Ejemplos con ayunos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Se dice de él que en la flor de la juventud era esmerado en la abstinencia, liberal en las limosnas, trasnochante en las vigilias, continuo en las oraciones, frecuente en los ayunos, solícito en recrear a los pobres, modelo en sus palabras, mitigado en la ira y singularísimo en la hospitalidad.
Ello la hizo ser optimista e intrépida, manifestándolo por ejemplo en su práctica de comulgar siempre que podía, algo impensable para su tiempo, por las oraciones, ayunos y ejercicios necesarios para prepararse.
De todo ese conjunto como, y el alimento es cosa capital, hijo mío, pues si yo observo los ayunos y abstinencias que la Iglesia me manda, no estoy por pasar hambre todo el año.
-Mañana voy a despedirlo, porque come enormemente para reponerse de los ayunos que se había impuesto voluntariamente en aquella casa.
Era este un monje como de cincuenta años, calvo, de facciones muy marcadas, pero en que se descubría más austeridad y rigor que no mansedumbre evangélica, enflaquecido por los ayunos y penitencias, pero vigoroso aun en sus movimientos.
Comenzaba a encorvarse bajo el peso de los años, pero bien se echaba de ver que el vigor no había abandonado aún aquellos miembros acostumbrados a las fatigas de la guerra y endurecidos en los ayunos y vigilias.
La castigaban mucho, pero no la pegaban, eran encierros, ayunos y el castigo peor, el de acostarse temprano.
»Y de aquí, por último, que, olvidando y echando a rodar todas mis penitencias, mis cilicios, ayunos y disciplinas me entregase yo de nuevo al demonio, cuya esclava y servidora había sido durante mucho tiempo.
Persistió en sus rezos, redobló sus vigilias, ayunos y mortificaciones, y logró pocos meses después, temprano y dichoso tránsito a mejor vida.
Aquel nuevo género de vida daba al espíritu de María Antonia grata paz y regalo, pero la austera crueldad con que trataba ella su cuerpo, los ayunos, las largas vigilias, el cilicio con que maceraba su carne, y acaso la dura disciplina con que se atormentaba en su más secreto retiro, quebrantaron tanto su salud, que cayó gravemente enferma, y estuvo, durante tres meses, postrada en el lecho y a punto de exhalar el último suspiro.
Acudió a su lado el seminarista, enteco por naturaleza y extenuado por los ayunos y las maceraciones, y solos, tristes y doloridos los dos en el caserón de Peleches, muriéronse en pocos meses uno tras otro, después de testar en común a favor de Alejandro, y no por aborrecimiento a Lucrecia, bien lo sabe Dios, sino por acumular los caudales libres de la familia en el único encargado de perpetuar el ilustre apellido, y en la persuasión de que la hembra iba en próspera fortuna, no tenía más que un hijo y podía pasarse muy bien sin las legítimas de sus dos hermanos.

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