Ejemplos con calurosas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El area de Kumihama es muy conocida por sus primaveras calurosas, mientras Amino es uno de los mayores productores de Tango Chirimen, una producción especial de seda con una textura única conocida como crespón,el cual es uno de los mayores negocios de la región.
Su canto es recio, claro, nítido, dominante sobre otras especies del medio, alegra y despierta la sabana, se difunde por los esteros y pajonales cercanos a las matas en madrugadas frías, en tardes calurosas o en noches tempestuosas y oscuras y se hace Rey de la Llanura con su trino.
También se le conoce como Tchar entre los bárbaros del Norte, como Chen en el exótico oriente y como Shunch en las calurosas junglas del Sur y en todo estos lugares su nombre es sinónimo de cambio.
Este equipo se destaca por estar en una de las regiones más calurosas del país como lo es el Oriente los equipos rivales cuando llegan a este lugar tienen que llegar con una buena rehidratación puesto que el exceso de calor va más allá de lo que imaginamos.
Estos pobres desafortunados fueron mantenidos en un edificio de concreto pobremente ventilado con un techo de lata en condiciones calurosas muy sofocantes hasta que finalmente morían.
Eustoma es un género con diez especies de plantas de flores perteneciente a la familia Gentianaceae, se encuentra en las regiones calurosas del sur de los Estados Unidos, México, Caribe y norte de Sudamérica.
El género se encuentra en las regiones tropicales calurosas y son nativas de Norteamérica.
En este sentido son múltiples los comentarios hechos en diversos periódicos y revistas de Cali y de otras ciudades, en donde dejó oír su voz melodiosa y deleitó públicos que le tributaron calurosas ovaciones: Armenia, Manizales, Palmira, Tulúa, entre otras.
La antracnosis es un síntoma de enfermedad de las plantas de zonas calurosas y húmedas, causada por un hongo que puede ser generalmente el Colletotrichum o el Gloeosporium.
En contra de todas las expectativas, recibió calurosas aclamaciones por esta interpretación.
Lonicera interrupta o madreselva chaparral es una especie de planta de flores perteneciente a la familia Caprifoliaceae es una madreselva nativa de las regiones secas y calurosas del ecosistema de chaparral de California y Arizona.
Los edificios y casas poseen patios profundos y poseen terrazas donde duermen en las calurosas noches de verano.
De este modo, los individuos que habitan zonas de alta montaña, o durante las estaciones más frías, tienden a ser activos durante las horas de sol, mientras que los que habitan zonas desérticas o calurosas, permanecen resguardados hasta que llega la noche.
Se fatigó de aquellas calurosas expresiones de amor que no encontraban la debida correspondencia.
En las tardes calurosas de la Línea, le bastaba dar una orden para sacudir la embrutecida modorra de las cosas y los seres.
Era una de las noches más calurosas de agosto.
No podía contenerse, y prorrumpió en estas calurosas manifestaciones: Ya supongo, , que no te habrás tragado el pastel que llaman.
En el trayecto por ferrocarril desde Cartagena a Madrid no llegaron a don Amadeo calurosas demostraciones populares.
¡Ah!, ¡si vieras qué interés tan grande demuestra por ti en sus cartas, qué alabanzas tan calurosas hace de tus méritos, si vieras cómo te pone por esas nubes, cómo lamenta tu orfandad, y cómo se enternece considerando que eres de su misma sangre, y que a pesar de esta natural preeminencia careces de lo que a él le sobra! Te repito que trabajando mucho y ahorrando más, el Sr.
Sigue hasta Cajamarca, el fecundo valle predilecto de los Incas, cuando van a visitar el reino, desciende un poco y desde él se mira las portentosas maravillas del Chimú, luego va a perderse en las calurosas tierras del Norte, donde las mujeres son hermosas y esbeltas y tienen cutis blancos.
Parecen sólidas y se ablandan, ásperas y se suavizan, ariscas y se amansan, calurosas y se entibian, resplandecientes y se opacan, ardientes y se apaciguan, viriles y se afeminan, erguidas y se achatan.
La gente ha almorzado y descansado durante las horas más calurosas de la siesta, han cobrado todos un nuevo brío, y a pesar del calor de plomo que todavía pesa sobre la naturaleza aletargada, trabajan con empeño, apurados.
