Ejemplos con brazo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Belarmino extrajo del cajón del mostrador un libro, que era un diccionario de la lengua castellana, y con él bajo el brazo se sentó en una silleta, cerca de una de las puertas de entrada.
¿En dónde? A ver, a verexigió Xuantipa, alargando el brazo amenazador.
Sentóse Felicita, respiró fuerte, tomó aliento, pero no se reposó, sino que, tan pronto como había tocado el asiento, saltó en pie de nuevo, sacudida por aquel dinamismo fatídico que la tenía en los huesos, y tomando unos papelorios que llevaba debajo del brazo, los extendió sobre el mostrador.
Y el voluminoso fraile se levantó de un asiento que antes se creyera que era un butacón, ya que el Padre lo llenaba de brazo a brazo, pero, así que se hubo levantado, resultó ser un sofá, y no de los pequeños.
Apolonio le seguía, declamando con el brazo extendido y la mirada flamígera:.
Llevó consigo el mamotreto, debajo del brazo, y aquella noche, en un entreacto, entre y , fué al cuarto del bufo Celemín, director y primer actor de la compañía, y le dijo, a tiempo que le entregaba el manuscrito:.
Pero yo no soy la voluntad, soy el brazo que ejecuta.
Entonces, la duquesa salió, cogió por un brazo a Felicita, la arrastró lejos, hasta una habitación vacía, le hizo sentar de golpe, y dijo:.
¡Quiero salvarme! ¡Quiero salvarme!dijo con voz sollozante, agarrándose desesperada a mi brazo, como a tabla de salvación.
Visten los viejos todos lo mismo: trajes de sayal, color franciscano, de paño casero, tejido en los telares, a brazo, del Hospicio provincial por los nacidos anónimos para los muertos anónimos.
Pero Belarmino, húmedos los ojos, la voz opaca, extiende un brazo, y dice:.
Van del brazo, por el jardín de asfodelos, envueltos en la niebla dorada del sol, que produce una ilusión evanescente, como si aligerase la gravedad de las cosas materiales.
Antes de llegar a mi vivienda era fuerza que atravesase por entre el multitudinoso ejército de ocupación, recibiendo continuos dardos meretricios y padeciendo asechanzas y requerimientos, así orales como de hecho, puesto que alguna se asía de mi brazo, de manera que, por zafarme de estorbos y reponerme de la fatiga, solía yo algunas veces acogerme a un cafetín, que era donde las individuas vivaqueaban, y allí convidaba a las que más me atosigaban, con que las dejaba mansas, nutridas y satisfechas.
Tu brazo poderoso vencerá a tus enemigos, cual voraz incendio consume la seca pajilla.
Y si tú, padre de los dioses y de los hombres, dudas de la fuerza de mis razonamientos, pregunta a esos otros, si hay algo que se atreve a sostener los suyos con su brazo.
Y tirando del ronzal de una vaca rubia, que llevaba pegado al rabo como amoroso satélite un ternerillo juguetón, volvía a la ciudad con la varita bajo el brazo y la medida de estaño para servir a los clientes.
Por los ribazos laterales, con un brazo en la cesta y el otro balanceante, pasaban los interminables cordones de cigarreras é hilanderas de seda, toda la virginidad de la huerta, que iban a trabajar en las fábricas, dejando con el revoloteo de sus faldas una estela de castidad ruda y áspera.
Pero en la tarde, cuando vió venir por el camino a unos señores vestidos de negro, fúnebres pajarracos con alas de papel arrolladas bajo el brazo, ya no dudó.
Desde el día siguiente, Roseta formaría parte del rosario de muchachas que, despertando con la aurora, iban por todas las sendas con la falda ondeante y la cestita al brazo camino de la ciudad, para hilar el sedoso capullo entre sus gruesos dedos de hijas de la huerta.
Venían hacia él por los bordes del camino los veloces rosarios de muchachas, cesta al brazo y falda revoloteante, de regreso de las fábricas de la ciudad.
Con el arma sobre el brazo y el dedo en el gatillo, estuvo más de una hora junto a la barrera de la acequia.
gritaba la animosa muchacha pasando su brazo por el asa de la cestita, y cerraba la puerta de la barraca, echando la llave por el resquicio inferior.
Pasaban los grupos de airosas hilanderas con un paso igual, moviendo garbosamente el brazo derecho, que cortaba el aire como un remo, y chillando todas a coro cada vez que algún mocetón las saludaba desde los campos vecinos con palabras amorosas.
La muchacha no contestaba, seguía su marcha con el contoneo airoso de las hilanderas, la cesta en la cadera izquierda y el brazo derecho cortando el aire con un vaivén de péndulo.
Pasaban las viejas por las sendas con la reluciente mantilla sobre los ojos y una silleta en un brazo, como si tirase de ellas la campana que volteaba lejos, muy lejos, sobre los tejados del pueblo.
¡A matarse, al camino! Y cuando se abrían las navajas y se enarbolaban taburetes, en noche de domingo, , sin hablar palabra ni perder la calma, surgía entre los combatientes, agarraba del brazo a los más bravos, los llevaba en vilo hasta la carretera, y atrancando la puerta por dentro, empezaba a contar tranquilamente el dinero del cajón antes de acostarse, mientras afuera sonaban los golpes y los lamentos de la riña reanudada.
Como animado por tal agresión, todo el corro se lanzó contra el odiado intruso, pero encima de la línea de cabezas empezó a moverse un brazo nervudo empuñando un taburete con asiento de esparto, el mismo tal vez en que estuvo hasta poco antes.
Mientras llevase pendiente del brazo el magnífico pájaro de dos voces , como él llamaba a su escopeta, podía marchar con tranquilidad por toda la huerta.
Un brazo de Roseta se había apoyado en su hombro izquierdo, en el mismo sitio donde sufrió el desgarrón de la uña de acero, y en el que ahora sentía un peso cada vez más abrumador.

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