Ejemplos con bajemos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ea, bajemos, que hace ya demasiado fresco.
¿Quieres que bajemos más? Pues vamos, que el nene no se asusta, y quiere verlo todo.
Bajemos ahora al otro sollado, que tú no tienes miedo.
-Bajemos por la calle de la Montera.
Espera a que bajemos a casa, y verás.
-Bajemos -dijo doña Perfecta sin hacer caso del desmayo de su hija.
-Ahora bajemos -dijo lord Gray en el apogeo de su delirio.
Ea, bajemos, que hace ya demasiado fresco.
Bajemos a ella.
Bajemos a los subterráneos.
Bajemos.
Saludemos a nuestro amigo, y bajemos.
Y bien, Morrel, bajemos juntos al fondo de vuestro corazón y sondeémosle.
—¡Bajemos! ¡El triunfo es nuestro! ¡Lancémonos enseguida!.
—¡Sí, Anaconda! ¡Tienes razón! ¡Precipitemos la zona por el río! ¡Bajemos, bajemos!.
, bajemos.
Bajemos hasta Covent-Garden para ver de cerca las rosas.
-Bajemos -respondió con voz breve la superiora de Santa Ana.
¿Quieres que bajemos más? Pues vamos, que el nene no se asusta, y quiere verlo todo.
Bajemos ahora al otro sollado, que tú no tienes miedo.
Pero bajemos a la región de las sensaciones ordenadas por la ciencia, esa ciencia helada y triste cuyo ideal — física matemática —es aplicar un sistema lógico a un conjunto de medidas.
Vamos, todo está convenido, bajemos.
—Esto bastará por agora —les dijo el Cortesano—, y bajemos a comer, no diga el otro.
El domingo cuando bajemos a misa, disfrutaremos el favor de usted.
Cuando bajemos a las Encartaciones, no querrás subir a Ipenza a comprobar la certeza de este cuento, que para subir allá hay una cuesta muy penosa, pero sigue la hermosa carretera que conduce de Balmaseda a Castro-Urdiales, y cuando llegues al islo de Otáñez, párate en un delicioso campillo sembrado de olorosas manzanillas, que encontrarás en aquella eminencia, y dirige la vista al Noroeste.
Ven, Cristina, y bajemos a socorrerle como mejor pudiéremos.
¡Bajemos a Cádiar! -repetí yo, pasando de una devoción a otra, o sea recordando que en Cádiar principia el terrible drama intitulado Aben-Humeya, escrito por el ilustre Martínez de la Rosa.
-¡Bajemos a Cádiar! -gritose en las filas luego que hubimos saciado nuestros ojos en la contemplación de la gran cordillera.

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