Entre tanto, hubo en mi casa largas y calurosas porfías entre mi padre y yo, sobre si debíamos o no debíamos ir a ofrecer nuestros respetos y servicios a aquellos señores.
Y fue que una noche, que por ser de las calurosas del verano, muy serena y apacible, con la luna hermosa y clara, don Diego encendió su encantada vela, y doña Inés, que por ser ya tarde estaba acostada, aunque dilataba el sujetarse al sueño, por no rendirse a los malignos sueños que ella creía ser, lo que no era sino la pura verdad, cansada de desvelarse, se adormeció, y obrando en ella el encanto, despertó despavorida, y levantándose, fue a buscar el faldellín, que no hallándole, por haber las criadas llevado los vestidos para limpiarlos, así, en camisa como estaba, se salió a la calle, y yendo encaminada a la casa de don Diego, encontró con ella el Corregidor, que con todos sus ministros de justicia venía de ronda, y con él don Francisco su hermano, que habiéndole encontrado, gustó de acompañarle, por ser su amigo, que como viesen aquella mujer en camisa, tan a paso tirado, la dieron voces que se detuviese, mas ella callaba y andaba a toda diligencia, como quien era llevada por el espíritu maligno: tanto, que les obligó a ellos a alargar el paso por diligenciar el alcanzarla, mas cuando lo hicieron, fue cuando doña Inés estaba ya en la sala, que en entrando los unos y los otros, ella se fue a la cama donde estaba don Diego, y ellos a la figura que estaba en la mesa con la vela encendida en la cabeza, que como don Diego vio el fracaso y desdicha, temeroso de que si mataban la vela doña Inés padecería el mismo riesgo, saltando de la cama les dio voces que no matasen la vela, que se quedaría muerta aquella mujer, y vuelto a ella, le dijo:.
Allí era donde se recibía y donde se echaba la siesta durante las horas calurosas, cuando soplaba el fuerte céfiro africano cargado de languidez y tormentas.
Moreira estaba allí sereno, altivo, recibía de los amigos calurosas felicitaciones por su libertad y sonreía dejando ver por la abertura de sus labios, la doble fila de sus blanquísimos dientes que formaban un hermoso contraste con su negra barba.
Después de convenir Casallena y Juanito Romero en que a las de Sotillo, tan buenas en el fondo, tan honradas y cariñosas, les faltaba en la máquina del meollo lo menos, menos, la rueda catalina, torcieron por la primera bocacalle en busca de la gran arteria de la ciudad, que, por céntrica, larga, sombría y angosta, y correr por ella las bienhechoras brisas del salino nordeste estacional, estaba a aquellas horas cuajada de transeúntes, lo mismo de los afanosos que de los desocupados, porque daba para todos los gustos, y dándolo continuará probablemente, en las eternas y calurosas mañanas estivales.
Y no es que lloviese, porque, como hemos dicho, cuando los tres amigos paseaban por alguna carretera era en las noches calurosas y cuando hacía luna clara como el día.
¿Qué no logran, sin embargo, la terquedad y la audacia de un mozo como yo, curtido en toda clase de aventuras y acostumbrado a los más peligrosos lances de amor y fortuna? Doña Marcela me miró al fin con mal disimulada complacencia, yo le hablé, valiéndome de la tía Pepa, que desde niño me conoce, y, al fin, logré que, en una de estas últimas noches, que fue de las más calurosas del verano, doña Marcela saliese a la ventana a tomar el fresco.
No esperaba, por cierto, Paco el Churumbela la acogida que iba a tener, y riente y satisfecho, como hombre a quien la dicha sonríe perpetuidad, penetró gallardamente en su cubril, arrojó también gallardamente el sombrero sobre la cama, que incitaba al reposo con su tersa superficie, su colcha limpísima y sus nítidas almohadas, y tras dejar escapar un suspiro de satisfacción al encontrarse en aquel su nido, que hablaba muy alto de las dotes de mujer pulcra y hacendosa que adornaban a Rosario, sentóse en la vieja mecedora donde solía dormir sus siestas en las tardes calurosas del estío.

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