Ejemplos con azar

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El azar o el destino dirigen a John a la selva tropical de Perú.
Se desconoce si forma realmente parte del sistema estelar, o, lo que es más probable, está alineada al azar.
Pero aún hay otra cosa que debe saber, él no fue elegido al azar, sino que existe una profecía que dice que un día llegará un elegido destinado a terminar con la guerra entre humanos y máquinas.
No se sabe con certeza si estas estrellas están físicamente relacionadas con Kaus Medius o simplemente están alineadas por azar.
Jaime gozaba de cierta popularidad en las sociedades y cafés de Barcelona y Valencia donde había juegos de azar.
Aprobaba ciertos cursos por un azar feliz en el momento del examen o por la tranquila audacia con que hablaba de lo que no sabía.
Así como la marea al retirarse va dejando en la playa orlas paralelas de algas, así se advertían en los respaldos de los bancos de gutapercha roja series de capas de mugre, depositadas por la cabeza y espaldas de los jugadores, señales que iban en aumento desde el primer banco hasta el último, conforme se ascendía del inofensivo al vertiginoso , porque la hilera empezaba en el juego de sociedad, acabando en el de azar.
Pero su tropa confusa, agrupada al azar del encuentro, permaneció indiferente, como si hubiese perdido todo contacto con la realidad.
Lienzos finísimos esparcidos al azar se arrollaban a su cuerpo o le servían de almohada.
Lo difícil era que el azar de una corriente o de un rumbo colocase este despojo, en el inmenso desierto marino, ante la proa de un velero sin prisa.
Cuando el plancton, a impulsos del azar o siguiendo misteriosas atracciones se iba aglomerando en un punto determinado del litoral, las aguas hervían en peces con asombrosa fecundidad.
Español, batía el remo en las liburnas romanas, cristiano, tripulaba las naves sarracenas en la Edad Media, súbdito de Carlos V, pasaba, por un azar guerrero, de las galeras de la cruz a las de la media luna, y llegaba a ser de Argel, rico capitán de mar, haciendo famoso su nombre de renegado.
Y enternecido por la alegría pueril del amanecer, lanzaba su voz de bajo a través del marítimo silencio, entonando unas veces romanzas sentimentales que había oído en su juventud a una tiple de zarzuela vestida de grumete, repitiendo otras las salomas en valenciano de los pescadores de la costa, canciones inventadas mientras tiraban de las redes, en las que se reunían las palabras más indecentes al azar de la rima.
Te vi por casualidad, y por azar también, y sin que de mí dependiese, estuve a tu lado algún tiempo, respiré tu aliento, y sin querer sin querer comprendí que.
Como Teri se marchaba a París, él se fue también, y empezó lo que llamaba Fernando la mejor época de su existencia: una vida de concentración egoísta, una vida a dos, de ceguera y olvido para todo lo que estaba más allá de ellos, cortada por frecuentes viajes emprendidos al azar de una lectura o de un recuerdo histórico.
Salieron de la casa con cierto encogimiento, sin atreverse a mirar los muebles y los cuadros, modesta decoración reunida al azar cuatro años antes.
Y vagó por la habitación, buscando de mueble en mueble las piezas de ropa esparcidas al azar en la locura pasional del primer momento.
Llevaba Juan Jerez en el rostro pálido, la nostalgia de la acción, la luminosa enfermedad de las almas grandes, reducida por los deberes corrientes o las imposiciones del azar a oficios pequeños, y en los ojos llevaba como una desolación, que solo cuando hacía un gran bien, o trabajaba en pro de un gran objeto, se le trocaba, como un rayo de sol que entra en una tumba, en centelleante júbilo.
Y estas estrofas sueltas cogidas al azar de los :.
Era el culto a la fuerza, la adoración a la brutalidad, con todos los encantos del juego de azar.
Los armarios colosales se contaban a docenas, todos de roble viejo, con tallas tan complicadas como sus enormes cerraduras, los cuadros, buenos o malos, llegaban hasta el techo, las sillerías incompletas y de distintos colores, no encontrando espacio junto a las paredes, esparcíanse por el centro, todo estaba ocupado, como si la casa fuese un almacén, un depósito de rapiñas verificadas al azar, y aunque todas las piezas estaban abarrotadas, la casa sonaba a hueco, y la soledad despertaba esos ecos misteriosos de las grandes viviendas abandonadas.
La loca fortuna del principal contagiaba al dependiente, y éste, a pesar de su carácter frío, se sentía animado por el deseo de correr el azar ganando una fortuna en unos cuantos meses o arruinándose para siempre.
Aquello sólo era una racha de fortuna, la terrible benevolencia de la fatalidad con los jugadores novatos: primero, la seducción de las pequeñas ganancias, y después, cuando ya están metidos de cabeza en los caprichos del azar, la ruina instantánea, completa, fulminante.
Era un paria, un advenedizo de procedencia inferior que el azar había introducido en la familia.
Juanito vivía entregado a la agitación y la zozobra del que confía su porvenir a los caprichos del azar.
Regresé por donde había venido, y al azar, sin darme cuenta de lo que hacía, me interné en la ciudad, por las calles céntricas, camino de la plaza.
Vacilaba algunas veces, sentía misteriosos terrores al pensar que su fortuna estaba a merced de un capricho del azar, mas no por esto perdía la confianza, y nada había reservado de su capital para responder a los vencimientos de los pagarés que le había hecho firmar su madre.
Era la biblioteca de un Ulloa, un Ulloa de principios del siglo: Julián extendió la mano, cogió un tomo al azar, lo abrió, leyó la portada , poema francés, puesto en verso español: su autor, el señor de Voltaire.
Rafael, y el mozo respondió que era de Andalucía, y de un lugar, que en nombrándole, vieron que no distaba del suyo sino dos leguas: dijo que venia de Sevilla, y que su designio era pasar a Italia a probar ventura en el ejercicio de las armas, como otros muchos españoles acostumbraban, pero que la suerte suya habia salido azar con el mal encuentro de los bandoleros, que le llevaban una buena cantidad de dineros, y tales vestidos, que no se compraran tan buenos con trecientos escudos, pero que con todo eso pensaba proseguir su camino, porque no venia de casta que se le habia de helar al primer mal suceso el calor de su fervoroso deseo.
No respondió el de la Triste Figura, puesto que de tal manera podía correr el dado, que echásemos azar en lugar de encuentro, pero todo ha de estar en tu diligencia.

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