Ejemplos con barraca

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ahora sí que corrió de veras hacia su barraca.
Me pareció mejor dar a la nueva novela su nombre actual: LA BARRACA.
Me pedía autorización para traducir LA BARRACA, explicando la casualidad que le permitió conocer mi novela.
El libro escogido fué LA BARRACA, é interesado por su lectura, el señor Hérelle casi perdió su tren.
Una mañana, los diarios de Madrid anunciaron en sus telegramas de París que se había publicado la traducción de LA BARRACA, novela del diputado republicano Blasco Ibáñez, con un éxito editorial enorme, y los primeros críticos de Francia hablaban de ella con elogio.
Para las gentes amigas de clasificaciones, que una vez encasillan a un autor ya no lo sacan, por pereza mental, del alvéolo en que lo colocaron, yo seré siempre, escriba lo que escriba, el ilustre autor de LA BARRACA.
En la barraca de Tòni, conocido en todo el contorno por , acababa de entrar su mujer, Pepeta, una animosa criatura, de carne blancuzca y flácida en plena juventud, minada por la anemia, y que era sin embargo la hembra más trabajadora de toda la huerta.
Después de esta venta corría otra vez hacia su barraca, deseando salvar cuanto antes una hora de camino.
La , que así apodaban a la vaca por sus rubios pelos, mugía dulcemente, estremeciéndose bajo una gualdrapa de arpillera, herida por el fresco de la mañana, volviendo sus ojos húmedos hacia la barraca, que se quedaba atrás, con su establo negro, de ambiente pesado, en cuya paja olorosa pensaba con la voluptuosidad del sueño no satisfecho.
¿Y su barraca? ¿Y las tierras? Seguían abandonadas, ¿verdad? Esto le gustaba: ¡que reventasen, que se hiciesen la santísima los hijos del pillo don Salvador! Era lo único que podía consolarla.
Soltaron las mustias ubres hasta su última gota de leche insípida, producto de un mísero pasto de hojas de col y desperdicios, y al fin Pepeta emprendió la vuelta a su barraca.
Su barraca, deshabitada, sin una mano misericordiosa que echase un remiendo a la techumbre ni un puñado de barro a las grietas de las paredes, se iba hundiendo lentamente.
En el centro de estos campos desolados, que se destacaban sobre la hermosa vega como una mancha de mugre en un manto regio de terciopelo verde, alzábase la barraca, o más bien dicho, caía, con su montera de paja despanzurrada, enseñando por las aberturas que agujerearon el viento y la lluvia su carcomido costillaje de madera.
Luego pensé en la conveniencia de ensanchar este relato, un poco seco y conciso, haciendo de él una novela, y escribí LA BARRACA.
estaba tendido a un lado de su barraca, fumando perezosamente, con la vista fija en tres varitas untadas con liga, puestas al sol, en torno de las cuales revoloteaban algunos pájaros.
Iban a trabajar, a vivir en la barraca.
Allí se arrodilló, se echó sobre el vientre, para espiar por entre las cañas como un beduíno al acecho, y pasados algunos minutos volvió a correr, perdiéndose en aquel dédalo de sendas, cada una de las cuales conducía a una barraca, a un campo donde se encorvaban los hombres haciendo brillar en el aire su azadón como un relámpago de acero.
Mucho quería el labrador a su mujer, y hasta le perdonaba la tontería de haberle dado cuatro hijas y ningún hijo que le ayudase en sus tareas, no amaba menos a las cuatro muchachas, unos ángeles de Dios, que se pasaban el día cantando y cosiendo a la puerta de la barraca, y algunas veces se metían en los campos para descansar un poco a su pobre padre, pero la pasión suprema del tío , el amor de sus amores, eran aquellas tierras, sobre las cuales había pasado monótona y silenciosa la historia de su familia.
Hacía muchos años, muchosen los tiempos que el tío , un anciano casi ciego que guardaba el pobre rebaño de un carnicero de Alboraya, iba por el mundo, en la partida del , disparando trabucazos contra los franceses, estas tierras fueron de los religiosos de San Miguel de los Reyes, unos buenos señores, gordos, lustrosos, dicharacheros, que no mostraban gran prisa en el cobro de los arrendamientos, dándose por satisfechos con que por la tarde, al pasar por la barraca, les recibiera la abuela, que era entonces una real moza, obsequiándolos con hondas jícaras de chocolate y las primicias de los frutales.
Los perros ladraban al verle de lejos, como si se aproximase la muerte, los niños le miraban enfurruñados, los hombres se escondían para evitar penosas excusas y las mujeres salían a la puerta de la barraca con la vista en el suelo y la mentira a punto para rogar a don Salvador que tuviese paciencia, contestando con lágrimas a sus bufidos y amenazas.
Y prestó dinero a , con el insignificante detalle de exigirle una firmalos negocios son negociosal pie de cierto papel en el que se hablaba de interés, de acumulación de réditos, de responsabilidad de la deuda, mencionando para esto último los muebles, las herramientas, todo cuanto poseía el labrador en su barraca, incluso los animales del corral.
¡A ver quién era el guapo que le hacía salir de su barraca!.
Un día le avisaron que por la tarde iría el Juzgado a proceder contra él, a expulsarlo de las tierras, embargando además para pago de sus deudas todo cuanto tenía en la barraca.
Y sintiendo en su interior la ciega bravura del mercader moro que sufre toda clase de ofensas, pero enloquece de furor cuando le tocan su propiedad, entró corriendo en su barraca, agarró la vieja escopeta que tenía siempre cargada detrás de la puerta, y echándosela a la cara plantóse bajo el emparrado, dispuesto a meterle dos balas al primero de aquellos bandidos de la ley que pusiera el pie en sus campos.
Pero el valentón sonreía bondadosamente, satisfecho de mostrarse prudente y paternal con este viejo rabioso, y así fué conduciéndole hasta su barraca, donde quedaron él y los amigos vigilándolo, dándole consejos para que no cometiese un disparate.

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