Ejemplos con canalla

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Si la gente no se aparta, abriéndole paso, seguramente hubiese disparado sus puños de hombre forzudo, aporreando allí mismo a la canalla hostil.
La primera pifia que ha dado la Restauración ha sido abrir la puerta a esta canalla ¡Dejar que se forme ahí una almáciga de intrigantes, una de hipócritas revolucionarios!.
Eran ya las once, y estaba citado a las once y cuarto con el cardenal arzobispo de Toledo: tratábase de un atentado de la canalla gubernamental republicana contra la Iglesia y deseaba él representar en aquel conflicto el papel de Constantino.
¡Alto ahí, canalla, o te rompo el morro!exclamó Diógenes poniendo su formidable puño en las narices mismas de Jacobo.
A la una me entregó anoche el la carta A las diez llega hoy, de repente, la policía a registrarme mis papeles ¡Negocio redondo que buscaba el gran canalla! ¡Coger de nuevo la carta y quedarse con mi dinero!.
A poco hizo otra pesca más gorda: habíasele escapado a la dama un iracundo ¡Canalla! y al caballero una grosera palabrota que hizo a Lucy pegar un respingo, poniéndose muy colorada, y a Carmen Tagle exclamar entre dientes, con su proverbial frescura:.
Aquel miserable se había permitido asegurar cosas que hacían enrojecer al pobre Juanito: intimidades repugnantes con su novia cuando por la mañana hablaban en la escalera, secretos, en fin, que Juanito tenía por calumniosos, y que únicamente podía revelar un canalla como aquél.
Vamos, hijos, quitaos de en medioles dijo Guillermina a punto que la zancuda destruía con el pie el lavadero, gritando: Sinvergüenzonas, ¿no tenéis otro sitio donde jugar? ¡Vaya con la canalla esta!.
Maxi, después de leer, siguió diciendo: Le vi en el Saladero, allí debiera estar ese canalla toda su vida.
¡Canalla! ¡indecente!exclamó Rubín con más fiereza en el tono que en la actitud.
¡Qué canalla y al mismo tiempo qué bestia! Si hubiera un Infierno para los tontos, ahí debieras ir tú de cabeza.
El abad de Boán los descorrió impetuosamente, el Tuerto sacó la tranca, giró la llave en la cerradura, y clérigos y seglares se lanzaron contra la canalla sin avisar ni dar voces, con los dientes apretados, chispeantes los ojos, blandiendo látigos y esgrimiendo garrotes.
¿Y qué más puede haber? ¿Dicen también que el señorito don Pedro sale a robar a los caminos? ¡Canalla de incircuncisos ésos, sin más Dios ni más ley que su panza!.
Con riesgo de la vida debí barrer esa canalla, si no por buenas, a latigazos.
No puede haber oficio más canalla que el nuestro.
¡Oh cuántas y cuáles cosas te pudiera decir, Cipion amigo, desta morisca canalla, si no temiera no poderlas dar fin en dos semanas! Y si las hubiera de particularizar, no acabara en dos meses, mas en efeto habré de decir algo, y así oye en general lo que yo vi y noté en particular desta buena gente.
Aquí será predicar en desierto querer reducir a esta canalla a que por ruegos haga virtud alguna.
Perecida de risa estaba la duquesa, viendo la cólera y oyendo las razones de Sancho, pero no dio mucho gusto a don Quijote verle tan mal adeliñado con la jaspeada toalla, y tan rodeado de tantos entretenidos de cocina, y así, haciendo una profunda reverencia a los duques, como que les pedía licencia para hablar, con voz reposada dijo a la canalla:.
¡Afuera, malignos encantadores! ¡Afuera, canalla hechiceresca, que yo soy don Quijote de la Mancha, contra quien no valen ni tienen fuerza vuestras malas intenciones!.
A todo esto no respondió don Quijote otra palabra si no fue dar un profundo suspiro, y luego se tendió en su lecho, agradeciendo a los duques la merced, no porque él tenía temor de aquella canalla gatesca, encantadora y cencerruna, sino porque había conocido la buena intención con que habían venido a socorrerle.
¡Ea, canalla respondió don Quijote, para mí no hay toros que valgan, aunque sean de los más bravos que cría Jarama en sus riberas! Confesad, malandrines, así a carga cerrada, que es verdad lo que yo aquí he publicado, si no, conmigo sois en batalla.
¡Deteneos y esperad, canalla malandrina, que un solo caballero os espera, el cual no tiene condición ni es de parecer de los que dicen que al enemigo que huye, hacerle la puente de plata!.
Canalla malvada y peor aconsejada, dejad en su libertad y libre albedrío a la persona que en esa vuestra fortaleza o prisión tenéis oprimida, alta o baja, de cualquiera suerte o calidad que sea, que yo soy don Quijote de la Mancha, llamado el Caballero de los Leones por otro nombre, a quien está reservada por orden de los altos cielos el dar fin felice a esta aventura.
¡Deteneos, mal nacida canalla, no le sigáis ni persigáis, si no, conmigo sois en la batalla!.
¡Oh canalla! gritó a esta sazón Sancho ¡Oh encantadores aciagos y malintencionados, y quién os viera a todos ensartados por las agallas, como sardinas en lercha! Mucho sabéis, mucho podéis y mucho más hacéis.
Por lo cual, Sancho Panza, conviene que estés advertido en esto que ahora te diré, porque importa mucho a la salud de entrambos, y es que, cuando veas que semejante canalla nos hace algún agravio, no aguardes a que yo ponga mano al espada para ellos, porque no lo haré en ninguna manera, sino pon tú mano a tu espada y castígalos muy a tu sabor, que si en su ayuda y defensa acudieren caballeros, yo te sabré defender y ofendellos con todo mi poder, que ya habrás visto por mil señales y experiencias hasta adónde se estiende el valor de este mi fuerte brazo.
Para conmigo no hay palabras blandas, que ya yo os conozco, fementida canalla dijo don Quijote.
Mas advierte que, aunque me veas en los mayores peligros del mundo, no has de poner mano a tu espada para defenderme, si ya no vieres que los que me ofenden es canalla y gente baja, que en tal caso bien puedes ayudarme, pero si fueren caballeros, en ninguna manera te es lícito ni concedido por las leyes de caballería que me ayudes, hasta que seas armado caballero.
No le mana, canalla infame respondió don Quijote, encendido en cólera, no le mana, digo, eso que decís, sino ámbar y algalia entre algodones, y no es tuerta ni corcovada, sino más derecha que un huso de Guadarrama.
Pero de vosotros, soez y baja canalla, no hago caso alguno: tirad, llegad, venid y ofendedme en cuanto pudiéredes, que vosotros veréis el pago que lleváis de vuestra sandez y demasía.

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