Ejemplos con botones

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Uno quería un gobierno de provincia para su hermano, otro, una alcaldía en la isla de Cuba para sí mismo, otro, un juzgado para su pueblo, otro, una administración de aduanas para un primo arruinado por la causa de la libertad, otro, la destitución de un funcionario probo que se oponía tenazmente a ciertas pretensiones de su familia, otro, un ascenso, otro, una cátedra, en fin, por pedir, se pedia allí hasta la luna, y el Ministro, o el Subsecretario en su deseo de complacerlos a todos, tecleaba sin cesar sobre los botones de las campanillas, a cuya música iban apareciendo los altos empleados que podían entender en aquel cúmulo de solicitudes.
Un día se presentó en el cuchitril de Belarmino Froilán Escobar, alias el Estudiantón y también Aligator, a que le pusiese palas y medias suelas a un par de botas, que para llegar a ser un verdadero par de botas no necesitaban, además de las palas y de las medias suelas, sino refuerzo en el contrafuerte, unos trozos de la caña y unos cuantos botones.
Cada vez que el cuerpo de Lucía entraba en la zona luminosa, despedían áureo destello los botones de cincelado metal, encendiéndose sobre el paño marrón del levitín, y se entreveía, a trechos de la revuelta falda, orlada de menudo volante a pliegues, algo del encaje de las enaguas, y el primoroso zapato de bronceada piel, con curvo tacón.
Un lacayo con larga librea verde aceituna, coronas condales en los botones y sombrero de copa con gran cucarda rizada en la mano, se acercó entonces al grupo:.
Pues ¿y la cuñada mademoiselle Dosne, la ninfa Egeria del presidente? Era cosa graciosísima verla coser los botones de la bata de son Adolphe Parecía el ama de llaves de un notario acomodado.
La madre se alarmaba y fuera el tercer botón Nada, la cara y la mirada del nene siempre adustas, con una gravedad hermosa, que iba siendo terrible El cuarto botón, el quinto, todos los botones salieron de los ojales haciendo gemir la tela.
Perdió la cuenta de los botones que soltaba.
Jacinta admiró la cómoda, bruñida de tanto fregoteo, y el altar que sobre ella formaban mil baratijas, y las fotografías de gente de tropa, con los pantalones pintados de rojo y los botones de amarillo.
No, hombre, pierde cuidado replicó Juan poniéndose los botones de la pechera.
¡Instintos de coleccionista, que son variantes de la avaricia! Alguna vez llegó hasta cortarle los botones de los vestidos, pero con un solfeo que le dieron no le quedaron ganas de repetirlo.
Mirábale ella lo mismo que el día infausto en que le robara los botones arrancándolos de la ropa Y al sobrinito se le alborotó la conciencia, haciéndole ver peligros donde no los había.
Sostenía, no obstante, doña Lupe que el retrato de Jáuregui era una obra maestra, y a cuantos lo contemplaban les hacía notar dos cosas sobresalientes en aquella pintura, a saber: que donde quiera que se pusiese el espectador los ojos del retrato miraban al que le miraba, y que la cadena del reloj, la gola, los botones, la carrillera y placa del morrión, en una palabra, toda la parte metálica estaba pintada de la manera más extraordinaria y magistral.
Se colocaron los ramos de caracoles, cajitas de dulce y estampas, y por fin, los retratos de los dos sargentos hermanos de Juan Antonio, con su pantalón rojo, muy a lo vivo, y los botones amarillos, asomaban por entre las ramas de pino, como soldados que están en emboscada acechando al enemigo.
Eran al modo de torres de muchos pisos, o barquitos con las velas desplegadas y muchos remos por una y otra banda, también estuchitos, cajas para guantes y joyas, botones y juegos lindísimos de ajedrez.
Maximiliano discurrió que para realizar su deseo, necesitaba comprar otra hucha de barro exactamente igual a aquella y llenarla de cuartos para que sonara y pesara Se estuvo riendo a solas un rato, pensando en el chasco que le iba a dar a su tía ¡él, que no había cometido nunca una travesura!, lo único que había hecho, años atrás, era robarle a su tía botones para coleccionarlos.
Cada uno de estos grandes progresos en el camino de la vida era sorpresa y placer inefable para Julián, confirmando su dedicación paternal al ser que le dispensaba el favor insigne de tirarle de la cadena del reloj, manosearle los botones del chaleco, ponerle como nuevo de baba y leche.
Desplomóse en un sillón de cuero, echó ambas manos a la garganta, arrancó el alzacuello, los botones de camisa y almilla, y trémulo, con los espejuelos torcidos y el oprimido en el crispado puño izquierdo, se enjugó el sudor con un pañuelo de hierbas.
Al cabo se oyó en el corredor crujido de enaguas almidonadas: la señora jueza entró, sofocada y compuesta de fresco, según claramente se veía en todos los pormenores de su tocado, acababa de embutir su respetable humanidad en el corsé, y sin embargo no había logrado abrochar los últimos botones del corpiño de seda, el moño postizo, colocado a escape, se torcía inclinándose hacia la oreja izquierda, traía un pendiente desabrochado, y no habiéndole llegado el tiempo para calzarse, escondía con mil trabajos, entre los volantes pomposos de la falda de seda, las babuchas de orillo.
Pinzón aparecía un hombre azul, brillaban en su cuerpo los botones como sartas de lucecillas.
Don Quijote, que le pareció que ya su enemigo venía volando, arrimó reciamente las espuelas a las trasijadas ijadas de Rocinante, y le hizo aguijar de manera, que cuenta la historia que esta sola vez se conoció haber corrido algo, porque todas las demás siempre fueron trotes declarados, y con esta no vista furia llegó donde el de los Espejos estaba hincando a su caballo las espuelas hasta los botones, sin que le pudiese mover un solo dedo del lugar donde había hecho estanco de su carrera.
Finalmente, el licenciado le contó a estocadas todos los botones de una media sotanilla que traía vestida, haciéndole tiras los faldamentos, como colas de pulpo, derribóle el sombrero dos veces, y cansóle de manera que de despecho, cólera y rabia asió la espada por la empuñadura, y arrojóla por el aire con tanta fuerza, que uno de los labradores asistentes, que era escribano, que fue por ella, dio después por testimonio que la alongó de sí casi tres cuartos de legua, el cual testimonio sirve y ha servido para que se conozca y vea con toda verdad cómo la fuerza es vencida del arte.
Yo, aunque moro, bien sé, por la comunicación que he tenido con cristianos, que la santidad consiste en la caridad, humildad, fee, obediencia y pobreza, pero, con todo eso, digo que ha de tener mucho de Dios el que se viniere a contentar con ser pobre, si no es de aquel modo de pobreza de quien dice uno de sus mayores santos: Tened todas las cosas como si no las tuviésedes, y a esto llaman pobreza de espíritu, pero tú, segunda pobreza, que eres de la que yo hablo, ¿por qué quieres estrellarte con los hidalgos y bien nacidos más que con la otra gente? ¿Por qué los obligas a dar pantalia a los zapatos, y a que los botones de sus ropillas unos sean de seda, otros de cerdas, y otros de vidro? ¿Por qué sus cuellos, por la mayor parte, han de ser siempre escarolados, y no abiertos con molde? Y en esto se echará de ver que es antiguo el uso del almidón y de los cuellos abiertos.

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