Ejemplos con avecilla

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Su voz se fue apagando como al atardecer el canto suave, insistente y lejano de la avecilla llanera, pero sembró hondas raíces.
Isabel continuó escribiendo y, junto a su amiga Raimunda Avecilla y su hermana Ana Oyarzábal, editó una revista llamada La Dama y la Vida Ilustrada.
La Federación Madrileña, cuyo presidente Ceferino Avecilla era a su vez presidente del Español, dio la razón a los españolistas y les declaró vencedores del partido.
De suerte que, ¿los versos de Selgas y los discursos de Pidal que te has llevado era para enseñárselos de memoria a esta parlera avecilla? ¿Y qué? ¿Va aprediendo algo?.
Era una presumida avecilla que quería volar y no podía.
Lázaro comprendió que doña Leoncia, el avecilla vizcaína, había volado.
La señora de Avecilla notó la reacción que experimentaba su amante esposo, y quiso aprovecharla en bien de la economía doméstica, asegurando que, en efecto, estaba perdido el arte, y añadiendo:.
avecilla, que se remontara primero al Cielo, y que después cantara.
ve, capitán, que esta avecilla se contentaría con cualquier jaula con tal de gozar en ella aire bien libre, y que la dieran el alpiste con gracia y cariño.
Salieron los Avecilla abochornados, llegaron a su casa, que estaba cerca, y sin hablar de las emociones de la noche, Pepita se fue a su alcoba, después de dar un beso en la frente de su padre.
Los Avecilla salieron a paso largo, corridos, muy disgustados, sin hablarse, y llenos de remordimientos el esposo y la esposa.
Bien sabe Dios que don Casto iba a tocar aquella carne libre de todo mal pensamiento, pero fuera que su vida exageradamente casta, si en tal virtud cabe exageración, le hubiera conservado fuegos interiores ocultos, apagados generalmente en los de su edad, fuera la emoción de la notoriedad, o lo que fuera, Avecilla se puso pálido, tragó saliva y por sus ojos pasó una nube que los oscureció por un momento.
La familia de Avecilla se había colocado en primera fila, y como don Casto era a todas luces la persona de más representación y más estatura de las del teatro, a él se dirigían las miradas y las palabras de la Goguenard.
Doña Petra presentaba a su marido las más difíciles cuestiones fisiológicas y etnográficas, segura de que Avecilla lo sabía todo.
Quijote! -gritó la chusma por cuya moralidad volvía angustiado Avecilla.
Casto Avecilla, colorado como una amapola, tanto por el rubor cuanto por el apretón que le daba la corbata, que le estaba degollando-.
Algo llamó la atención de la señora de Avecilla, una voz que exclamaba:.
Buscaban sofismas que les sugería el espíritu del ahorro, para conciliar las altas aspiraciones estéticas de la familia Avecilla con la parsimonia en los gastos extraordinarios, como pensaba don Casto.
Llamábanle El Chucao por la perfección con que imitaba a esta vocinglera avecilla de la montaña.
Mientras su hija decía que era tarde y que ya no se llegaría a ningún teatro serio a buena hora, Avecilla recordaba lo que había oído y leído de las excelencias del interés compuesto de las cajas de ahorro, de lo que llega a ser el óbolo del pobre en una de estas instituciones benéficas que hay en el extranjero.
-¿Cómo sabes tú eso? -pregunta Avecilla asombrado.
Lo más interesante que sucedió aquella noche en casa de Avecilla fue el tocado de Pepita.
-¿Y qué tenemos con eso, Avecilla? -Tenemos que Pepita se compone, como todo ser racional y libre, de alma y cuerpo, y se pasa el santo día y gran parte de la noche igualmente santa, consagrada a las tareas propias de su sexo, que más embrutecen que elevan el espíritu, es necesario que, de vez en cuando, dé reposo al cuerpo y trabajo al alma, con la contemplación de lo bello, lo bueno y lo verdadero.
Avecilla expuso su atrevido proyecto en pocas palabras, sin andarse con circunloquios.
En cambio, ¡qué alegría la de Pepita, tan sensible, tan aficionada a la comedia! ¡Oh, el alegrón que con esta noticia dio don Casto Avecilla a los suyos, artículo aparte merece, así como las vicisitudes de aquella noche consagrada al arte! Estos despilfarros de los pobres, que llevan la economía hasta el hambre, tienen un fondo de ternura que hace llorar.
No replicaron los circunstantes que veían en Avecilla el oráculo del negociado, y él, con paso majestuoso, con modestia que sienta bien a la sabiduría, se fue derecho a su gabán, que estaba en la percha de siempre, y bien envuelto en aquella querida prenda, salió de la oficina diciendo: -Buenas tardes, caballeros-.
Don Casto Avecilla había pasado del Archivo de Fomento, pero sin ascenso, a la dirección de Agricultura, y de todos modos seguía siendo un escribiente, el más humilde empleado de la casa.
Era una pequeña avecilla, cuyas alas rozaban casi la llanura líquida.
Complacíase su alma en recorrer hoja tras hoja, ese libro que se llama la vida, con el mismo encanto, dulce y melancólico, que el avecilla recorre de uno en otro todos los troncos en que ocultó su nido, pidiéndoles un consuelo, una memoria.
Me hallo entre sus manos como una avecilla en las garras del águila.

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