Ejemplos con avivaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Achamán habitaba las alturas y a veces las cumbres de las montañas para regocijarse contemplando lo que ante su mirada se avivaba.
Cuando el motor daba sus vueltas con celeridad, el enamorado, sin saber por qué y obedeciendo a un impulso de su sangre, avivaba el paso.
El recuerdo de su difunto, que siempre se avivaba en la mente de doña Lupe cuando se veía en algún conflicto, la enterneció.
El resplandor se avivaba, y las llamas iluminaban la ciudad.
Así es que, cuando las circunstancias le ofrecían probabilidades, aunque fueran remotas y muy problemáticas, de llegar a aquella realidad tan deseada, su inquietud no tenía límites: se avivaba la perenne excitación de su cerebro, y se complacía en dar proporciones enormes al hecho vagamente concebido y ardorosamente esperado.
Si el cariño de su compañero le avivaba el paso, se lo contenía el temor de lo desconocido y la sospecha de que le llevaban a una encerrona para envolverle en alguna maraña política.
Una vislumbre de orgullo avivaba sus ojos al verlo tan pujante en el trabajo y se forjaba la ilusión de que realmente lo quería.
Como en los elementos de Empédocles, por la pugna y amistad, hay contienda y guerra de unos con otros, y más entre los que están más cerca y que más se tocan, de la misma manera la continua guerra que había entre los sucesores de Alejandro, la proximidad de intereses y la vecindad de los lugares la hacía más manifiesta, y la avivaba más en cuanto a algunos de ellos, como le sucedió a Antígono con Tolomeo.
Cómodamente instalados en tan primitivo aposento, habían hecho lumbre y en ella tenían un puchero, que la mujer destapaba para revolver el contenido, mientras el hombre avivaba con furibundos resoplidos la lumbre.
Evocando su fe naciente, la avivaba, como se aviva y agranda un débil fuego a fuerza de soplar sobre él, sabía remontarse a una esfera psicológica vedada para la otra, y en sí misma, en su aprobación interior y en el gozo del bien obrar, encontraba consuelos, que la otra pedía a su amor propio, sin recibirlos en proporción de tan gran sacrificio.
Un tercero avivaba el fuego en un hornillo donde enrojecía lentamente una barra de hierro.
Y vió desplegarse el mar por encima de su cabeza como un pabellón de esmeralda, al igual que en la tierra reposa sobre las aguas el admirable azur, y a sus pies extendíanse las regiones submarinas que no había violado desde la creación ninguna mirada terrestre, y reinaba una gran serenidad en las montañas y llanuras del fondo, y era delicada la luz que se bañaba en las transparencias infinitas y el esplendor de las aguas en torno de los seres y de las cosas, y aquellos paisajes tranquilos le encantaban más que todos los encantos del cielo natal, y veía selvas de coral rojo, y selvas de coral blanco, y selvas de coral rosa, que se inmovilizaban en el silencio de sus ramajes, y grutas de diamantes con columnas de rubíes, de crisolitos, de berilos, de zafiros, de oro y de topacios, y una vegetación de locura que se mecía en espacios grandes como reinos, y en medio de arenas de plata, conchas de millares de formas y colores, que se miraban resplandecientes en el cristal de las aguas, y veía a su alrededor peces relampagueantes que semejaban flores, y peces que semejaban frutas, y peces que semejaban pájaros, y otros, vestidos con escamas de oro y plata, que semejaban lagartos grandes, y otros que parecían más bien búfalos, vacas, perros, y hasta Adamitas, e inmensos bancos de reales pedrerías lanzando mil destellos multicolores que el agua avivaba, lejos de extinguirlos, y bancos en que abríanse ostras llenas de perlas blancas, de perlas rosas y de perlas doradas, y enormes esponjas hinchadas que se movían pesadamente sobre su base, alineándose en largas filas simétricas, como cuerpos de ejército, y parecían limitar las diferentes regiones marinas y constituirse en guardianas fijas de las inmensidades solitarias.
¡Moño! arregladas las uñas se le avivaba el genio y nos metía en unos fregados horrorosos, él siempre por delante».
Esta deambulación solitaria me avivaba el entendimiento y me sugería ideas luminosas con más vigor que pudieran hacerlo las tertulias de amigos y las lecturas más interesantes.
Así todas rabiaban por marido, que el apetito se les avivaba con la prohibición de atravesar palabra con los hombres, salvo con los primos, que para nuestros antepasados eran tenidos por seres del género neutro, y que de vez en cuando daban el escándalo de cobrar primicias o hacían otras primadas minúsculas.
Rosas se sonrió maliciosamente al oir el discurso de su coronel, viendo que se avivaba cada vez mas.
Nunca buscó camorra a nadie, Cancio me era simpático y ahora se avivaba esa simpatía.
Muchas veces, al cruzar el patio, quedábase mirando aquel sol que se detenía en el borde de los sombríos paredones, sin atreverse nunca a bajar hasta el húmedo suelo, y cuando el vergajo le avivaba el paso, lanzaba entre dientes un «¡mare mehua!», y le parecía verla paraeta del Mercado, aquella mesilla coja con la calabaza recién salida del horno, tras la cual estaba su madre cambiando ochavos por melosas rebanadas y peleándose por la más leve palabra con todas las de los puestos vecinos que le hacían competencia.

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