Ejemplos con brinco

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Dio un brinco y se plantó sobre la baranda del corredor, ascendió luego fácilmente por el grueso sarmiento de la parra que se enlazaba retorciéndose a las columnas de madera que sostenían el tejadillo, encaramose sobre éste y echando una mirada recelosa en torno y otra de ávido anhelo a la ventana del palomar, sacó la lengua y se relamió repetidas veces con repugnante ausencia de sentido moral.
Tenía, pues, que ganar en la corte, grado a grado, la altura que en la ciudad ganó de un brinco.
Levantose Ignacio de un brinco, y, quedándose en pie sobre la parte más elevada del ribazo, dominando el paisaje todo, pronunció lentamente:.
Pegó Miranda al escucharlo un brinco en el muelle diván.
Al tocar Lucía suavemente el hombro de la dormida, ésta se incorporó a medias, de un brinco, sus ojos, entreabiertos, tenían velada y sin brillo la córnea, como si los cubriese la telilla que se observa en los ojos de los animales muertos.
De un brinco se trasladó Lucía al cuarto de su marido, que entre duerme y vela fumaba un cigarrillo de papel.
Saltó de un brinco al jardín, y corrió hacia él como una saeta.
Al sentir el ruido, éste se levantó de un brinco y quedó, más pálido que la cera.
Quién, como don Benito, daba fuertes taconazos en el suelo mientras las bolas corrían, quién, como don Lorenzo, se inclinaba a un lado y a otro, se torcía y se retorcía como si de sus movimientos dependiese que la bola se inclinase a un sitio u otro, quién, por fin, como don Pancho, que era pequeño y gordo, casi cuadrado, se subía de un brinco al diván después de haber empujado la bola, para mejor ver los estragos que había hecho en los palos.
Cerrada la puerta de hierro, trepé por las enredaderas que cubrían la verja y de un brinco me puse en la calle.
Yo me subí de un brinco a la consola próxima para ver bien y pescar todo lo que hablaran.
No necesito decir que me colé de un brinco dentro de la berlina, achantándome bonitamente en la bigotera.
Al mes de casada pensó en divorciarse, habló con un abogado amigo suyo, y como este le dijera que en las leyes españolas no tenemos divorcio, dio en la idea de suicidarse, saltando de un brinco hacia.
-Pues en el Siglo nuestro, Perico, y sin necesidad de dar un brinco hasta el , yo sostengo que la guerra es un juego estúpido, contrario a la ley de Dios y a la misma Naturaleza.
Bueno iba aquello, mas al salir del sagrado recinto, diole un brinco el diablo en el cuerpo, y sin poderlo remediar tiró al compañero que marchaba delante en las ordenadas filas del pañal de la camisa, que impúdicamente le asomaba por debajo de la blusa.
El tío Frasquito pegó un brinco en el asiento, abriendo los ojos tamaños, y Jacobo inclinó la cabeza entre las manos, mirando atentamente su copa vacía y guardando silencio.
El corazón le dio un salto, él sabría por qué, y sin vacilar, apoyó los pies en la paredilla de guijarros, cubierta de musgo, que separaba el prado del arroyo, apartó las ramas, se agarró fuertemente a una más gruesa que las otras, y dando un brinco, cayó sobre el césped mullido de una muy hermosa pradera.
Me amenazó, díjome que la estaba de cinco meses Alcé los hombros Dos palabras él, dos palabras yo alargué este brazo, y plaf Izquierdo bajó de golpe un tramo entero Otro estirón, y plaf de un brinco el segundo tramo y con la cabeza para abajo.
Anoche estuve toda la noche discurriendo muy intranquilo, los sesos como ascuas, porque al plan, mejor dicho, al sistema no le faltaba más que una fórmula para estar completo ¡La maldita fórmula! Por fin, ahora, hace un ratito, se me ocurrió, di un brinco de alegría.
El corazón le dio un brinco de alegría al verla entornada.
Ya en esto tenia Carriazo enjaezado el asno, y subiendo en él de un brinco, se encaminó al rio, dejando a Avendaño muy alegre de haber visto su gallarda resolucion.
Pero, volviendo a la plática que poco ha tratábamos del encanto de la señora Dulcinea, tengo por cosa cierta y más que averiguada que aquella imaginación que Sancho tuvo de burlar a su señor y darle a entender que la labradora era Dulcinea, y que si su señor no la conocía debía de ser por estar encantada, toda fue invención de alguno de los encantadores que al señor don Quijote persiguen, porque real y verdaderamente yo sé de buena parte que la villana que dio el brinco sobre la pollina era y es Dulcinea del Toboso, y que el buen Sancho, pensando ser el engañador, es el engañado, y no hay poner más duda en esta verdad que en las cosas que nunca vimos, y sepa el señor Sancho Panza que también tenemos acá encantadores que nos quieren bien, y nos dicen lo que pasa por el mundo, pura y sencillamente, sin enredos ni máquinas, y créame Sancho que la villana brincadora era y es Dulcinea del Toboso, que está encantada como la madre que la parió, y cuando menos nos pensemos, la habemos de ver en su propia figura, y entonces saldrá Sancho del engaño en que vive.
Y, diciendo y haciendo, desenvainó la espada, y de un brinco se puso junto al retablo, y, con acelerada y nunca vista furia, comenzó a llover cuchilladas sobre la titerera morisma, derribando a unos, descabezando a otros, estropeando a éste, destrozando a aquél, y, entre otros muchos, tiró un altibajo tal, que si maese Pedro no se abaja, se encoge y agazapa, le cercenara la cabeza con más facilidad que si fuera hecha de masa de mazapán.
Pero veis cómo el piadoso cielo socorre en las mayores necesidades, pues llega don Gaiferos, y, sin mirar si se rasgará o no el rico faldellín, ase della, y mal su grado la hace bajar al suelo, y luego, de un brinco, la pone sobre las ancas de su caballo, a horcajadas como hombre, y la manda que se tenga fuertemente y le eche los brazos por las espaldas, de modo que los cruce en el pecho, porque no se caiga, a causa que no estaba la señora Melisendra acostumbrada a semejantes caballerías.

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