su propiedad, entró corriendo en su barraca, agarró la vieja escopeta que tenía siempre cargada detrás de la puerta, y echándosela a la cara plantóse bajo el emparrado, dispuesto a meterle dos balas al primero de aquellos bandidos de la ley que pusiera el pie en sus campos.
Creyó soñar, chocaron sus dientes, su cara púsose verde, y le cayó la capa, dejando al descubierto un viejo gabán y los sucios pañuelos arrollados a su cuello.
Se imaginó estar en pleno delirio, viendo extravagancias, y varias veces volvió la cabeza creyendo percibir en la obscuridad aquel perro que le lamía las manos y tenía la cara de Tonet, recuerdo que aún le hacía reir.
Su cara se coloreó, adquiriendo después una palidez cadavérica, sus ojos se vetearon de sangre.
Después salía un lobo a morderla, con un hocico que recordaba vagamente al odiado , y reñían los dos animales a dentelladas, y salía su padre con un garrote, y ella lloraba como si la soltasen en las espaldas los garrotazos que recibía su pobre perro, y así seguía desbarrando su imaginación, pero viendo siempre en las atropelladas escenas de su ensueño al nieto del tío , con sus ojos azules y su cara de muchacha cubierta por un vello rubio, que era el primer asomo de la edad viril.

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